Todo el mundo, en ocasiones, nos creemos el ombligo del mundo y por ello, nos perdemos oportunidades en la vida profesional por no escuchar a los demás.

En épocas pasadas la gente tenía mucho cuidado de lo que decía y preferían estar en la retaguardia, sin manifestarse. Con los años, hemos ganado la libertad de expresión que es un gran derecho. No obstante, hay que tener un poco de tiento, y evitar decir lo primero que se nos pase por la cabeza. Debemos pensar dos veces lo que vamos a decir y analizar si eso que decimos aporta algo de interés y de valor a la conversación. Ojalá muchos aplicasen esta máxima en su día a día; si no tienes nada interesante que decir, mejor seguir callado. Parece que la gente tiene que saber de todo y opinar por ello, aunque no se le pregunte.

La gente que tiene éxito en la vida personal y profesional, suele tener como virtud la escucha activa, para obtener información que le pueda ayudar a posteriori. Algunas personas saben escuchar y almacenan esa información para luego estudiarla y proponer alternativas a sus necesidades.

El siglo XXI, con la llegada de la denominada “era de las nuevas tecnologías” ha puesto en peligro de extinción la escucha activa, que cada vez se estila menos. Nos invitan a hacer mucho ruido, pero, como dice el refrán, en muchas ocasiones, hay pocas nueces. Muchos hacen que están escuchando, cuando realmente no saben en absoluto lo que les está diciendo la otra parte y lo peor es que, además, les da igual. Vivimos en la época de la inmediatez y de las múltiples interacciones.

Esto requiere que tengamos interés en cambiar. Para empezar de qué tiempo dispones para invertir en los demás. Y éste, debe ser de calidad. Para ello, no se puede estar llevando otra acción mientras se esté en esa conversación. Nada de consultar el móvil, estar al ordenador respondiendo un email, leyendo el periódico o cualquier otra tarea. Debes poner todo tu foco y atención en la otra persona. También es importante que evites interrumpir para hacer contrarréplica de todo; ahora la parte importante es tu interlocutor: se trata de averiguar y entender cómo se siente, qué necesita, qué le preocupa, qué problemas tiene, etc. Hay que ponerse en su lugar. Una vez acabe, casi seguro, la otra parte te pedirá opinión. A veces, opinamos sin saber toda la historia, porque no hemos escuchado. Pero nosotros sabemos de todo. Error.

Y recordemos, no es lo mismo oír que escuchar. Las personas que oyen están esperando a que el otro acabe para meter baza o cortan sin dudarlo para preguntarle algo.

Estoy seguro que todos vosotros en vuestro fuero interno pensáis que escucháis mucho a los demás. Esto no me vale porque solemos ser bastante indulgentes con nosotros mismos. Te planteo una serie de preguntas y saques tus propias conclusiones: En una conversación… ¿Cuánto porcentaje de tiempo dedicas a hablar? ¿Cuánto a escuchar? ¿Cuántas veces interrumpes a la otra parte? ¿Cuántas veces respondes a todo lo que dice? ¿Qué conclusiones sacas de esa conversación? ¿Qué necesidades tiene la otra parte? ¿Qué información usas para fidelizar o retroalimentar a la otra parte?

Es verdad que algunas conversaciones se deben redirigir para que vaya avanzando, pues divagan cambiando constantemente de tema, sin ir al grano.

Otras veces va bien repetir parte de los mensajes que nos manda la otra parte para que asegurarnos de que el concepto quede claro, que nos quedamos con las ideas correctas, para que las pueda matizar si es necesario. Si algo no te queda claro de su mensaje, es el momento de preguntar.

No juzgues a tu interlocutor, aunque solemos hacerlo de forma constante. Muchas veces la otra parte necesita desahogarse y tener una cara amiga. Necesita mostrarte sus sentimientos y cómo se siente por esa situación para, a partir de ahí, ser capaz de reconducirla.

Va bien que le pongamos palabras a sus sentimientos; algunas personas nos dan datos y nos cuentan hechos, aunque olvidan exteriorizar lo que los produce. Poner palabras a los sentimientos nos ayuda ser capaces de avanzar.

Tienes que ponerte en situación, no es lo mismo escuchar a un amigo, que a un familiar, que a un compañero de trabajo, que a tu jefe, que aun cliente o potencial cliente. Normalmente, tendemos a centrarnos en lo que quieres o necesitas tú, olvidando tener en cuenta lo que necesita o precisa la otra parte. La escucha nos suele ayudar a conseguir lo que queremos, aunque al ritmo que quiere la otra parte. En las conversaciones, la otra parte necesita sentirse importante y escuchada, si ve que solo tienes interés en “emplumarme algo” y que para ti es uno más, vas a conseguir poco éxito. Una conversación puede tocar muchos temas que no siempre tienen que ver con el fin último de tu conversación. La confianza se genera hablando un poco de todo. Hay quienes son muy herméticos y echan para atrás a los demás, porque nos da la sensación de que ocultan algo. Tenemos que ir dando poco a poco confianza, aunque eso suponga exponernos.

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Los silencios y saberlos gestionar son una de las partes más importantes. No olvides que es importante ayudar a la otra parte y no conseguir el efecto contrario. Muchas veces ignoramos la batalla que está luchando la otra parte o la situación por la que está pasando. Así que debemos ser amables y considerados con los demás.

¿Nos os ha pasado en alguna ocasión que quedas con otra persona para contarle algo y sentirte mejor y sales más angustiado? No debemos alarmar y hacer sentir peor a la otra parte. Debemos entenderla, aunque nos cueste, si quiere conocer nuestra opinión ya nos la solicitará de forma concreta. En ocasiones, lo que menos necesitamos es conocer las opiniones de los demás. Comprender supone intentar animar y reconducir. Siempre va bien dar aliento, cuando alguien ve todo negativo o se encuentra en un callejón sin salida, en donde no ve soluciones. Si es factible, es preferible quitar algo de hierro y decirle que debe pasar el tiempo y comenzar a mirar el asunto con realidad, aunque sin dejar de ser positivo.

Si te encuentras entre ese reducido grupo de personas que asume que debe mejorar su escucha, tienes que comenzar ya, muérdete la lengua y pide disculpas si interrumpes, esconde tu teléfono móvil en el pantalón, cartera o bolso. Va bien desactivar las notificaciones; el 98% de lo que nos llega por el móvil es superfluo y carece de importancia real.

Después evalúa si desde que escuchas más a los demás, eres capaz de percibir más cosas. Muchas veces obtenemos mensajes de lo que nos cuentan y de lo que omiten, aunque su lenguaje corporal delata que nos oculta cómo se encuentra realmente. Se conoce a las personas y sus necesidades escuchando. Al final deberíamos hablar un 25% o 30% del tiempo y escuchar el otro 75% del tiempo. Es difícil hacerlo y complicado llevarlo a ejecución.

A la gente le gusta que sepas información sobre ellas y que te acuerdes de todo, esto les hace sentirse especiales. Siempre es bueno anotar información relevante de nuestra red de personas, es decir, cumpleaños, otras fechas importantes para cada persona y otros datos relevantes. Hoy en día con los Smartphone es muy fácil, te lo recuerda todo y así no lo tienes que llevar en tu cabeza.

¿Qué haces para mejorar tu capacidad de escucha?

* Fuente imágenes utilizadas https://unsplash.com