Cuando llegó la pandemia empezaron a sonar grandes cantos de sirena globales, en los que se aseveraba que el teletrabajo había venido para quedarse. La gran mayoría, nos subimos (nos subieron) al carro del teletrabajo y daba la impresión de que el que no teletrabajaba era porque no quería o porque no le dejaban hacerlo.
Por supuesto, muchos trabajos y profesiones no permiten realizar teletrabajo, porque sus funciones requieren presencialidad absoluta.
La COVID ya ha pasado a catalogarse como una enfermedad endémica, que ha venido para quedarse; le han puesto la etiqueta de “normal” y los protocolos que hemos sufrido durante la pandemia, se han relajado. No obstante, como digo siempre, toca seguir siendo prudentes.
Me gustaría preguntar a todas esas empresas que presumieron de implantar el teletrabajo en sus plantillas: ¿Continúan permitiendo teletrabajar como parte de la flexibilidad estratégica corporativa?
De la misma forma, a aquellos que podían teletrabajar me gustaría plantearles estas cuestiones ¿puedes seguir eligiendo si quiere teletrabajar o no? ¿a día de hoy, sigues teletrabajando? ¿Quién ha decidido que ya no puedas teletrabajar?
Lo que era algo habitual durante la pandemia se ha convertido en algo residual; bastantes empresas han comunicado que el teletrabajo se acaba y toca volver a la presencialidad absoluta, porque era lo que se hacía antes y, por ende, toca volver a lo de siempre. Yo aconsejaría a las empresas que se plantearan qué nivel de productividad ha existido con el teletrabajo y qué nivel de productividad existía con el trabajo presencial. Toca medir y comparar los resultados. Igualmente plantéate, mide y compara la implicación y la motivación de tus personas cuando su trabajo era presencial y cuando hacían sus tareas en remoto.
Si esa decisión de convertir el teletrabajo en algo residual es una decisión consensuada, decidida y tomada por la globalidad de la empresa nada que decir. El problema es que, en la mayoría de las ocasiones, esa decisión de eliminar el teletrabajo ha sido tomada de forma unilateral por la cúpula directiva de la compañía. Esto hace que se tire por tierra todo lo que se había avanzado respecto a flexibilidad, conciliación y motivación en las compañías en el ámbito global.
Cuando todo estaba perdido con respecto al teletrabajo, debido al conflicto bélico de Ucrania, han subido los precios de la energía y de la gasolina. También la inflación está por las nubes, haciendo que los precios en España debido al auge de la inflación no fuesen tan altos desde 1984. Este año está todo muy caro y los salarios, al menos en España, no han subido en esa proporción, es decir, que te toca hacer lo mismo o más, con todo tres veces más caro. Eso supone mucho más endeudamiento de las familias y las empresas.
Las empresas han visto como el coste de la energía, ha conseguido que lo que pagaban por la electricidad, gas y otros temas se haya triplicado, en esto influye el consumo de luz, calefacción y aire acondicionado. Ahora que todo el mundo ha regresado a la oficina, se intenta reducir el consumo de aire acondicionado, cuando este verano hizo un calor permanente y asfixiante, siendo insufrible, debido al cambio climático y sus consecuencias. Algunas empresas, prohíben encender el aire acondicionado hasta determinada hora, hasta que no se llega a una temperatura o se dice que uno se aguante el calor. No quiere pensar cuando llegue el frío con el tema de la calefacción. Y no podemos negar, que, si hace calor, se lleva muy mal, cuesta más concentrarse, rendir y ser productivo.
Luego las personas que están trabajando en presencial y que cogían con asiduidad su vehículo particular, han visto como la gasolina y el diésel, está por las nubes. Si antes te costaba llenar el depósito 40 euros, ahora te cuesta 90 euros, esto hace que coger el coche se esté convirtiendo en algo prescindible, si uno echa números. Dentro de poco el regalo estrella para estas navidades no será el último modelo de móvil o la nueva fragancia de colonia, sino un cheque regalo de electricidad o gas para dos meses.
