Hace unas semanas estuve viendo la muestra ‘Liderazgo’, del artista cubano Roberto Fabelo, que estaba en la plaza del Pilar de Zaragoza.
Se trataba de un conjunto escultórico de 21 rinocerontes de diversos colores. Uno destacaba sobre el resto por su mayor tamaño: el Alfa. De color rojo, en dirección posición opuesta al resto, reflejando el carisma y defensa ante peligros. Los otros 20 rinocerontes mostraban la existencia de enfoques y formas de pensar de todo tipo, porque tienen cabida dentro de un equipo y si se saben aunar y gestionar bien, ayudan a que el equipo crezca.
Muchas veces los líderes, a la hora de conformar sus equipos de personas, buscan a iguales en forma de pensar y trabajar, para tener el mando real, buscando apoyos. En otras ocasiones se suele buscar a gente que no les haga sombra en cuestión de conocimiento, talento y desarrollo, por miedo a que les quiten el puesto. Otras veces se busca a gente ejecutora, que acate las decisiones del jefe, estén bien o no, porque el que manda es el jefe.
Esas tres formas de actuar no ayudan al crecimiento, evolución y avance del equipo de trabajo. En un equipo de trabajo se deben marcar unas reglas de convivencia y unos mínimos, dejando claros los objetivos a conseguir de cada miembro del equipo, dando la máxima libertad a cada persona. Tenemos que aceptar a cada personal tal y como es, con lo bueno y lo mejorable. Debemos hacer equipo integrándonos unos con otros; ninguna persona es mejor que otra, nos toca adaptarnos, amoldarnos, aprender y ayudar, es decir, lo que toque en cada momento.
Puedo afirmar que dar órdenes sabemos hacerlo todos. Suele ser lo fácil. Mandar no tiene nada que ver con hacerte caso y mucho menos conseguir que te ganes el respeto.
A veces pensamos que por ocupar un rol de jerarquía o poder fáctico ya mandaremos y nos harán caso simplemente por eso. Seguirán tus ordenes, aunque en ocasiones no estarán nada de acuerdo con tu toma de decisiones, porque te contradices y no reconoces que te equivocas.
Quizá debas plantearte por qué motivo no pones todo tu empeño en influir positivamente en la gente que gestionas.
Al final puedes influir en tus personas con cosas muy simples:
- Dándoles ejemplo con tus acciones del día a día laboral (es el espejo en que se miran y tienden a imitarte tanto si lo haces bien como mal).
- Mostrarles que eres una persona que sabe acometer todas las tareas del departamento y que no te achantas si te toca hacer coas que no se asocian a un rol de jefe/a.
- Escucharles sin juzgar para conseguir ponerte en su lugar.
- Ser capaz de reconocer que te equivocas y que las decisiones de otras personas de tu equipo son mejores.
- Ayudar a tus personas a llegar a su máximo potencial para evolucionar en el ámbito profesional.
- Ganarte su confianza y su respeto con tus acciones.
- Darles autonomía para alcanzar sus objetivos, ayudándoles con lo que se les atasque.
- Ser flexible cuando más lo necesiten, debido a problemas o circunstancias que les surjan en cualquier faceta de su vida.
- Aceptar y respetar a cada persona tal y como es, potenciando centrarse en lo que os une y no en lo que separa.
Ahora analiza qué influencia generas en las personas a las que gestionas. Puede ser que el ejemplo que mostremos sea el inadecuado y no podamos pensar que por ser jefes/as, las reglas no son para nosotros y que podemos hacer lo que nos parezca.
A la hora de conformar, integrar o complementar tus equipos de personas que gestiones, tienes que analizar:
¿Qué carencias de competencias, experiencias y conocimientos necesarios existen dentro del equipo?
¿Qué habilidades, competencias y experiencia están cubiertas dentro de tu equipo de personas?
¿Existe diversidad de conocimientos, habilidades y experiencias?
Las personas de tu departamento, ¿saben realizar todas las tareas de tu área?
¿Permites que todas las personas puedan dar su opinión en la toma de las decisiones que les afectan?
¿Tienes detectadas qué personas saben más de un tema?
¿Conoces todas las competencias, habilidades y experiencias diferenciadoras que tienen tus personas, aunque nos las usen?
¿Permites y ayudas a tus personas a poder promocionar y ascender dentro de la empresa en la que trabajáis?
¿Reconoces a cada persona los méritos y logros que alcanza dentro del equipo?
¿Potencias el buen ambiente dentro del equipo?
¿Cómo se solucionan los conflictos que surgen dentro del equipo de trabajo?
Se trata de tener a las mejores personas posibles, es decir, contratar lo que realmente necesitas y no lo que más te encaja o conviene a ti como líder. Tus equipos de personas no tienen por qué ser tus amigos; si consigues llevarte con ellos muy bien mejor, aunque no es tu objetivo final. Se trata de que os centréis en lo que os une y habléis claro desde el principio. De las personas que más se aprende, es de la gente que es muy diferente a nosotros y con las que, a priori, vamos a chocar. Todos llevamos dentro de nosotros un ángel y un demonio; nos toca sacar la mejor versión. Es bueno mirar por los intereses grupales sin olvidarse de los nuestros, es decir, buscar ese equilibrio necesario.
Es muy triste que no se vean equipos diversos en todas las organizaciones, es decir, que tengamos personas de diferentes generaciones, por ejemplo, para enriquecernos. Cada persona que pertenecemos o estamos encasillados en una generación, tendemos a ver al resto de personas de otras generaciones como peores, el enemigo o los que generan problemas. Nuestros valores y forma de actuar, viene conformada por la época, sus avances y sus agujeros negros. Nos toca enseñar a otras personas cosas y aprender de ellos cosas en las que nos dan mil vueltas. Es el ciclo de la vida, es decir, si la salud nos acompaña, seremos junior, senior y experto dentro de un área o puesto. Olvidamos rápidamente que nosotros también comenzamos en un puesto sin experiencia, que otros tuvieron paciencia con nosotros, que cambiamos de proyecto para prosperar, que nuestra carrera no ha sido lineal, que no es fácil conseguir un ascenso, que gestionar equipos no es sencillo, que se aprende de todo, que también hemos visto como otros nos superaban en cosas, que nos tenemos que reciclar, que no exista nada imposible, que chocaremos con otras personas por la convivencia diaria y millones de cosas más.
Los equipos de personas están llenos de vida y evolución. Aunque no lo veamos así, nos tocar ir sobreviviendo con la adaptación necesaria que nos permitirá seguir formando parte de ese ecosistema humano y social. En todos los grupos se producen problemas, sorpresas, cambios, alegrías, penas, épocas de buen rollo, otras épocas de mal ambiente y millones de cosas más. La clave está en relativizar, no llevar nada al terreno personal y poner de nuestra parte para generar buen rollo. Siempre existen problemas. Lo que marcará la diferencia es buscar la solución más beneficiosa para todas las partes implicadas.
En los equipos sobran egos y falta actitud por parte de sus miembros para querer seguir remando todos en la misma dirección, en beneficio de todos y de la organización. Normalmente, se deja caer todo el peso sobre el líder del departamento, de la empresa… pero… ¿no tenemos nosotros algo de líderes en nuestro trabajo? Si la empresa no tiene pedidos, nuestro trabajo cada vez tendrá menos sentido, no se generarán ingresos y no nos podrán pagar. Al final, el trabajo de todos es necesario, para conseguir el producto o servicio concreto del que vive la empresa.
¿Eres de los que deja todo en manos del líder, o lideras tú tu propio trabajo?
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