Sofía sonreía porque estaba a punto de comenzar su nueva vida y estaba muy ilusionada. Sentía esos nervios de sus primeras aventuras laborales, hacía tiempo que había dejado de sentir esto.

Pero conozcamos un poco el pasado de Sofía. Nos trasladamos a enero de 2021. Sofía llevaba trabajando en el área de recursos humanos y/o de gestión de talento más de 25 años, de los que 10 años los había pasado en el grupo IMPULSO, donde estaba ahora como responsable de RRHH. Aún le quedaban más de 15 años de carrera profesional. Aunque todo el mundo (incluida ella) daba por hecho que acabaría su carrera profesional allí. Aunque no era consciente de lo agotada emocionalmente que estaba.

Sofía había terminado el año 2020 sintiendo que algo no encajaba en su vida profesional, a pesar de tener un buen puesto y unas condiciones competitivas en comparación con el mercado laboral.

En un proceso de promoción interna para jefe/a de Contabilidad, la cúpula directiva se decantó por Francisco Cabello, un candidato con alguna carencia, a pesar de la recomendación de Sofía de que la persona adecuada para ese puesto era Saray, que estaba muy preparada y motivada.

Tras la decisión firme de la cúpula, Sofía notificó a Saray que en esta ocasión habían apostado por otra persona, pese a tener claro que ella era valiosa también para el Grupo. Saray no se lo tomó muy bien, pues veía que iba pasando el tiempo y no conseguía avanzar. Sofía intentó calmarla diciéndole que su oportunidad llegaría en breve, que tenía que ser paciente. Saray se marchó resignada y fue directa a su ordenador. Esa misma tarde, Saray presentó su carta de baja voluntaria de la empresa. Nadie lo esperaba, ni sus responsables directos ni recursos humanos. Todos los intentos por convencerla fueron en vano. No se sentía valorada por lo que decidió buscar una organización que viese su valor y le permitiese brillar. A los dos meses Saray tenía dos ofertas como responsable de finanzas de dos empresas, una multinacional y una startup.

Pero Sofía, a diferencia de otras veces, no se quedó impasible. Algo hizo clic en su mente; al llegar a su casa comenzaron a amontonarse en su mente ideas que le hacían ver que sus valores ya no estaban representados por las acciones que acometían en el grupo IMPULSO.

Vinieron a su mente pensamientos de esos candidatos buenos que se dejaban fuera de algún proceso de selección por su edad u otro motivo no aceptable y como se seleccionaba y promocionaba a gente que no era la más adecuada, como no se contaba con la opinión de los empleados en los procesos, herramientas y políticas que les afectaban y en otras situaciones en las que la empresa tenía que preocuparse por su talento. La empresa seguía aplicando “café para todos. Sofía había mirado para otro lado y había digerido estas injusticias, pero había llegado el momento del cambio. Como responsable de RRHH debía tener más peso su opinión. Se propuso hablar con el director general para intentar cambiar las cosas.

Él escuchó sus ideas, aunque ya le dijo que no iban a cambiar las cosas a medio plazo en el grupo IMPULSO. Tras meditarlo con la almohada, al día siguiente, Sofía presentó su dimisión irrevocable como responsable de RRHH del grupo IMPULSO. Saray había sido su inspiración.

La cúpula directiva del grupo IMPULSO le ofreció más dinero, porque estaban convencidos de que se iba a la competencia, que ya le había tanteado en varias ocasiones y ella había rechazado. Sofía comunicó que no se iba a ninguna empresa; se marchaba porque había dejado de tener ilusión por lo que hacía y había dejado de creer en su profesión y en el propósito de dedicarse a RRHH, que era luchar por dar valor al talento de las personas en empresas que demuestran con acciones reales que sus personas son lo más importante.

