Como todos sabemos, estamos en pleno siglo XXI, pero he de decir que las relaciones laborales siguen ancladas en un modelo caduco y obsoleto, perteneciente al siglo XX. Y todo ha cambiado mucho desde el siglo pasado.

Seguimos obcecados en pagar a las personas por su tiempo, no por ayudarnos a cumplir ciertos objetivos que necesita la empresa para avanzar.  

Está claro que montar una empresa es una decisión libre y arriesgada; no vale para todo el mundo, puede salirte bien o mal. Obviamente, los beneficios pueden ser enormes, aunque también conlleva mucho coste. Por lo tanto, merecen todo nuestro respeto esas personas que montan empresas y que, por ende, generan puestos de trabajo para otras personas. Lo que está claro es que los empresarios asumen todo el riesgo.

Trabajar para otro, conlleva que se genere (o no) beneficio, rendimiento o resultados con tu trabajo; tú vas a cobrar a final de mes. El riesgo de tener que mirar el rendimiento, la productividad, los costes, las ganancias y la rentabilidad, es para el empresario. Por eso, en ocasiones se exigen esfuerzos y sacrificios para llegar a los beneficios necesarios. No te olvides que, si la empresa en la que trabajas comienza a tener pérdidas, tienes un problema, porque puedes perder ese puesto de trabajo y, por tanto, tu (única) fuente de ingresos.

Lo que tengo claro es que con la pandemia vivida no hemos aprendido demasiado bien la lección, a pesar de poder muchas personas teletrabajar desde su domicilio o desde el lugar elegido, con la flexibilidad que esto supone para conciliar. Con el teletrabajo, lo más importante es que hagas tu trabajo y cumplas tus objetivos y resultados.

Recuerdo hace poco que entre en un debate con responsable de recursos humanos, que era reacio al teletrabajo, lo veía como un mal necesario. Su máxima preocupación era que las personas de su empresa que hacían teletrabajo en el horario estipulado de 9 a 17 estuvieran trabajando, nada de organizarse como esas personas quieran. La mayoría de tareas son asíncronas, es decir, no hace falta hacerlas en tiempo real; lo realmente importantes es cumplir los objetivos. Lo importante es que la persona se organice como mejor le vaya y que haga su trabajo. Las personas responsables lo harán y lo importante es tener claro nuestros objetivos y poder hacer un seguimiento de su avance.

Al no ceder, en un momento dado de la discusión, le lancé las siguientes preguntas, ¿Cómo sabes con seguridad que cuando esas personas trabajan en la oficina dedican todo su tiempo a trabajar? ¿Cómo medís las tareas que realizan? ¿Qué objetivos tienen marcados cada uno de vuestros empleados? Esta persona se puso aún más nerviosa y me dijo que estábamos comenzando a hablar de otra cosa. De forma calmada le dije que estábamos hablando de lo mismo, lo único es que le tocaba cambiar su enfoque y centrarse en los resultados que tiene que conseguir cada persona y que el tiempo de trabajo pasa a un segundo plano.

El teletrabajo “forzado” por la pandemia supuso trasladar la oficina a casa. Pero los objetivos han seguido siendo los mismos. Trabajo de 9am a 6pm, con una hora de comida. En este tiempo en el que ha funcionado el teletrabajo “forzado”, las empresas deberían haberse organizado de tal forma que cada puesto tuviera claros ésos objetivos. Caraduras, nos vamos a encontrar siempre, trabajen desde casa o en la oficina. Si los objetivos de rendimiento no están claros, se da manga ancha a que el caradura aproveche la falta de supervisión para no hacer nada. Pero seguro que, en la oficina, tampoco lo hacía.

El problema es que, pasada la pandemia, hemos vuelto a la forma de trabajo anterior, donde lo único que prima es llegar antes de las 9 y salir a partir de las 6pm (si es un poco más tarde, mejor). Las empresas, desgraciadamente, en su mayor parte, no han establecido unos objetivos de trabajo claros, ni sus tareas, ni los resultados que deben alcanzar. Así que, es necesario que todos vuelvan a la oficina, algunos a trabajar y otros a calentar la silla.

¿Cuántas veces se escucha en las oficinas de las empresas, “¡cuánto trabajo tengo!, ¡no llego a todo!, ¡vamos a tope, necesitamos más gente!, ¡no damos abasto!, ¡esto es un caos! y muchas otras frases de este estilo? Parece que, si no dices estas frases, no tienes trabajo y vas muy desahogado. Sobre todo, aquellos que lanzan esas frases, tienden a “pajarear” mucho y perder tiempo. Otros, se dedican a calentar la silla, haciendo como que trabajan. Algunos, los más eficientes, son capaces de hacer su trabajo en menor tiempo que otros y lo mandan poco a poco, para que no se les cargue con más trabajo adicional. Y todo está permitido por la empresa, porque no se trabaja por objetivos, sino por tiempo. Mientras cumpla con el tiempo establecido, el trabajador será bueno.

