María llevaba 3 meses de proceso de selección para ese puesto de técnico/a de marketing en una empresa en la que había siempre soñado trabajar. Había pasado un test psicotécnico, una prueba situacional, otra prueba práctica de conocimientos que tendría que aplicar en el puesto, dos entrevistas y hoy tenía la entrevista final; quedaban 5 personas, para un único puesto.

Había quedado contenta y tenía esperanzas, al igual que las otras 4 personas que quedaban en el proceso. Ya había vivido lo que era llegar al final y no ser la persona elegida, así que prefería no hacerse esperanzas. Seguía buscando empleo, porque, en la empresa en la que estaba trabajando en el área de marketing, el ambiente era insostenible y ya no podía más. Eso sí, necesitaba el dinero para poder sobrevivir, ya que estaba independizada. Estaba muy ocupada y no tenía mucho para pensar, así pasaban los días más rápido. Tras 7 días, las esperanzas flojeaban, pensando que ese puesto no era para ella.

Su querida tía Elisa, no había sido capaz de ganar la batalla a la enfermedad que padecía y ese mismo lunes, su madre le llamó para darle las peores noticias: su tía había fallecido y, por ende, le tocaba viajar hasta Zamora para asistir al funeral. La vida seguía.

Tras el largo viaje, llegó a Zamora y se dirigió directa al velatorio, donde se encontró con gran parte de la familia que no veía desde que se había trasladado a Zaragoza. Salió a la calle para respirar aire fresco y le dio por respirar hondo y recordar su niñez con su tía. De repente, sonó su móvil. Preguntaron por ella y le dijeron que le llamaban de la empresa REG en donde realizó la última entrevista hacía ya más de tres semanas. Se disculparon por la tardanza en tomar la decisión final. María ya tenía asumido que ese puesto se le había escapado de las manos. Antonio, el responsable de RRHH, le dijo que era la persona elegida para incorporarse al área de marketing, que si podía acudir la semana siguiente para indicarles las condiciones y ver si aceptaba la oferta. La respuesta fue afirmativa, pues realmente había percibido buenas vibraciones en sus visitas a la empresa. Los lloros combinaban la tristeza por el fallecimiento de su tía y la alegría por esa gran noticia, que llevaba tiempo persiguiendo. Su tía estaría orgullosa de ella.

La oferta era mejor de lo esperado y María aceptó, notificó la baja en su empresa actual y dio el preaviso de 15 días laborables según lo acordado con su empresa.

La empresa REG pintaba muy bien; pasaron las semanas y llegó el miércoles 7 de marzo, fecha en la que comenzaba María a trabajar ahí. Tenía grandes expectativas y estaba entusiasmada con este proyecto. Le recibió la directora de su departamento, Alicia y un representante de RRHH. Ultimaron todos los detalles de la acogida, le explicaron que los dos primeros días recibiría una formación sobre cultura y funcionamiento de la empresa. Luego al tercer día se incorporaría al departamento de marketing y Alicia le daría un plan personalizado de formación. Llegó ese tercer día y Alicia le presentó al resto del equipo, aunque mostraron poco entusiasmo. Empezó a las 9 de la mañana y la tuvo hasta las 17 de la tarde contándole procesos, tareas, formas de trabajar y objetivos, que debía alcanzar María. Solo le dejaron parar una hora para comer. El 4 día pensaba que seguiría la formación en su departamento y puesto, para asimilar el torrente de información. La sorpresa de María llegó cuando ese 4º día ya le dijeron que debía comenzar a desempeñar sus tareas, preguntó a otro compañero de departamento que, amablemente, le dijo que debía buscarse la vida como le había tocado hacer a él. Se encontró con un recibimiento frío, la veían como enemiga y no como aliada, todo propiciado porque la Alicia la jefa del departamento, no hizo una buena integración.

Desde el área de recursos humanos le dijeron que, si tenía alguna necesidad, acudiese a ellos, eso sí, ellos ya se olvidaron de María. Había comenzado ella sola y todo era nuevo, no sabía como funcionaba nada, comía sola y aprendía a base de prueba y error. Tenía bagaje suficiente como para sobrevivir y aprendía rápido. Fue remontando y realizando sus tareas, aunque el resto de personas del departamento le endosaban tareas, que no querían hacer. Ya llevaba 2 meses y quedaban 4 semanas para superar el período de prueba. Nadie le había indicado como iba su avance ni si estaban contentos con su trabajo. Estaba viviendo una travesía en el desierto, totalmente decepcionada y tenía la sensación de que se había equivocado. El proyecto, el ambiente y el desarrollo, no era el que le vendieron en el proceso de selección. En el departamento de marketing existía rivalidad y su responsable, no ayudaba; además, se adjudicaba los méritos que eran de ella y de otros miembros del equipo.

