Internet es gratis. Al menos, para el usuario, pero… ¿lo es realmente? Alguien lo paga y mientras lo siga haciendo, todos disfrutaremos del servicio gratuito. De la misma forma, periódicos, blogs especializados y similares eran gratuitos, pero ya se está imponiendo el pago por acceder a los mismos.

Creo que todos éramos conscientes de que esto era insostenible. La gente no tiende a valorar ni agradecer la información a la que tiene acceso a dos clics y sin pagar un céntimo de euro. Los periódicos de papel, con la llegada de sus ediciones digitales, han ido notando de forma abrumadora la reducción de la compra de ejemplares en papel, por la gratuidad de sus ediciones online, aunque las noticias no son las mismas en ambos formatos. Eso sí, desde hace ya tiempo los periódicos han reducido prácticamente el acceso a sus noticias en su formato digital; si quieres acceder a sus ediciones online y consumir sus noticias, tienes que suscribirte pagando una cantidad mensual o anual.

He oído en muchas ocasiones decir, “no pienso pagar ni un céntimo de euro por acceder a la información de cualquier medio de comunicación”. Si esta es tu opción, es muy probable que, en un futuro no muy lejano, no estés al día de lo que pasa en el ámbito de tu interés. Es posible que, si sigues buscando solamente lo gratuito, te quedes con información sin desarrollar, posiblemente, sesgada.

Está claro que, aun así, existen opciones de poder seguir accediendo a la información gratuita de medios de comunicación y a los libros, en las bibliotecas municipales están disponibles los periódicos de cada día. Eso sí, tienes que ir a la biblioteca físicamente para poderlos consultar. Los libros, si quieres las últimas novedades, no las tendrás disponibles, aunque siempre existen diversidad de libros interesantísimos que leer de diversas temáticas. Lo que está claro es que el que no está actualizado e informado de la realidad de cada momento es porque no quiere.

Ahora os pregunto: ¿pagarías por acceder al contenido que consumes en las redes sociales? ¿valoras el trabajo de las personas que publican el contenido que te gusta? ¿Estarías dispuesto a publicar tu conocimiento y tus reflexiones de forma gratuita? ¿Asumes que las personas necesitan ingresos para sobrevivir?

Está claro que nuestros conocimientos, cómo los aplicamos, lo que sabemos resolver con ellos, nuestras soluciones, nuestras reflexiones y aprendizajes vitales y profesionales tienen un valor y, por ende, es lógico que tengan un precio, porque nuestro tiempo es limitado, como el de todo el mundo. Debemos decidir muy bien en qué lo invertimos y sobre todo que a la gente a la que se lo dedicamos lo valoren y agradezcan, cosa que no siempre ocurre.

Lo que está claro es que la gente que creamos contenido temático, tenemos que darle una vuelta de tuerca y buscar formatos por los que poder cobrar a nuestra comunidad por nuestro conocimiento y sapiencia. Por ejemplo, vender cursos específicos, prácticos y novedosos con mayor profundidad que en algunos artículos que pueden ser gratuitos o no.

Escribo con asiduidad en mi blog y en otros medios escritos desde el 2007 y la experiencia es un grado; ya sé diferenciar si alguien me pide colaborar en su portal, periódico o página de forma gratuita o remunerada. Por ese primer, mensaje se identifican muchas cosas. En mi caso, he colaborado con muchos portales de forma gratuita; además, el contenido de mi blog es gratuito, no cobro por acceder a él. Cuando me solicitan artículos de investigación o inéditos sobre una temática, obviamente solicitó remuneración. Además, doy prioridad a los contenidos de medios que me pagan por mis reflexiones. Partamos de la base, que la vida tiene un coste y se trabaja para poder vivir. Pero no penséis que soy un “pesetero”. Además del contenido gratuito en mi blog, colaboro de forma altruista en aquellos proyectos en los que decido yo y siempre que vea que valoran mi trabajo, además siempre que lo que piden sea coherente y no abusivo.

