Hay quienes piensan que la formación es lo único que les va a solucionar todos sus males corporativos y profesionales. Claramente, la formación puede ayudar, pero es el cambio de actitud lo que tiene más peso. Ahora os lo explico en más detalle.
Si buscáramos a la empresa mundial que más cursos ha organizado de gestión del tiempo, sería complicado conseguir ponernos de acuerdo para que entrase en el libro récord de los GUINNESS. Conozco unas cuantas empresas que podrían ser aspirantes a ese título. Lo que ya no tengo tan claro es para qué les han servido dar tantos cursos de gestión del tiempo.
Partamos de la base que una buena formación es necesaria en las empresas para ayudar a sus personas a mejorar y cambiar determinadas cosas. Organizar un curso, acción formativo o programa de x horas es parte del proceso de cambio o mejora del aspecto corporativo que se necesite trabajar.
En ocasiones la formación es el tejado corporativo, sin que los cimientos estén construidos, consolidados ni integrados. Esto hace que la gente tenga la sensación de que esa formación va en dirección opuesta a la organización y, por ende, no sirve para nada. No va a cambiar absolutamente nada, porque eso no forma parte de un proceso estratégico de transformación corporativa.
Otro de los errores que nos encontramos en la formación es que ésta no tiene nada que ver con lo que necesita trabajar esa empresa. Si quieres dar una formación de gestión del tiempo, de motivación o de innovación, para conseguir que funcione de verdad, tienes que detectar previamente los problemas reales de gestión del tiempo, de motivación y de innovación de esa organización y más concretamente de las personas que van a recibir esa formación.
También es habitual que las empresas solo se centren en organizar y dar la formación, olvidando la parte más importante. Implementarla. Esta parte es definir y prever qué ocurre a partir del día que acaba la formación o el programa concreto. Ahora toca seguir poniendo en práctica, consolidando, rectificando, integrando y adquiriendo el nuevo hábito. En los días o semanas que duró la formación se identificaron las bases. Es el momento de trabajarlo y, sin acompañamiento de nuestra empresa, sabemos que rápidamente cae en el olvido y volvemos a los malos hábitos o rutinas de siempre. Pero suele pasar que disfrutamos cuando son otros los que tienen que cambiar y no nosotros.
Es indiferente el tamaño de tu empresa, su sector o la personalidad de las personas que ocupan los puestos de la cúpula directiva. Antes de ejecutar acciones formativas concretas, debes clarificar:
¿Qué necesitas trabajar de forma clara en esa formación?
¿Cuál es el “objetivo” de ésa acción formativa?
¿Qué carencias tienen las personas de tu empresa con respecto a ese tema?
¿En qué os beneficiaria en el ámbito productivo, profesional y motivacional?
¿Qué resistencia al cambio van a poner las personas de tu empresa que reciban esa formación?
¿Qué va a hacer tu empresa para que esas personas integren y pongan en práctica lo aprendido?
¿Cómo vais a medir la utilidad de esa formación?
¿Cómo vais a controlar los desajustes que se producen?
¿Quién hará seguimiento de la puesta en práctica de los cambios que se necesitan en las personas de la organización con esa formación?
¿Qué va a trabajar esa formación diferente a lo que se han trabajado en otras formaciones y no ha funcionado?
La formación es parte del proceso de mejora continua de la estrategia de la organización. Las empresas son entes que les dan vida sus personas. Determinados aspectos deben mutar, evolucionar y cambiar. Es lógico que surjan roces y problemas, pero es momento de buscarle una solución. Si tu gente está desmotivada, toca analizar las causas y ver cómo podemos mejorarlo. El formar sobre este aspecto, puede ser parte del proceso de aprendizaje y cambio. Claramente, si no cambian de forma real aspectos, procesos, políticas, actitudes y comportamientos de la organización y de sus personas, cualquier formación no servirá absolutamente de nada.
Las empresas tienen un plan de formación todos los años; lo hacen ya de forma mecánica, intentan variar las temáticas y las metodologías. Pero hay que plantearse si esas formaciones que reciben las personas de vuestra empresa son los aspectos en los que deben mejorar o cambiar las personas de tu compañía.
Es muy frustrante ver como año tras año la gente de las empresas recibe horas y horas de formación, que luego no se materializan en cambios reales. No te cambia la formación sino lo que haces tú con esos conocimientos y habilidades a partir de ese momento, asumiendo tu margen de mejora y porque realmente quieres cambiar. Pero también es lo que te deja la empresa hacer de forma diferente, con esos conocimientos adquiridos.
La formación no se da para entretener sino para conseguir cambios jugando, creando, pensando y haciendo cosas de otra forma. Eso sí, necesitamos que los participantes estén concienciados para que comiencen a ponerlo en práctica desde el mismo momento que acaben esa formación. Fuera las excusas y las quejas.
La formación es parte del proceso de transformación y cambio estratégico que tiene que estar liderado por la cúpula directiva de las empresas. Las empresas tienen que evolucionar sino se quedarán estancadas y, por ende, en grave riesgo de desaparecer. Tener en tu empresa a personas consolidadas en la mediocridad, que no aportan nada, que no tienen metas, aspiraciones e inquietudes profesionales, hace que la empresa pierda competitividad, y productividad en el mercado laboral, en el sector de la organización y en el ámbito productivo.
La formación es una pieza dentro de un todo permanente en el tiempo. Si la formación la vemos como la vacuna salvadora de todos los males de la empresa, frustrará y no servirá para ir cambiando aspectos reales. Se trata de comparar qué hacía antes de recibir esa formación y qué voy a hacer a partir de recibirla. Y qué me van a dejar hacer con esos conocimientos, dentro de la empresa.
Es momento de pensar…
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