Esa tarde Sofía llegó a su casa pletórica, aunque al meter la llave en la puerta de su casa, sintió un escalofrío. Estaba segura de que su marido e hijos no iban a entender su decisión. Tras contárselo, aunque aceptaron su decisión, no la entendían. Su marido le dijo que antes de dejar el trabajo, debía haberse asegurado tener otro. Y su entorno también se lo reprochaba: “A tu edad, te costará recolocarte”, “¿De qué vas a vivir si no tienes derecho a cobrar la prestación a pesar de tenerla generada” …

Su vida cambió. Empezó a dormir como una niña y de un tirón. Aunque no era consciente, se dio cuenta de que los domingos desde hacía tiempo eran una tortura para ella. Ahora tenía claro que ella era lo más importante.

Empezó a ponerse a ella por delante de todo. Y empezó por especializarse. Se apuntó a dos másteres, uno de metodologías ágiles aplicadas a los RRHH y otro de Inbound Recruiting. Comenzó a dar clases de RRHH en una universidad online. También quedaba mucho más con su familia y amigos. Era feliz con su nueva vida. Había rechazado varios proyectos que le pusieron encima de la mesa, porque no era el momento. Estaba reflexionando con ella misma para ver qué necesitaba, qué quería hacer y, a partir de ahí, tomar decisiones.

Sofía tenía claro que era una privilegiada porque, así como otras personas tenían que aceptar el primer trabajo que le ofrecían, ella disponía de ahorros y su marido tenía un buen trabajo muy bien pagado.

Fue pasando el tiempo y llegó septiembre de 2021. Su sobrino Israel llevaba un año trabajando en la startup Renacer, que se dedicaba a ayudar a las personas a encontrar el puesto que necesitaban y a las empresas a encontrar el talento que precisaban. Sobre todo, estaban especializados en perfiles IT. Esta empresa había pasado de 10 trabajadores a 100 en un año. Habían recibido 10 millones de euros de inversión en una ronda de inversión internacional. Justo anunciaron a los empleados que Renacer buscaba a un responsable de RRHH para pilotar y dar forma a ese crecimiento. Israel se acordó de su tía Sofia y decidió presentar su candidatura espontánea, sin avisarle. Los dos socios pedían el perfil de LinkedIn y un dossier profesional. Durante esos últimos meses, había trabajado con su tía ambas cosas y tenía una copia de ambos documentos. Lo mandó sin pensarlo dos veces, para ver qué pasaba.

Fueron pasando las semanas y Sofía estaba participando en varios procesos de selección que le hacían mucha ilusión. Iba pasando las diferentes fases y llegó al final de dos procesos de selección. Era candidata finalista para dirigir el área de recursos humanos del grupo VVX y también finalista para dirigir el crecimiento del área de RRHH de la startup Renacer. Le ofrecieron ambos puestos de trabajo, aunque tenía claro que un trabajo era continuar con lo de siempre y otro era hacer algo nuevo e ilusionante. Pidió un poco de tiempo para tomar la decisión.

Pero ya había tomado su decisión. Llamó a su sobrino para decirle que a partir del mes siguiente iban a ser compañeros de trabajo, porque había decidido aceptar la oferta de la empresa Renacer. Él le confesó que había sido precisamente él quien había presentado su candidatura al puesto.

Sofía estaba ilusionada con ganas de hacer las cosas a su forma y esta empresa innovadora en proceso de crecimiento le permitía hacer las cosas bajo ese prisma integrador en donde las personas y su talento están en el centro en realidad y no en apariencia. Además, estaba actualizada y al día con ganas de aportar nuevas ideas.

Ese lunes de enero del 2022 estaba en una cafetería con muchas ganas, miedo e ilusión, por comenzar un año después su bagaje profesional en una empresa que pensaba en global. El sol le daba en la cara y sabía que su pálpito de hace un año fue el adecuado, a pesar de no haber sido entendida por su entorno.

No sabía si esta empresa sería la definitiva, aunque sí sabía que ahora tomaba sus propias decisiones con su propósito profesional como abanderado.

Sofía ha comenzado una nueva etapa profesional. ¿A qué esperas tú?

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