Algunas empresas y sus cúpulas directivas piensan, asumen o dan por seguro, que todas las personas que trabajan en sus organizaciones harán una venta de esas compañías a las personas que conocen.
Imaginemos que María trabaja como vendedora de perfumes en la multinacional SCENTIA. Lleva trabajando 4 años sin que su empresa se preocupe de sus necesidades, problemas ni expectativas. Ella es consciente de que el producto es más caro que el de la competencia, sabe que las reclamaciones son lentas y, si ella vende bastante es por su asesoramiento personalizado, aunque esto último es un añadido de ella, es decir, depende de cada vendedor, no es algo que potencie su empresa, para todas las personas que ocupan el rol de vendedor/a de perfumes lo hagan. La motivación, es mínima. ¿Por qué María va a recomendar a su familia, amigos y conocidos que compren ahí sus colonias? Si vemos que no está 100% motivada y además su puesto no corre peligro por el número de ventas que genera entre su red de personas. De la misma forma, sus condiciones laborales son, en ciertos beneficios, inferiores a empresas de la competencia, aunque tenga personas cercanas que busquen empleo, no es probable que les recomiende como primera opción para trabajar esta organización.
Las empresas y sus cúpulas directivas deben de preocuparse de sus personas de forma real. Si les da igual cómo se encuentren sus personas dentro de esa empresa, asume que harán la venta que quieran de vuestra compañía, que no siempre será positiva ni satisfactoria.
Los mejores vendedores de una compañía son sus propias personas; la conocen y en según quienes, tratan directamente con los clientes, candidatos, proveedores, etc. Una persona que busca un producto, servicio, empleo, un distribuidor o un partner, buscan sinceridad, naturalidad, realidad, cercanía, coherencia y transparencia. Esto no siempre ocurre en el marketing directo o indirecto que hacen algunas empresas; su objetivo principal es que la gente compre su producto o servicio. Lo único es que el potencial cliente también necesita saber cómo será tratado si su producto sale defectuoso, si tiene un problema o si tiene que reclamar. Todas las empresas siempre dicen que se enfocan en sus clientes, candidatos o proveedores, pero esto se tiene que demostrar, que es realmente así, con acciones que demuestren esas palabras.
Últimamente, con el desembarco de las redes sociales, se ha puesto muy de moda establecer planes de embajadores de marca dentro de las empresas, para que usen sus cuentas individuales de las redes sociales y profesionales para hacer una venta satisfactoria de su empresa. Lo único es que esa venta indirecta de las bondades de la organización, es voluntaria, es decir, no pueden obligar a los trabajadores a realizarlo. Para establecer programas de este tipo, primero debemos de asegurarnos en conocer qué nivel de satisfacción tienen nuestros empleados con nuestra compañía, sus condiciones laborales, su desarrollo profesional, su salario, etc., qué nivel de motivación tienen con su trabajo y con la empresa, qué nivel de participación real les permiten a sus empleados en aspectos que les afectan…
Una empresa tiene que demostrar con sus acciones que sus personas les importan siempre y no solo cuando los necesitan para algo concreto. Esto se demuestra adecuándose la empresa a cada persona cuando tiene una necesidad, problema, expectativa, inquietud o petición, viendo en qué medida se les presta la atención y el tiempo que precisan.
Está claro que todas las personas son importantes dentro de una empresa y esto se lo tenemos que demostrar. Es importante tener identificados qué personas se involucran, se esfuerzan, producen y dan lo máximo de ellas. No puede ser que todas las personas, con independencia de que trabajen, se preocupen y se involucren más o menos, reciban lo mismo por parte de su organización. Este tipo de políticas de “café para todos” consiguen desincentivar a las personas que más se esfuerzan y trabajan. No puede ser que la gente que más trabaja y aporte se le recompense con más trabajo y que la persona que se preocupa poco de la empresa, se libre de parte de su trabajo. Eso sí, a la hora de la verdad, los beneficios corporativos para todos los empleados son los mismos, esto no tiene ninguna lógica ni coherencia.
