Nos guste o no, el ser humano es muy tribal, lo que hace que todos busquemos formar parte de alguna tribu específica. Pero, ¿nos vale cualquier persona? Claro que no. Siempre es fundamental elegir bien con quien te asocias. ¿Quién forma parte de tu tribu? La respuesta, no siempre está clara.

Tu tribu de personas son ese círculo de gente, más grande o pequeño, que no te fallan, que están para lo bueno y lo malo, que te escuchan, que tienen detalles, que te quieren, que se acuerdan de ti, que te impulsan a mejorar, que te regañan cuando actúas mal, en fin que se preocupan de ti. En estas tribus debe existir correspondencia entre las acciones de todos para que las cosas funcionen, es decir, preocuparte tú de los demás y que los demás se preocupen de ti, aunque esto no siempre ocurre. Tienes que sentirte parte de esa tribu, sentirte tratado como el resto.

Normalmente, estas tribus se crean con los cambios de entorno a los que nos somete la vida. Paso del colegio al instituto. Terminar el instituto/colegio y empezar en la universidad, entre otros momentos. También los intereses comunes nos acercan a personas, que pueden convertirse en nuestra tribu o estar establecida ya.

La pertenencia a una tribu no es fácil. Son muchos los factores que hacen que la relación entre sus personas fluya. Hay quienes responden pero supongo que os han ocurrido que os visiten, les dediques tiempo compartiendo tus rincones preferidos de tu ciudad, tus restaurantes o bares de tapeo habituales o incluso, ayudarles a desarrollar proyectos en tu ciudad, tener detalles con ellos, el estar constantemente llamándoles, etc. Pero cuando eres tú el que precisas su ayuda, siempre surgen excusas de falta de tiempo para corresponderte. Ciertamente, uno no hace las cosas esperando reciprocidad. El que ayuda lo hace sin esperar nada a cambio aunque, no lo neguemos, todos tenemos nuestro corazón.

Todo pasa por aprender a identificar el valor real que tienes para los demás y actuar en consecuencia. Hay quienes quieren incorporarse a una tribu ya establecida y no siempre funciona. Puedes tener afinidad con algún miembro pero quizás no con todos. Lo ideal sería crearse uno su propia tribu.

Y como es normal, una empresa también es un cúmulo de tribus. Al final, gente de diferentes departamentos o del mismo, encuentran afinidades que les hacen pasar más tiempo entre sí. Y la crítica intratribal suele ser algo habitual.

El teletrabajo no las hace desaparecer sino que se adaptan rápidamente al medio, actuando bajo la virtualidad.

Toda tribu está compuesta por varias personas. Dependiendo de la mentalidad de cada tribu, encontraremos ciertos perfiles u otros. Pero en la empresa, podríamos hacer referencia a la “tribu de empresa” y de los diferentes personajes que nos podemos encontrar en un entorno donde no tenemos la elección de las personas con las que trabajamos, sino que nos viene impuesta por los que nos encontramos al unirnos a la compañía.

Una especie que no suele faltar es la de los “emplumadores de marrones”. Son aquellos a los que se les ocurren mil ideas, historias y tareas, pero ahí termina su acción. Suelen lanzar el cohete pero no quieren saber nada de acometer ese trabajo, proyecto o tarea, sino que transfieren el trabajo a otro. Está muy bien proponer cosas cuando eres tú el primero que estará dando ejemplo para sacar esa idea adelante. Al final acaban haciendo el trabajo los curritos que van a trabajar, que suelen pertenecer a otra tribu. Son un género que sabe apañárselas para para esquivar el trabajo, dando sensación de estar altamente ocupados, ganarse a sus responsables e, incluso, se permiten el lujo de malmeter contra alguien si les llevan la contraria para quedar ellos bien ante sus superiores.

El siguiente perfil tiene 3 ramificaciones, pero podríamos englobarlos en el mismo perfil, ya que los tres se comportan de forma semejante: quejicas, gruñones y victimistas. Su nexo de unión la negatividad, todo está mal. El vaso aunque este con algo de agua, lo vacían o rompen para poder regodearse en lo malo. Está claro que siempre existen cosas a mejorar en las empresas, aunque no hay que olvidar que éstas también tienen cosas buenas. Los gruñones están todo el día enfadados con todo el mundo; ellos hacen todo perfecto; entre bufido y gruñido trabajan algo. Además son muy verbales, por lo que suelen utilizar tacos, protestas y gritos. Los quejicas son negativos y siempre tienen pegas para todo y todos, son especialistas en buscar excusas, además de criticar lo que hace otro. Nunca suele iniciar propuestas, su especialidad es cargarse las de otros compañeros. Los victimistas son esas personas que siempre están ofendidas; ellos pueden decir lo que quieran, aunque cuando les rebates, ya empiezan su lloriqueo externo y grupal. Les vale cualquiera para hacerse las víctimas. Lo peor siempre les ocurre a ellos. Este trio de gente son los que hay que tener lejos de normal, pero más aún, cuando no estamos en la mejor época de nuestra vida.

