Las empresas tienen que tener cabida para todo tipo de personas, con independencia de su edad, origen, orientación sexual, creencias, sexo y demás circunstancias que nada tienen que ver con el talento. Esta es la teoría y el discurso que nos suelen dar políticos, asociaciones e incluso, las cúpulas directivas de algunas organizaciones. Pero la teoría no siempre casa con la realidad. No es coherente encabezar en tu discurso en el que tu organización ayuda y apoya a las personas con discapacidad y luego no tener contratado en la misma a ninguna persona con discapacidad; es totalmente contradictorio.

Para que nuestras organizaciones sean incluyentes tenemos que involucrar a todas las personas que forman parte de la empresa y no solo a la cúpula directiva. A veces nos pensamos que con liderar la inclusión por parte de la dirección es suficiente, es decir, que el resto de la organización acatará esa regla, sin necesidad de integrarse esa nueva estrategia con cambios en los procesos, forma de trabajar y de tratar a nuestras personas. Si nos quedamos en la carcasa haremos algo de ruido sin conseguir cambiar nada. Tenemos que llegar al contenido corporativo, es decir, al desarrollo del día a día de las personas de nuestra empresa.

Para empezar, debéis plantearos qué prejuicios tiene cada una de las personas que conforma vuestra empresa. Pero no hagamos de esto una pregunta a un tercero. También sería interesante que respondieras a la pregunta de forma personal: ¿qué tipo de prejuicios tienes tú?

Ahora es cuando todos decís que vosotros no tenéis ningún prejuicio. ¿Qué es un prejuicio? Es tener o hacer un juicio u opinión, normalmente perjudicial o negativo, que se conforma sin motivación objetiva alguna y sin un conocimiento profundo. Normalmente tendemos a criticar o valorar de forma negativa aquello que no conocemos, ni entendemos o que no nos afecta en primera persona. Todos tendemos a ver el mundo desde nuestros ojos y todo lo que se salga de esa perspectiva nos suena raro. La vida pueda dar muchas vueltas y cambiar, por ende, tus circunstancias. Antes de juzgar los contextos de otras personas o su forma de vivir, ponte por un momento en su lugar. Más empatía necesita nuestra sociedad.

Os diré que todos tenemos prejuicios de algún tipo; algunos son inconscientes, es decir, que los llevamos integrados desde siempre, porque nos han venido dados de nuestro círculo familiar o por otro tipo de entorno. Los prejuicios se pueden eliminar con trabajo y ganas de quererlos cambiar. Para empezar, tenéis que reconocer y aceptar lo prejuicios que tenéis y, a partir de ahí, analizar que no tienen una consistencia objetiva, es decir, que los tenéis frutos de la ignorancia, superficialidad o por romperte tus esquemas de entender algo.

Os invito a que analicéis el tipo de personas con las que os relacionáis o con las que os lleváis bien. Quiero que prestéis atención a su situación familiar, forma de pensar, de ver la vida, opiniones, gustos y demás cuestiones de estilo de vida. Buscar sobre todo cosas en común que os unen y hacen que queráis estar aún más con ellas. Igualmente hacedlo de las personas que repeléis de los diferentes entornos en los que estáis; analizad cosas que os separan a nivel vital y profesional. Veréis como vuestro grupo de personas que os caen bien, tienen muchísimas cosas en común con vosotros a nivel de opiniones, gustos y demás cuestiones. Imaginemos que tú eres una persona muy organizada, que tiene que tener todo agendado y controlado con mucha atención, te entenderás a las mil maravillas con otras personas organizadas. Eso sí, chocaras con las personas desorganizadas y te sacará de quicio su desorganización; estas personas van sobre la marcha, olvidan citas y reuniones o te las cambian en el último momento. A todas las personas nos gusta sentirnos parte de un grupo por temas de seguridad y de socialización.

