Hace no mucho coincidí con un grupo de padres y madres que tienen a sus hijos en diferentes etapas educativas. Me han hablado familiares y amigos de los apasionantes grupos de padres y madres de la escuela del WhatsApp, que se aman u odian, aunque muchos optan por desactivar las notificaciones de ese grupo para vivir más tranquilos. Por el momento, me libro de esos emocionantes grupos. En ese debate con amigos el tema del nivel de exigencia a sus hijos y surgió la pregunta ¿Por qué motivo se les exige tanto? Manifesté mi opinión, indicando que se debe verificar de alguna forma la adquisición, compresión y aplicación de los conocimientos necesarios, aunque maticé que las pruebas memorísticas no consiguen, en muchas ocasiones, ese efecto. Se memoriza para pasar el examen y no para asimilar ese conocimiento o competencia. Al final, varias de los padres indicaron que en nuestra época no se nos exigía esa presión y esfuerzo. Protestaban de que ahora había cambiado todo mucho. Surgió en el ambiente el tema de bajar el nivel de exigencia, es decir, de ser bastante más benevolentes a la hora de evaluar.  En un momento dado, comenté que todo lo que merece la pena conlleva un esfuerzo y que se les debe enseñar a nuestros hijos e hijas desde temprano. Es verdad que quizás deban cambiar las pruebas de evaluación de adquisición de esos conocimientos, no importan tanto que se sepan de memoria esos conocimientos sino lo que son capaces de hacer, cambiar o solucionar aplicando esas sapiencias o competencias. Pero no soy partidario de exigir menos. Creo que no soluciona nada; está claro que se deben vigilar los diferentes niveles de conocimientos que existen en una misma clase para ayudar a todos y darle a cada uno el refuerzo que precisa. Si les exigimos menos, cada vez van a pretender que les pasemos todo y les solucionemos cualquier dificultad. Partamos de la base que cuanto menos haces, menos quieres hacer. Es por ello que, el nivel de exigencia no debería cambiar. Quizás la evaluación de conocimientos, sí.

Recuerdo que en los últimos tiempos he impartido varias asignaturas en varios postgrados y cada centro formativo te exige acreditar que los alumnos han adquirido el conocimiento. Esto se hace con exámenes, casos prácticos, trabajos y demás pruebas. Algunas de las personas que cursan estos másteres lloriquean y se quejan al centro de algunos profesores porque exigimos que se lo trabajen. El hecho de pagar por cursar uno de estos cursos especializados no te garantiza aprobar si no pones de tu parte, asumiendo que te tocará esforzarte mucho. Toca asumir que tienen que compatibilizar diferentes facetas de su vida, aunque también tienen que asumir si llegan a todo. Las pruebas deben ser coherentes que demuestren que saben aplicar los conocimientos de esa asignatura.

Pero esta actitud no se queda solo en el ámbito educativo. En la vida profesional pasa lo mismo.  La gente quiere cambiar de trabajo porque algunos detestan el que tienen ahora; quieren ascender de posición porque se consideran capacitados, quieren poner muchos proyectos en marcha para crecer, aunque sin esfuerzo alguno. Desgraciadamente, en la vida real, sin esfuerzo no se suele conseguir nada. Es más, en muchas ocasiones, aun con esfuerzo, no lograremos lo que nos propongamos y nos tocará resurgir para no desistir en el intento.

Cuando uno no hace las cosas, todo no cuesta. Otra cosa es cuando te toca acometer eso a ti. Tienes que medirte las fuerzas antes de lanzarte al abismo incierto. Si algo no te gusta, el tirar la toalla y conformarte no es la solución y más, si vas a seguir amargado o descontento. Debes plantearte qué puedes hacer para cambiar esa situación, qué tiempo tendrás que invertir, cómo conseguirás mantener el interés y la dedicación cuando surjan dificultades…

Mucha gente vive en la queja y en las excusas para no mover un dedo y cambiar lo que no les gusta. La pataleta no soluciona nada. Si algo te molesta pasa a la acción, clarificando previamente qué quieres conseguir. Primero analiza si hiciste todo lo posible para reconvertir determinadas situaciones; muchas veces suponemos todo y no siempre es la realidad. Imaginemos que te quieres marchar de tu trabajo porque tu jefe no te deja libertad para ejecutar ideas interesantes para acometer tus tareas de otra forma. Tienes que intentar primero que te permita hacerlo, aunque supongas que no te dejará. ¿Por qué no hablar con él directamente para convencerle y trazar un plan? Si directamente te dice que no y que tienes que hacer lo que él te diga, puede intentarlo de otra forma y si eso no te permite disfrutar con tu trabajo, quizás tengas que buscar otra empresa en la que encaje tu forma autónoma de ejecutar el trabajo para conseguir el resultado que esperan o el cumplimiento de los objetivos esperados.

