Altagracia era una persona impulsiva, reflexiva y activa; llevaba tiempo trabajando en la matriz del grupo industrial López de Hilanes. Era un grupo familiar que comenzó siendo un pequeño taller siderúrgico. Ahora es un potente grupo de la industria siderúrgica nacional. Aun teniendo cierta envergadura y creciendo, nos encontramos con miembros de la familia controlando la cúpula de la empresa y ralentizando en ocasiones los cambios necesarios.

Ella trabaja en el departamento de desarrollo de personas, mas conocido como área de recursos humanos. Afortunadamente o no, no tenía ningún parentesco con la familia fundadora que gestionaba el grupo. Ya llevaban 4 generaciones de esa familia al frente de esa compañía.

Siempre decía que cada empresa tiene su punto, tanto a favor como en contra. Las empresas familiares son peculiares y han crecido con esfuerzo, decisión y riesgo. Aunque en ocasiones pasan por momentos críticos, porque es necesario un cambio de estructura y la cúpula estratégica familiar no es objetiva para hacer esos ajustes necesarios, para pasar al siguiente nivel.

Ella siempre había creído que la diversidad es bella y que en las organizaciones debía existir gente de todo tipo. No era el caso en el grupo López de Hilanes, pero claramente, era algo que necesitaba con urgencia. No siempre se aplica lo más necesario en una corporación; en ocasiones se tiende a mirar para otro lado, es lo más cómodo.

Altagracia era muy positiva e imaginativa. En una entrevista buscaba a alguien creativo y, entrevistando a Vicente, vio en él a Vincent Van Gogh, metido en la organización. Como sabemos, fue una persona que, durante su corta e intensa vida, fue muy prolífico, aunque no consiguió vender ninguno de sus cuadros. Su fama llega tras su muerte. Dos de sus frases más célebres que nos dejó: Más vale ser atrevido, aunque se cometan muchos errores que ser estrecho de mente y demasiado prudente» y “¿Qué sería la vida si no tuviéramos el valor de intentar cosas nuevas?” Cuanto bien haría a su empresa una persona con esa forma de pensar y actuar, es decir, un innovador para su época. Vio en Vicente que podía ser así. Su grupo disponía de talento, pero poco aprovechado porque desde la cúpula no se valoraba hacer las cosas de otra forma. Había mucho miedo a romper la tradición. Siempre querían evolucionar, pero haciendo lo mismo. Necesitaban a Vicente.

La siguiente candidata, María, además de creativa, tenía el don de la palabra. Enseguida vio en ella a María Moliner, una persona que perseveró por construir su propio diccionario, a pesar de no tenerlo fácil debido, a la sociedad patriarcal en el que le tocó crecer como mujer profesional. La señora Moliner ya aseveró que desde luego es una cosa indicada que un filósofo entre en la Academia y yo ya me echo fuera, pero si ese diccionario lo hubiera escrito un hombre, diría: ´¡Pero y ese hombre, cómo no está en la Academia!.  Su grupo era una empresa en que los hombres de la familia habían llevado el peso, las mujeres habían ocupado puestos menos estratégicos. Aunque Alejandra y Lucia, esperaban su oportunidad y harían mucho bien si dirigieran el grupo López de Hilanes; tenían muchas ideas, aunque no querían contradecir a su abuelo ni a su padre. Lo importante es el talento y este no tiene nada que ver con nuestro género sino con lo que somos capaces de hacer.

Su jefe directo le dijo hace unos días:

– “Altagracia, estás siempre en tu mundo. Contigo, este grupo está cambiando y contribuyes positivamente al desarrollo del mismo. Pero, nos cuesta comprenderte. He de reconocer que un par de ideas locas que te he aprobado han sido un gran éxito. Y seguro que otras que he dejado aparcadas en el cajón, hubieran tenido el mismo resultado, pero es que la empresa no es tan flexible, ya sabes. Creo que, con tiempo, seguro que conseguimos avanzar. Paciencia, Altagracia. Estoy convencido que tu momento llegará y no a mucho tardar”.