En ocasiones, hay quienes me dicen “¡Venga Juan! Escríbeme un artículo que a ti no te cuesta nada, que ya estás acostumbrado a escribir”. Está claro que al que no lo hace, no le cuesta nada. Escribir un contenido lleva su proceso y su tiempo, toca apuntar la idea, reflexionar, plasmar, adaptar, revisar y, al final, ya publicar. Y, además, hay que aportar valor a tu público objetivo, le quieres hacer reflexionar, quieres provocar en ellos un cambio y quieres que se sientan identificados con lo que dices.

Hoy en día cuesta encontrar contenido fresco, diferente, que aporte y que plasme ideas, vivencias y aprendizajes. Tiendo a ver contenido enlatado de otras temporadas, además es que ya es habitual verlo no solo en épocas estivales sino en otras épocas del año, que a priori son de mayor carga de trabajo.

Lo que está claro es que al escribir algo debes plantearte qué aporta diferente a tu público, a quién se dirige ese texto, si lo has escrito pensando en ti o en tu público, qué aprendizajes se llevan las personas que lo leen, por qué motivo es diferente, si consigues conectar con las personas que te leen, si publicas esa información en los medios y portales en donde está la gente que sepa valorarla, si te conoce la gente qué valoraría tu contenido…

No hay que olvidar que el público es imprevisible y, en ocasiones, a mí me ha pasado que he trabajado mucho un contenido, investigando y poniéndome en lugar de las personas que lo van a leer y luego pasa desapercibido. En otros momentos publicas algo mucho más liviano desde tu perspectiva y genera mucho impacto, comentarios y viralización. La vida es una caja de sorpresas.

Partamos de la base que hoy por hoy hay una sobresaturación de información repetida. Esto no ayuda a que la gente esté dispuesta a pagar por dicha información. No obstante, todos tenemos poco tiempo y no podemos estar surfeando la cantidad ingente de documentos. Tenemos que saber buscar, filtrar y encontrar la información que nos aporta valor y que realmente queremos consumir. Y la forma de pago, posiblemente, sea un aliado.

Que la gente te siga no significa que consuman tu contenido, que sean conscientes que te siguen y que sepan de qué escribes. Activar el botón de “seguirte” es darle a un botón y en el momento que sigues a más de 50 o 100 personas, si son activas en sus publicaciones, es imposible poder leer todo. Vivimos en la época de la premura y leemos las cosas en vertical, es decir, no prestamos la atención que se precisa a la información para procesarla y comprenderla. Tenemos que potenciar la calidad del contenido que consumimos por encima de la cantidad de contenido.

Mucha gente guarda de forma constante cualquier contenido que le parece interesante; es más, todos tenemos más contenido almacenado que tiempo disponible para poder consumir todo ese material.

No tengo problema en admitir que una de mis fuentes de inspiración para generar ideas y reflexiones nuevas, es leer las publicaciones de otras personas que para mí son referentes, que publican cosas diferentes a mí, que me hacen pensar y que me hacen replantearme mi forma de ver el mundo o un tema. Una persona que publica contenido, tiene que dedicar una parte importante de su tiempo a leer lo que otros dicen o piensan.

Me gustaría que te plateases estas preguntas: ¿Por qué motivo decides seguir el contenido de una persona? ¿Has contratado los servicios de personas de las que consumes su contenido? ¿Lees todo el contenido de tu interés que esas personas publican?

Lo que tengo claro es que cada vez vamos a tener que pagar por el contenido diferenciador y que nos hace reflexionar; vamos a ir hacia el contenido a la carta. Para acceder a él, tendrás que pagar, algo que te permitirá ahorrar tiempo, porque pagas por la información que necesitas, quieres y te ayuda. Muchas veces, acceder a la infinidad de información disponible de forma gratuita nos hace perder un tiempo que no tenemos o que no podemos perder en esas tareas, porque dejamos de hacer otras cosas más prioritarias para nosotros en todos los aspectos.

Por supuesto, cada persona que haga lo quiera, lo único es que también tenemos que ponernos en el lugar de la persona que crea contenido. Él/ella también tiene derecho a decidir lo que quiera, aunque su decisión no nos guste o encaje.

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