Algunas personas ya se levantan enfadadas y siempre ven el vaso vacío del todo. Lo he vivido en proyectos y empresas en las que ha trabajado, personas a las que dices bueno días y no responden, otras que responden diciendo “serán bueno días para ti”.

La encuesta 2023 de la empresa Gallup sobre el estado del trabajo nos indica que España ocupa el puesto numero 10 con un 20% de personas que están enfadadas en su trabajo gran parte de su día. Aunque los tres países que encabezan ese ranking son Montenegro (33%), Macedonia del Norte (29%) y Eslovaquia (25%). Las personas de los países que se enfadan menos en el trabajo son: Finlandia (5%), Islandia (7%) y Países Bajos (8%).

En España somos muy viscerales y emocionales, es decir, nos gusta tener la razón y si no conseguimos imponer nuestro criterio, nos enfadamos. Tenemos que asumir que tener la razón no nos hace más felices. Tenemos que saber detectar qué situaciones y personas nos hacen enfadar. Una vez detectadas, debemos analizar por qué exactamente son esas situaciones y personas las que nos hace enfadarnos y sacarnos de nuestras casillas. Suelen tener un patrón y toca rascar para averiguar las verdaderas razones que hacen que estemos enfadados.

El enfado es una emoción más, que todos llevamos en nuestro pack emocional. Tendemos a enfadarnos, cuando nos hemos generado unas expectativas, una idea, cuando queremos que hagan lo que queremos, cuando esperamos muchas cosas de los demás, cuando esperamos imponer nuestro criterio, etc. Nosotros podemos llevar una intención, aunque luego cada persona va por libre y hace lo que buenamente quiere (o puede). En ocasiones, tenemos excesivas expectativas en los demás y tendemos a idealizar a esas personas y la relación con ellos.

Por supuesto, en un alarde de autocomplacencia, la única persona perfecta sobre la faz de la tierra eres tú. Siendo realista, todos tenemos nuestras cositas chulas, raras, friquis y cansinas. Tenemos que aceptar a las personas con todo el pack, aunque algunas cosas nos saquen un poco de nuestras casillas. Al final, lo diferente atrae, aunque supone que chocarás con ellos. Igualmente, si te relacionas con personas similares a ti, también el choque cuando surja será enorme, porque sois parecidos.

Visualiza la última vez que te enfadaste con alguien en tu entorno de trabajo. Quiero que reproduzcas la situación paso a paso en tu cabeza.

Para empezar, ¿Qué fue lo que te hizo cabrearte?

La otra persona involucrada ¿es consciente de tu enfado? Tendemos a enfadarnos y no decir nada. Una reacción muy “madura”. ¿No crees que lo mejor sería hablar con la otra persona para comentarle lo que te sentó mal para que pueda explicarse? No es lo habitual, desgraciadamente. Las demás personas no son adivinas y la interpretación de todo lo que uno dice o hace, no siempre coincide con la de otros. Es por eso que es recomendable, antes de que se enroque uno en un momento, hablar las cosas y aclarar todo.

Hablar las cosas con las otras personas con las que nos hemos enfadado no hace que la solución sea fácil y rápida, pero permite que nos desahoguemos y le quitemos hierro a ese tema.

Ahora piensa, cuantas veces te enfadas con alguien y ninguna de las dos partes da su brazo a torcer. Es más, pasan las semana y meses y seguís sin hablaros. Llega un momento que ya no recuerdas porque te has enfadado, lo único que sabes es que esa relación personal o profesional ya no es la misma, incluso echas de menos a esa persona.

Te recomiendo que tengas la valentía y honestidad suficiente para reconocer abiertamente que te ha sentado algo mal de la otra persona, para que sea consciente. Eso sí, debes comentarlo una vez se te haya pasado el calentón inicial, para evitar que salgan por tu boca palabras de las que seguramente puedas arrepentirte. Puede ser que tengas razones para enfadarte o estar decepcionado, aunque debes manifestarlo desde la objetividad. La gente tiende a agradecer que abiertamente que les indiques que algo te molestó, porque no es lo que suele hacer mucha gente.

Ahora plantéate esta cuestión ¿realmente era para tanto la situación por la que te enfadaste?

Normalmente la respuesta suele ser que no. De forma minoritaria, la respuesta es afirmativa, aunque esto ayuda a tener a las personas bien situadas e identificadas. En ocasiones no todo el mundo es digno de nuestra confianza y se aprende sufriendo las consecuencias.

También debes analizar si reaccionaste de la forma más adecuada. Dejar de hablar a la otra persona no soluciona nada, porque enrarece todo y genera mal ambiente entre ambos.

Será fundamental plantearte qué podéis hacer ambas partes para reconducir esa situación. En ocasiones trabajar con algunas personas nos genera dolor de cabeza. No tenemos capacidad de elección pues se nos ha asignado juntos. Es por ello que debemos aprender a llevarlo y gestionarlo de otra forma. Se trata de llegar a un entendimiento, aceptando a la otra parte y estableciendo unas reglas a cumplir por ambos, en beneficio de la convivencia. Suele ayudar centraros en lo que os une y no en lo que os separa. Puede ser que ese jefe/a o compañero/a de trabajo no sea amigo tuyo nunca, lo que no quita para que también veas las cosas buenas que tiene o que aporta al trabajo.

Los enfados en ocasiones tienen que ver con los egos que todos tenemos, porque tendemos a creernos mejor que los demás, cuando es bueno que siempre existan puntos en los que el otro sea mejor que tú. La clave es conseguir ser tú bueno en algo. Va bien rodearse de gente igual de buena que uno o mejor, porque aprenderás muchas cosas. No ocurre nada por asumir que nos hemos equivocado y que esa persona tenía mejores ideas, incluso llevaba razón; debería ser algo habitual, cosa que no se estila de forma global en la realidad.

La clave pasa por no llevar el enfado al terreno personal; vamos a quedarnos en la situación y el hecho que produjo eso; no entremos en la persona, porque ya no tendrá retorno.

Es bueno centrarse en buscar una solución ante ese posible enfado, buscando alternativas. Una cosa que suele ayudar a evitar los enfados es la comunicación habitual, sincera y cercana, para tener las cosas claras. Esto ayuda también a poder comentar abiertamente lo que nos ha sentado mal últimamente de los demás y nos hace también darnos cuenta de cosas que tal vez debemos pulir más de nosotros mismos.

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