En ocasiones las personas que más se quejan suelen ser las que menos aportan o hacen. Debemos cuestionarnos o preguntarnos a nosotros mismos por qué motivos otras personas de tu empresa cobran más que tú ocupando ese mismo rol, qué hacen o consiguen para que cobren más que tú…
Una vez que conoces el nivel de satisfacción real de tus personas, tienes que ponerte manos a la obra para cambiar cosas que no funcionan o que son mejorables. Se trata de optimizar el bienestar y satisfacción de tus personas, porque son parte vital de tu empresa. A partir de aquí, toca experimentar, pidiendo voluntarios que quieren abanderar el programa de embajadores de marca y que quieran contar su experiencia. Va bien proponérselo a personas que están muy identificadas con la compañía, que sienten pasión por trabajar con nosotros, que se sienten parte importante de la empresa y que no dudan en ayudar a los demás siempre que tienen oportunidad.
Se trata de probar en formato “beta” este programa de embajadores de marca. A un embajador de marca no hay que decirle lo que tiene que decir o hacer. Tiene que salir de él/ella. Pero sí que puede ayudar que, desde la organización, se oriente en una dirección que pueda ayudar la imagen de la empresa, no para mentir, no me mal entendáis, sino para que sus argumentos estén en línea con los de la empresa. en donde a los empleados que quieran participar se les forme y prepare de cara a que cuenten sus historias de forma natural, real, transparente y creíble. Un programa de embajadores de marca no consiste en preparar a tus empleados para decirles lo que tienen que decir.
Hay quienes marcan unas pautas estrictas y homogéneas sobre cómo comunicar las cosas, que imágenes usar, tono, lenguaje, estilo, etc. Esto es crear un manual interno con reglas y estilo a seguir. Esto tiene sentido cuando utilizan los canales corporativos de la empresa. Pero no lo tiene cuando utilizan sus canales personales para contar de forma libre su experiencia de forma parte de esa organización; puede usar esas imágenes corporativas para sus redes, si les apetece hacerlo. Lo único es que no podemos olvidar que las cuentas de las redes sociales y profesionales individuales de cada empleado son suyas y le presentan en primer lugar a él, con independencia de que esté vinculado profesionalmente a alguna empresa o proyecto.
El sistema de embajadores de marca se debe trabajar de dentro hacia afuera. Si nuestras personas se sienten a gusto, comprometidas, valoradas, escuchadas y atendidas, lo transmitirán en sus acciones habituales, mostrando que están orgullosos de formar parte de esa empresa. Si la gente percibe que su empresa les ayuda, no van dudar en vender esa organización a las personas de su red personal, familiar y profesional.
Una empresa por sí sola no es mejor o peor; esto lo consiguen las acciones y decisiones que se acometen por las personas que gestionan, lideran o dirigen esas compañías.
Tener gente en las empresas descontenta, enfadada, desmotivada y desconectada redunda en perjuicio de nuestro cliente final y, por ende, de la imagen de la empresa. Debes ser coherente entre lo que exiges a tus empleados y lo que reciben a cambio. Si una persona tiene un salario muy por debajo del mercado y una carga excesiva, no puedes pretender que esté muy involucrada y que, además, se desviva por el cliente. Está claro que no es justificable, siempre tiene la opción de no trabajar, sin embargo, necesita trabajar para vivir. Nos pagan por hacer bien nuestro trabajo.
Ser un embajador de marca es estar orgulloso de la empresa en la que trabajas y admitirlo públicamente. Mucha gente simplemente habita las empresas y no siente esa pasión de pertenecer a esa organización. Es más, muchas empresas no hacen nada en su estrategia para que sus personas se sientan parte de esa empresa. Son pequeños detalles permanentes en el tiempo los que consiguen cambiar la percepción de nuestras personas hacia nuestra compañía.
Si una persona no duda en demostrar su orgullo de pertenencia por decisión propia, lo mínimo que puede hacer la empresa es reconocérselo y contar con esa persona para conseguir contagiar a los demás compañeros de ese espíritu. En ocasiones, determinadas áreas de la organización, critican esas acciones por no seguir el toque comercial corporativo, que le suele restar de esa naturalidad y humanidad y credibilidad. Es momento de que las empresas se planteen en quién se pueden apoyar para consolidar su imagen corporativa.
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