Tenemos que asegurarnos y conocer al detalle las épocas pico (de mucha carga de trabajo) y las épocas valle (de escasez de tareas) de cada departamento y puesto de trabajo, de cara a poder redistribuir las cargas de trabajo de las personas que trabajan en la empresa. Algunas personas resolutivas y con implicación en las empresas, aunque se organizan bien, siempre tienen más trabajo del que pueden acometer y luego otras personas de esa empresa están bastante distendidas, porque se lo “montan” bien (y se les permite). Esto es responsabilidad de las personas que gestionan esos equipos de trabajo y que no están al tanto de la distribución del trabajo y mucho menos de los avances de los objetivos que debe tener establecida cada persona en las organizaciones.

Las personas somos adultas y si sabemos lo que tenemos que hacer y conseguir. ¿Qué más me da a mi cómo te organices? se supone que tú eres la persona especialista en estas tareas. Por supuesto, el responsable debe estar siempre disponible para resolver dudas y ayudar. Es bueno que se establezcan reuniones periódicas y cortas para ver avances de cada persona en sus objetivos. Es necesario agradecer el trabajo que hace cada persona de forma habitual; es una forma de hacer ver a cada persona que es valiosa para la empresa.

Muchos jefes presumen de tener sus despachos abiertos y disponibles para sus personas, el 90% de su tiempo están reunidas y el otro 10% del tiempo no tienen tiempo para dedicar a sus equipos de personas. Es más, si en alguna ocasión tienen la suerte de pillarles disponibles, aducen que “no tienen tiempo para las cosas que no son importantes”. Vamos que los problemas y necesidades de sus empleados no les importan; con este tipo de comportamiento, nunca jamás volverán a acudir a su despacho.

Si tienes una empresa, ¿Qué es lo que más te interesa? ¿Qué las personas entren a la oficina a las 9 y salgan a las 6, o que cumplan sus objetivos, diarios, semanales…?

Si controlas tanto el tema del horario, tus personas se dedicarán a cumplir escrupulosamente su horario, sin aportar ni un minuto más (aunque haya urgencias). Es más, si durante el horario laboral se pueden escabullir, lo harán. Lo que te debe importar son los resultados que alcanzan porque existe flexibilidad y confianza. Lógicamente, si las personas no realizan sus tareas, no alcanzan sus objetivos y los resultados que obtienen son negativos, tocará tener una charla con ellos para ver qué ocurre, intentado ayudarles a reconducir esa situación. Permitir flexibilidad no tiene nada que ver con no ser exigente con lo que tienen que hacer las personas que trabajan para ti. Las personas no somos máquinas y esto supone que nos afectan las cosas que nos ocurren en nuestra vida personal y profesional. Necesitamos sentirnos útiles, valorados y parte de un todo.

Si en tu empresa tienes gente que se evade o que no hace su trabajo, claramente, demuestran que no son buenos trabajadores, pero la culpa no es sólo de ellos, sino de la empresa (de la mano del supervisor) que lo permite y que mira para otro lado. Si las personas saben de forma clara, concreta y bien comunicada lo que tienen que hacer y sus objetivos, no podrán despistarse.

Por lo tanto, creo que queda claro que debería darse toda la flexibilidad posible y organizar horarios flexibles adecuados al tipo de trabajo de cada persona. Los puestos de trabajo de cadenas de trabajo productivo, de atención al público y de otras áreas, tienen más limitada la flexibilidad y el poder elegir su horario de trabajo. Está claro que debe haber un estándar al que recurrir, y que cada persona se vaya ajustando según sus necesidades dentro de lo posible. Un trabajador con unos claros objetivos trabaja mucho mejor que uno que tiene que vivir en una maraña difusa de tareas, sin objetivos. Una empresa debería mirar por su propio bien, llegar a los resultados generales para obtener sus beneficios, con la suma de todos los objetivos de sus trabajadores y no estar obsesionados con el fichaje de entrada ni el de salida, las veces que se sale a fumar…

Hagamos ahora autocrítica. ¿Tenemos objetivos para nuestra gente? ¿Podemos mandarlos a trabajar a casa sabiendo que nos darán los resultados que esperamos de ellos y que ellos, a su vez, tendrán la flexibilidad de llegar a sus objetivos de la forma que ellos vean más clara? ¿O seguimos exigiendo el horario de 9 a 6?

* Fuente imágenes utilizadas https://pixabay.com/es/