Intentar cosas siempre conlleva un esfuerzo y un riesgo ante la incertidumbre. Pasar un examen, aprobar una oposición, presentarte a un premio, cambiar de trabajo, emprender un negocio, escribir un libro, desarrollar una app, crear una nueva web, trabajar en el extranjero, solicitar un ascenso, organizar un curso de formación a impartir, empezar en una nueva empresa, etc. Tienes que tener claro que quieres conseguir ese objetivo y establecer una estrategia flexible, marcando los pasos que tienes que ir logrando para estar más cerca de la meta, estableciendo plazos de tiempo para cada acción o fase. Igualmente, tienes que pensar qué ocurrirá si fallas o no logras ese objetivo a la primera, es decir, si seguirás intentándolo, aprendiendo de los errores o, por el contrario, tirarás la toalla.

La vida es una pelea constante por cambiar las cosas. Tienes que valorar si te merece la pena, aunque esta vida sin planes y sin nuevos retos, es anodina y poco retadora. Está claro que te llegarán otro tipo de imprevistos menos agradables, aunque es parte de la vida, sabiendo asumir y afrontar todo lo que nos venga. Por ejemplo, no nos enseñan a asumir la pérdida de nuestros seres queridos, como parte de la vida. Cuando parten de este mundo seguirán con nosotros en nuestro recuerdo, quedándonos con los buenos momentos vividos.

El cambio cuesta porque supone dejar atrás rutinas y hábitos que tenemos muy integrados en nuestro día a día, con independencia de que sean saludables o no. Todo conlleva invertir tiempo; la excusa del “no tengo tiempo” no cuela, es engañarte a ti mismo. Se trata de establecer cada uno sus prioridades. Tienes que ser fiel a ti mismo para saber a qué te comprometes. Da igual que los demás no crean en ti si tú tienes seguridad en ti mismo y tienes claro el proceso que debes desarrollar para materializar ese proyecto.

Tenemos que tener una voluntad recia para conseguir cualquier nuevo reto. Los primeros días empezamos con muchas ganas, aunque luego llegarán las épocas de flojera o bajón en donde te surgen millones de dudas y excusas. Debes mantenerte firme y no decaer. Es lógico que, ante los nuevos retos, pasamos por altibajos, tipo montaña rusa; tenemos que estar preparados para saber canalizar esas épocas y buscar un equilibrio o al menos ser capaces de controlarlos.

Se trata de intentar cosas y no quedarte con las ganas. Lógicamente también tienes que saber en qué momento desistir de algunas metas o logros. Es muy peligroso el “si quieres, puedes conseguirlo”. La vida no suele ser justa y no siempre el que más se esfuerza es el que consigue las cosas. Y algunas metas no son aptas para todo el mundo por falta de aptitud o cualidades.

Puedo empeñarme en ser cantante, pero si carezco de habilidades musicales innatas no conseguiré llegar a cumplir mi sueño. En el coche o en la ducha puedo dejarme llevar y cantar las canciones que me gustan, pero no por ello llego a ser un buen cantante. Podría practicar para afinar más, aunque no llegaría a ser un destacado cantante. Comento esto porque algunos padres, familiares y profesores, llenan la cabeza de pajaritos a sus hijos o alumnos. También es cierto que, en ocasiones, alguna persona te dice que no lo conseguirás y es para probarte y ver las ganas que realmente tienes de perseguir ese sueño. La vida es dura y, en muchas ocasiones, algunas personas no creerán en ti, aunque eso no significa nada. Debes perseguir tus sueños, pese a quién pese, siendo consciente de la travesía que tendrás que recorrer y los sacrificios que deberás llevar a cabo.

No podemos pensar que las pataletas de niños nos funcionarán en la época adulta. Por esa razón, les tenemos que hacer entender a nuestros hijos que no siempre se pueden salir con la suya. La vida no es de color de rosas y sobre proteger consigue el efecto contrario y frustrar. Tenemos que dejar que nuestros hijos y las personas a las que queremos sepan defenderse por ellas mismas, a pesar de que nosotros estemos ahí para darles asistencia. Y como decía al principio, exigirles un nivel X, supone darles las competencias suficientes como para aprender a buscarse la vida. Todos debemos saber negociar y aceptar lo que nos viene. Si crees que no puedes, no podrás y si crees firmemente que es posible y te esfuerzas trabajando mucho, serás capaz de lograr cosas que antes te parecían imposible.

¿Qué cultura del esfuerzo tienes?

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