Muchas personas se preguntan si las épocas de crisis son buen momento para emprender. Personalmente, soy de la opinión de que no son ni mejores ni peores que otras, sino que depende de muchos factores.

Cada emprendedor tiene su proceso de aprendizaje y el hecho de que a la primera intentona se falle no quiere decir, ni mucho menos, que las ideas de emprendimiento de una persona no sean válidas. El problema es que en España, las segundas oportunidades en el mundo de los negocios son escasas porque todas las puertas se le cierran al que fracasó, ya que le recuerdan constantemente su traspié, independientemente de que el emprendedor aprendiese la lección y tuviese en cuenta cuales fueron los puntos que le hicieron morder la tierra. El mundo en el que vivimos es un tanto hipócrita. Suele ocurrir que a la mínima dificultad, vea como se cierran puertas de aquellos que hace cuatro días le aplaudían y brindaban ayuda por sus éxitos.

Por ello, un emprendedor, antes que nada, debe tener claro quién es y de dónde procede para no perder su identidad ni su norte. Lo primero que un emprendedor debe hacer es dar forma a la idea que lleva en mente, puliendo y sacando brillo a todas las partes. Ello requiere desmontar la idea en piezas muy pequeñas para ver cuál es la mejor forma de ordenarlas, planificarlas, coordinarlas y casarlas. Para tener éxito no se requiere inventar algo nuevo sino que se puede dar vueltas a un producto o sector ya vigente, analizando qué falta, si satisface todas las necesidades su público objetivo y, en caso de no hacerlo, cómo podemos aportar algo para conseguirlo. Hay veces que se deben combinar ideas o procesos que a priori no tienen relación aparente.

No debemos segmentar al máximo el sector al que nos dirigimos porque cuanto más reducido es el público al que nos dirigimos más peligro tenemos de quedarnos estancados por no haber pensado con mentalidad global. Por ello, es bueno especializarse en varias líneas que sean atractivas para el colectivo al que nos dirigimos.

Se debe plasmar todo por escrito, asegurándose de la normativa vigente, forma jurídica necesaria, reparto de ganancias, responsabilidades… Aunque la llave del éxito está en mantener una comunicación fluida y constante entre todos los emprendedores involucrados en el proyecto. Sin confianza mutua no se llega lejos, independientemente de lo bueno que pueda ser el proyecto.

Se debe tener claro que nunca podemos pretender poner en marcha o que el proyecto sobreviva exclusivamente con las ayudas que podamos solicitar y nos correspondan porque desde que se piden hasta que se os den, pasarán muchos meses en los que la empresa ya debería estar en funcionamiento. Es decir, vamos a tener que invertir más dinero que el que se nos puedan facilitar en forma de ayudas o subvenciones.

La financiación debe solicitarse con cabeza, teniendo muy claro lo que tenemos y cuánto necesitamos para que funcione, presentando unas previsiones, cuota de mercado y números que se prevén obtener a corto, medio y largo plazo. Por ello, se debe hacer un estudio minucioso del sector, de la competencia y del público objetivo en el que nos pretendemos mover. Para poder ofrecer algo distinto debemos saber lo que hacen y ofrecen los demás y lo que no. Debemos tener clara la clave de partida de nuestro negocio. No podemos centrarnos solo en el producto o servicio que vamos a ofrecer y olvidarnos del resto de las variables porque no debemos olvidar que todas tienen su importancia.

Otra clave es tener contactos con los proveedores, distribuidores, intermediaros y empresarios del sector porque, de esa forma, nos da un conocimiento añadido que nos da la ventaja de saber cómo movernos en ese tipo de negocio.

A la hora de poner en marcha un negocio no podemos estar solos porque necesitamos la colaboración y ayuda de un grupo de personas de confianza que nos ayuden a ver con globalidad. Pero tampoco es positivo pedir consejo a todo el mundo porque eso hará que nos hagan perder visión y abrir demasiados frentes que nos dispersarán. Los primeros que debemos creer en la viabilidad de nuestro negocio somos nosotros mismos y el pedir consejo no significa que nos den la razón sino que nos hagan ver otras formas de platear demasiadas cosas en las que podemos estar equivocados.

Debemos dosificar los recursos y el capital. El que nos pueda ir bien inicialmente por un buen marketing y planes comerciales no debe hacernos bajar la guardia porque no hacemos nada con sobresalir si luego no sabemos mantenernos ni seguir avanzando.

El plan de negocio sobre papel está muy claro y luego puede ser que a la hora de la verdad surjan cosas inesperadas por lo que siempre debemos de pensar, antes de comenzar, qué podemos hacer si alguna de las variables previstas no sale como esperábamos.

Las personas con inquietud emprendedora deben tener una capacidad visionaria para saber qué sectores de los que comienzan a emerger tienen mayor futuro y cómo conseguir despegar de forma adecuada.

Me gustaría preguntaros un par de cosas ¿Qué errores cometisteis a la hora de poner en marcha un negocio? Y ¿Cómo los solucionasteis?

Personalmente pienso que el principal problema de muchos emprendedores es la financiación y se deberían dar más facilidades a las personas con ideas de negocio asumiendo el riesgo que conlleva. Es más, los fracasos deberían ser vistos como parte del aprendizaje como pasa en otros países y no ser el aliciente para comenzar a cavar la tumba de ese emprendedor, que es lo que suele ocurrir en España.

¿Cuántas personas conoces que tras fracasar en la primera intentona de poner un negocio lo han superado y  han puesto otro?

Lo importante no es caerse sino saberse levantar con más fuerza y perspectiva.