Su imaginación era constante. En otra entrevista, con un candidato llamado Nelson, igualmente locuaz e imaginativo que los candidatos anteriores, logró llevarle a pensar que era Nelson Mandela y que estaba trabajando en su grupo. Sabemos que luchó con la palabra y el ejemplo, para cambiar su mundo, dejando una huella imborrable. Dos frases que me encantan de él son: “La mayor gloria no es no caer nunca, sino levantarse siempre” y “Cuando dejamos que nuestra luz brille, subconscientemente damos permiso a los otros para que hagan lo mismo”. Qué bueno será tener a una persona que tiene una gran resiliencia, es decir, que sabe hacer de sus adversidades algo potente y diferenciador. Igualmente, en el grupo nos vendría bien alguien que creyese en los demás y les dejase aplicar su talento en beneficio de la organización, porque se les contrata para que hagan cosas y no para decirles lo que tienen que hacer.

Tras Nelson, llegó a la entrevista Federico. Tras hablar con él, nuestra querida Altagracia pensó en Federico García Lorca, una persona juzgada por amar al ser humano. Era una persona muy creativa e innovadora. Esa frase de él que me hace renacer en momentos de caída en mi vida ha sido: “El más terrible de los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza perdida”. No tuvo dudas que alguien como Federico sería el perfecto candidato para el puesto. La realidad es que existían conflictos no resueltos entre las personas de la familia que dirigían las diferentes áreas, que estaban repercutiendo negativamente en la empresa. Se necesitaban líderes que se centrasen en lo que les unía y no en lo que les separaba.

El taxi frenó de golpe y Altagracia se sobresaltó. La taxista le dijo que estuviese tranquila. Había visto que se había dormido y no quería despertarle, pero uno de esos jovenzuelos en patinete, se le cruzó y tuvo que dar un frenazo brusco para evitar darle. La taxista, de origen andaluz, jocosamente, le animó a reírse de la siesta que se había dado y que de la manera más tonta habían llegado ya a su destino, la sede del Grupo López de Hilanes.

Ahora no estaba soñando. Era de verdad su “primer día” en ese grupo, aunque ahora como Directora de recursos humanos. Hacía años ya trabajó en ese grupo, aunque se cansó de esperar ese cambio y decidió continuar su carrera profesional en otra empresa y en otro país. Surgió esa gran oportunidad que no dudó en aprovechar. Pasados unos años, tras la jubilación del Gerente, Alejandra y Lucia estaban al frente de la empresa. Ellas conocían muy bien como trabajaba Altagracia y lo tenían claro. La querían en su empresa para implementar los cambios precisos que el grupo necesitaba. Les costó convencerla, aunque los retos le apasionaban y tenía claro que las segundas oportunidades en ocasiones son buenas, aunque su salida en esa primera etapa, no fue nada positiva. Confiaba plenamente en las personas que le habían llamado, aunque sabía que tendría que implementarse a fondo para cambiar viejos hábitos que ella conocía muy bien, porque había trabajado allí.

Tenía claro que ese sueño era un palpitó y quería encontrar a gente tan brillante como Nelson, María, Federico y Vincent. Su nombre en estos momentos era irrelevante, aunque estaban ahí fuera dispuestos a aportar su talento, tocaba demostrarles que podían hacerlo en el grupo López de Hilanes. Pero buscaba el talento, esos ideales, esas competencias, ese liderazgo, ese cambio y ese ejemplo en personas que los desarrollasen al máximo y ayudarán al grupo a llegar a otro nivel. Era el nuevo ADN que necesitaba implementar el grupo López de Hilanes, tal y como, Alejandra y Lucia habían acordado con ella.

Volver a una empresa que ya conoces a empezar una segunda etapa, no siempre es malo. Todo es mejorable y la clave es conseguir que las personas que lideran este proyecto, se den cuenta del cambio de rumbo que precisa una organización y tener la valentía de hacerlo, a pesar de encarar tierras inexploradas, que le permitirán sanear su presente y tener un futuro envidiable.

Altagracia pago el taxi y empezaba a escribir la nueva página de su historia en el grupo López de Hilanes y tenía claro que sería algo vibrante, emocionante, retador y épico. Ahora tocaba materializar sus sueños y sus ideas de forma real. Se pellizcó para saber que esto ya era una realidad y no otro sueño. Empezaba la nueva época para sacar el brillo que antaño tuvo ese grupo. El cambio comienza en uno mismo, atreviéndose a realizar cosas que sabemos que tenemos que hacer, aunque no sepamos el resultado final.

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