Es más, muchas personas, están compartiendo cada vez más coche para compartir y reducir el coste individual por el uso del coche. También mucha gente se ha dado cuenta que es mucho más económico el usar el transporte público, si tienen esa opción para llegar a su trabajo, aunque tengan que invertir más tiempo en ir al trabajo y de la misma forma tengan que madrugar bastante más. La cuestión es conseguir ahorrar y que la economía familiar no se resienta en exceso. Estos precios no tienen pinta de bajar, al menos a corto plazo, más bien será a largo plazo.
Esto hace que muchas cúpulas directivas, con la calculadora en la mano, se den cuenta de todo lo que ahorrarían mandando de nuevo a teletrabajar a aquellos que pueden hacerlo. Es decir, están volviendo a plantearse como habitual el teletrabajo, el tener las oficinas cerradas y con escaso consumo de energía les ahorra miles de euros al día, a la semana, al mes y al año. Luego los empleados ven una ventaja añadida al teletrabajo, es decir, no tienen que coger el coche para ir al trabajo y ahorran en gasolina o diésel. Eso sí, tocará poner encima de la mesa ¿quién asume el aumento del consumo de energía, electricidad y gas en los domicilios particulares de las personas que teletrabajan? Estar más horas en casa teletrabajando, supone más consumo de electricidad, aire acondicionado, calefacción y teléfono. Debería existir algún tipo de compensación por parte de la empresa y/o proporcionar una subida salarial, debido al aumento considerable de los costes de tele trabajar para las personas que trabajan en tu compañía.
Este nuevo resurgir leve del teletrabajo se está debiendo exclusivamente al ahorro de costes para las empresas y no está propiciado por haber recapacitado, en que ayudaban a conciliar, flexibilizar y motivar a las personas que trabajaban con ellos. ¿Por qué motivo no se pregunta a los empleados qué prefieren o necesitan? Es una forma de escucharlos e intentar satisfacer sus preferencias, siempre que sea posible hacerlo.
Toca adaptarse para garantizar la viabilidad y supervivencia de las empresas, que son las que nos garantizan tener ese trabajo.
No se puede recurrir al teletrabajo solamente cuando sea “obligatorio” para las empresas y sus cúpulas directivas. Toca tener en cuenta mucho más la opinión y el sentir de las personas que trabajan en tu organización y a las que necesitáis para cumplir con los objetivos establecidos. Son parte importante de tu empresa y toca demostrarlo.
El gran error es que no se ha implementado el teletrabajo dentro de la estrategia corporativa, es una opción más a poder ofrecer a las personas que lo puedan y/o quieran utilizar. Bien planteado, es un nuevo beneficio a ofrecer a las personas que están trabajando o se planteen en un futuro trabajar en vuestra compañía.
Como siempre digo, el teletrabajo, visto desde la empresa, puede parecer como que se permite a las personas “escaquearse” de trabajar mientras que están más controlados si están en la oficina. Lo importante ¿qué es? Que estén controlados o que hagan su trabajo. Un puesto en teletrabajo debe tener unos objetivos realistas que se tienen que cumplir. No es “vete a casa a hacer lo mismo que haces aquí, en el mismo horario”.
El permitir el teletrabajo, es una ventaja que muchos apreciaran y, por ende, serán más productivos. Otros, preferirán quedarse en la oficina.
Tenemos que ver como empresa los beneficios que nos proporciona que la gente teletrabaje, con independencia de que suponga hacer las cosas de otra forma. La vida es cambio constante nos guste o no. Si no nos adaptamos, puede ser que el ciclón transformador nos haga desaparecer, por nuestra nula visión de la necesidad de evolucionar por nuestra supervivencia y crecimiento.
¿Por qué motivo ya no permites a tus personas teletrabajar?
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