Decidió hablar con RRHH y le dijeron que tenía que ser paciente y que, poco a poco, se iría haciendo, pero lo más importante es que estaban satisfechos con su rendimiento. Ella ya había comenzado a buscar empleo, porque tenía claro que no iba a repetir patrones de su anterior trabajo, no estaba dispuesta a vivir eso de nuevo 4 años.

Una antigua compañera de universidad de María, Raquel Hinojo, había montado hacía 2 años, una startup de marketing, YUT, y estaba creciendo considerablemente, con buena financiación y un producto que se había hecho bastante demandado. Disponía ya de un equipo de 5 personas y la empresa YUT seguía creciendo. Hacía mucho que no se veían y, curiosidades de la vida, se tropezaron un día mientras en el supermercado. Sus carros chocaron violentamente, cayendo María al suelo. Se levantó María airada del suelo, increpándole si es que no tenía ojos. Ambas se miraron a los ojos y, de repente se reconocieron y, tras el bochorno inicial, se fundieron en un abrazo. Decidieron quedar a tomar un café otro día.

Al cabo de unos días, quedaron en un café del centro de la ciudad, y se pusieron al día. Raquel, le dijo que estaba buscando a una directora de marketing y que si le podía interesar participar en el proceso de selección. María le dijo que sí. Llegó el final de su período de prueba en REG, y tenía clara su decisión. Comunico al departamento de RR.HH., que había decidido rescindir la relación laboral; se quedaron sin palabras y avisaron a Alicia, la jefa de María, ya que ellos querían continuar con María. Ya les dijo que le decisión estaba tomada, les explicó que se había sentido ignorada, que la acogida fue estándar, que no tubo integración, ni plan personalizado y que se había tenido que buscar la vida, con el recelo y nula ayuda de sus compañeros y de su responsable.

Aunque estaba sin trabajo (por decisión propia), estaba contenta. Su vida personal le sonreía, había conocido a Manuel y ya llevaban 6 meses saliendo y la relación iba viento en popa, incluso estaban planteándose irse a vivir juntos.

Tras tener una entrevista con Raquel para la startup YUT, le pregunta a María, que si quería el puesto de directora de Marketing. Ciertamente, el conocerla fue importante para decantarse por ella, pero, además, era consciente de su potencial y ganas de aportar sus ideas a ese departamento prioritario, que hasta ahora había gestionado Raquel y ya no llegaba a más. María no lo creía, le había salido bien la jugada y tenía ante sí una gran oportunidad que había llegado de casualidad. María tenía antes si un futuro retador y prometedor, sabía que, con su ímpetu, saldría adelante en su bagaje laboral.

Muchos enamoramientos corporativos se rompen en añicos durante las primeras semanas, porque uno descubre la dura realidad y, en ocasiones, no tiene nada que ver con lo que nos vendieron. La acogida de un nuevo empleado o empleada debe ser personalizada, con una formación individualizada y progresiva, con apoyo activo permanente de RRHH, con alguien que le ayude a integrarse en la empresa, reuniones de trabajo habituales con su equipo, para ayudarle a sentirse parte del grupo para conocer la forma de trabajar ahí, definir bien sus objetivos prioritarios y contar con la comunicación constante con su responsable.

Algunos de vosotros os sentiréis identificados con María. Ella fue valiente y decidió cambiar, arriesgándose. No todo el mundo lo hace igual que ella. Hay quienes deciden permanecer en ese ambiente, hasta encontrar otra cosa, aunque cada vez más gente se marcha, porque tienen claro lo que quieren y lo que no quieren. No podemos vender empresas idílicas, que luego no son lo que se encuentra esa persona. No existen ni las organizaciones ni las personas perfectas.

La acogida debe ser una tarea artesana a la que se dedique tiempo y en la que nos jugamos que la persona decida continuar en nuestra empresa o, por ende, comience a buscar otras opciones. Son semanas cruciales en donde ambas partes descubren la verdad y toca demostrar si todo lo que dijeron ambas partes es cierto o no.

¿Cómo han sido vuestras acogidas laborales?

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