Para vivir una vida plena e intensa va bien adentrarnos en entornos diversos conformados por personas que tienen otra forma de entender y de ver la vida. Que una persona con la que nos relacionamos opine, piense, sea, crea o quiera de forma diferente a nosotros no es argumento para no tener relación con ella. Tenemos que abrirnos a otras perspectivas y formas de ver el mundo; al final, esto nos hace crecer como personas. Igualmente, tener cerca la diversidad en todas las facetas de nuestra vida nos hace ser más tolerantes y respetuosos. Tu puedes tener una visión sobre la estructura familiar, aunque eso no debe quitar que aceptes y tengas relación con unidades familiares diferentes a la tuya.

Los líderes de una compañía deben potenciar la diversidad siendo imparciales, tolerantes, empáticos, flexibles e integradores. Para incorporar nuevas personas a la empresa se debe valorar el talento bruto, es decir, las competencias, habilidades, experiencias y los conocimientos. Todos tenemos una memoria muy corta, todos hemos sido jóvenes y también nos haremos mayores. Seguro que en tu caso, cuando eras joven te faltaba experiencia y te costó que te dieran una oportunidad de demostrar todo tu potencial. No actúes igual con las personas jóvenes que llamen a la puerta de tu organización. Debes valorar lo realmente importante y eliminar tus prejuicios. A veces los responsables de un equipo no son nada incluyentes, buscando a personas iguales para conformar su equipo. Si todas las personas son iguales, el comportamiento, forma de actuar y de ejecutar el trabajo será muy predecible, llegando a los mismos resultados, sin demasiado margen de maniobra.

No olvidéis escuchar las experiencias de todos los colectivos diversos que están en tu compañía; va bien conocer cómo se sienten, qué necesitan, qué les molesta, qué esperan y qué problemas tienen. Tenemos que dar voz a nuestra diversidad corporativa. Además, debemos potenciar la relación entre diferentes grupos de empleados, conformando equipos diversos a nivel laboral, para inculcar que lo normal u habitual es trabajar con personas muy distintas a nosotros, que no tienen nada que ver, aunque son especialistas en algunas áreas, con lo que nos tenemos que complementar para sacar adelante el trabajo. Igualmente puedes aprender cosas de ellos y viceversa.

Dentro de las empresas va bien buscarse aliados que nos ayuden a incluir la visión integradora para que vaya calando en todas las personas de la compañía. Debemos dar ejemplo, es decir, que se vea que la diversidad es una realidad; esto conlleva que el resto de personas de nuestra organización vea a personas de todo tipo, es decir, de todas edades, sexos, orientación sexual, religión, origen y demás circunstancias, porque lo realmente importante es su talento, competencias, ganas, valor que aportan y forma de hacer su trabajo.

Es necesario que dentro del plan de formación corporativo tengamos previsto cursos habituales y prácticos de detección, asunción, aceptación, transformación y eliminación de prejuicios que los reciban todas las personas de nuestra empresa. Tienen que ser cursos prácticos y ajustados a los diferentes tipos de prejuicios que tengan cada trabajador. No debemos juzgar sino llegar al detonante de ese prejuicio para a partir de ahí corregir.

Al final, tener un entorno laboral diverso nos hace ser a todos más creativos e innovadores, a la vez que nos hace tener más confianza. Por otro lado, hace que nos sintamos más seguros. Muchas veces la gente diferente a nosotros no se comporta de forma natural porque perciben que les miramos con ojos diferentes y se sienten juzgados. Todos queremos que nos traten con naturalidad y que no nos hagan sentir en todo momento que somos diferentes. Aceptar a los demás tal y como son es parte del proceso. Las personas son como son y no como nos gustaría a nosotros que fuesen. Analízalo con tus hijos, sobrinos o demás entorno familiar; te gustaría que estudiaran, fuesen o hiciesen tales cosas, cuando luego la realidad será otra diferente. Cada uno tiene que vivir su vida a su forma. La libertad es vivir tu vida y aceptar las otras formas de vivir.

¿Cómo está integrado el liderazgo inclusivo dentro de vuestra organización?

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