Todo alguna vez hemos pensado sobre la necesidad de cambiar, sobre todo, como objetivo de año: ponerse en forma, mejorar en un idioma, dejar un mal hábito, etc. De la misma forma, antes de comenzar ya hemos tirado la toalla; buscamos mil excusas para reconfortarnos y no sentirnos culpables de no seguir adelante, aunque sabemos la realidad. Pasados unos días, nos olvidamos del tema, como si nunca hubiese existido. Si, a posteriori, surge el tema, normalmente hablamos con la boca pequeña.
El cambio siempre supone un esfuerzo extra y añadido. Lo fácil es buscar excusas para no hacerlo. Nadie dijo que fuese fácil. Todo pasará por aceptar que cuando queramos cambiar algo, tendremos que dedicar esfuerzo, sacrificio, superar dificultades y renuncias para tener alguna opción de prosperar. Tenemos que suponer que todo cambio nunca será una línea ascendente, más bien supondrá una montaña rusa o un camino pedregoso. Esto conlleva que unos días daremos pasos hacia adelante, y otros días nos costará mucho avanzar, es más tendremos bajones, pinchazos o retrocesos; esto es normal, es parte del proceso. No debemos residir en esa losa, porque, obviamente, según el día, vamos a vernos incapaces; nuestra cabeza busca la supervivencia y va a lo fácil.
Antes de querer cambiar algo, tenemos que concienciarnos de que realmente queremos cambiar, es decir, debemos estar plenamente convencidos, de intentar ser conscientes de todas las opciones posibles. Esto supone mentalizarse y asumir que lo vas a intentar con todas tus fuerzas, a pesar de los malos momentos, quebraderos de cabeza y bajones que tendrás. No te veas forzado ni condicionado por nadie; a veces nos metemos en determinados cambios, porque nuestro entorno nos presiona; puede ser que tengan razón, lo único, es que tenemos que estar convencidos nosotros mismos de qué es lo mejor para nosotros. De lo contrario, pronto desaparecerá esa necesidad de cambio de nuestra cabeza. Tenemos que asumir que es nuestra decisión y tienes que tomarte tu tiempo, el esfuerzo te tocará hacerlo a ti.
Una vez que estamos convencidos que queremos cambiar, el segundo paso, es centrarnos en los beneficios, mejoras y cosas buenas que nos traerá ese cambio.
Imagínate que quiere aprender programación, un idioma, o finalizar tu grado universitario. Tienes que escribir en tu mente, plasmarlo por escrito y ponértelo en sitios en los que estés habitualmente, por ejemplo, en la pantalla de tu ordenador, lo siguiente:
- Nuevas oportunidades profesionales en el horizonte.
- Actualización de conocimientos para estar al día en nuevas competencias.
- Tener una titulación necesaria para ejercer esa profesión.
- Un nuevo comienzo en otra profesión diferente a la habitual mía.
- La llave real para ese cambio profesional.
- Salir de la queja y el pasotismo, viendo que la acción da resultados.
Lógicamente cada persona nos tenemos que centrar en los beneficios (objetivos o subjetivos) que nos reporta esa cambio profesional o personal. Imaginemos que nuestro objetivo es adelgazar, dejar de fumar o salir a correr. Nuestros beneficios podrían ser:
- Tener mejor aspecto físico.
- Estar más contentos con nuestra imagen.
- Estar más agiles físicamente.
- Mejorar nuestros indicadores de salud.
- Tener mejor calidad de vida.
- Adquirir más forma física.
- Aprender otros hábitos alimenticios.
- Estar más contentos con nuestro estilo de vida.
- Tener más autoestima y seguridad en nosotros mismos.
Esto nos da la energía o la gasolina que necesitamos para seguir luchando por consolidar ese cambio. No debemos olvidar que, una vez cumplido el objetivo marcado en ese cambio, llega el mantenimiento, es decir, consolidar ese cambio como hábito permanente. De nada sirve adelgazar 10 kilos, si una vez alcanzado esa meta, vuelves a descontrolarte y volver a comer lo de antes de llevar una dieta. Igualmente, de poco sirve sacarte el B2 de alemán si luego no practicas ese idioma de forma habitual todas las semanas, buscando fórmulas de hacerlo. En este caso tendremos que redefinir los beneficios y/o seguir con los mismos que nos impulsaron a pasar a la acción de una vez.
También influye mucho analizar antes de meternos en el cambio de lleno, el ser realista con nosotros mismos, es decir, de qué nivel partimos, y más importante, a qué nivel queremos llegar. Muchas veces nos engañamos; no podemos pretender ser especialistas en una materia en dos meses, si nuestros conocimientos en esa materia son nulos, es decir, si se parte de cero.
Siempre recomiendo que, una vez que hayas decidido cambiar, escribas los pasos que tendrás que acometer para avanzar en tu meta u objetivo más ambicioso. Luego deberías marcar plazos flexibles, aunque rigurosos, para cumplir cada uno de esos pasos. Es una forma de tener una planificación estratégica de cambio. En ocasiones, si eres una persona muy dispersa o con poca voluntad, va bien, buscar alguien que te marque el ritmo y te vaya marcando una rutina en los pasos a seguir, para que no caigas en la tentación. Aunque sin ayuda o con ella tendrás que ser tú el que haga el esfuerzo, invierta el tiempo y sea constante.
Ya veis que no existen fórmulas mágicas para lograr el ansiado cambio. Es tu decisión el intentarlo o no. Mi recomendación, si lo intentas, es que no lo hagas a medias, es decir, que si te embarcas lo hagas con todas las consecuencias, enfocado en lograr ese cambio y con los sacrificios que tengas que hacer. Al menos, inténtalo en serio y para ello tienes que tener motivos de peso que te recuerden que debes seguir.
Tampoco te obceques con los plazos para alcanzar ese cambio, depende del tipo de cambio que uno quiera lograr y de cómo sea cada persona. Algunos cambios dependen solo de nosotros y otros muchos tienen componentes que no tienen nada que ver con lo que hagamos nosotros. Marcarse unos plazos es algo indicativo, pero se ha de ser flexible si inicialmente no se fue realista con las secuencias temporales a seguir.
En los procesos de cambio lo peor que podemos hacer es compararnos con otras personas que han cambiado o están en ese proceso. Céntrate en ti y tu proceso. Tu ritmo es ese y vete paso a paso; con un poco de perspectiva irás viendo los avances y su consolidación. Las circunstancias de cada persona son un mundo particular; compararnos hace que tiremos la toalla por la frustración de no avanzar al mismo ritmo que otros.
Ahora te queda reflexionar: ¿Por qué motivo no consigues llevar a buen término tus ansias de cambio? En nuestra cabeza todo es muy idílico y fácil. No te fíes de los que no lo han intentado y dicen que es muy fácil. Desde el rol de espectador todo es sencillo.
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