Un perfil interesante es el “feliz” u optimista. En contraposición al perfil anterior, tienen que encontrarle un sentido a todo. Nunca se enfadan, ni se quejan. Tienen que entender todo. Son firmes defensores de todo aquello que se propone, de sus compañeros.  Siempre ven otras perspectivas de un tema, aunque nunca se sabe qué opinan en realidad. Se muestran como solución teórica a todos los males de la empresa, aunque la practicidad la olvidan por el camino.

Otro perfil de la tribu empresarial, odiado por muchos es… el “pelota”. Suelen ser de perfil frágil, con poco que aportar, pero aquello que hacen, lo magnifican y lo transmiten a los cuatro vientos para que todo responsable se entere. Aplican muy bien el lema más vale aparentar que haces que hacer realmente. Les da igual atribuirse méritos sobre tareas en las que no tienen ninguna responsabilidad en la realización, su máximo esfuerzo ha sido mandar la información, olvidando destacar el curro de los que verdaderamente hicieron el trabajo. Saben decir a los jefes lo que quieren oír. Son impulsores, proactivos y motivadores de palabra, aunque se les olvida ejecutarlo. Sobreviven muy bien en entornos desorganizados.

Después tenemos a los «expertos en todo». Esas personas que han completado el círculo de su profesión y sector en varias ocasiones, alardean de haber trabajado en todo tipo de empresas, aunque la mayoría es de boquilla. Tienen mucha experiencia mental y vital, aunque escasamente real. La mayoría de su jornada la dedican a entrometerse en conversaciones ajenas y pavonearse de todo lo que sabe y hace, eso sí, pocos de la oficina saben realmente que hace. Son esas personas que se marchan a otro curro y al medio minuto no se les recuerda, debido a que pintaban mucho y hacían poco de chicha. Son expertos en conseguir darle la vuelta a todo y al final hasta sus tareas las hacen otros, aunque de cara a sus jefes son los más valiosos. Tienen mucho amor propio y se quieren por encima de todo.

Después tenemos a una especie de la que se suelen aprovechar el resto son las personas currantes y conformadas. Son personas que no alardean de nada, son discretas, no se consideran expertos en nada, colaboran, no se quejan abiertamente, no generan problemas y se avienen a todo. Buscan soluciones a lo que les mandan, no exigen palmaditas en la espalda aunque las agradecerían. A este tipo de personas se les premia con más trabajo y la organización aprecia lo que tenía cuando se marcha y/o cuando se espabila y cambia su rol dentro de la compañía.

También tenemos, por extraño que pueda parecer, a los adictos al trabajo; su vida es su empresa, mientras que su lado personal suele ser anodino o inexistente. No saben hablar de otra cosa que no sea trabajo. Incluso en las cenas de empresa o eventos informales siguen con su tema, llegando a ser un tanto cansinos. No tienen término medio.

Hay quienes llevan mucho tiempo en la empresa. Han pasado por muchos momentos, bueno y malos (aunque suelen recordar más estos últimos). Son los “quemados”. Tenemos que aprender a retroalimentarnos en los trabajos. Si todo va mal, igual el problema es uno mismo y debe cambiar su forma de actuar para para salir de ahí. Una empresa cambia y la clave es saber adaptarse al entorno para saber sobrevivir. Cuando las cosas te afectan en exceso son malas para tu salud y para tu vida fuera de la empresa.

También nos encontramos con personajes curiosos: Los camaleónicos, cambian en función de las personas con las que se relacionan. Siempre dicen lo que los demás quieren escuchar, no se mojan por nadie, no critican aunque tampoco te sacan la cara si lo precisas. Nunca terminas de cogerles el punto, aunque se les ve enseguida el plumero. Son esos que se arriman a todos los nuevos que llegan para ver qué puede sacar de ellos. Cuidado con ellos porque puedan pasar de ser amigos a enemigos en un tiempo record.

En la misma línea, tenemos los que son amigos de todos, eso sí, pero siempre son los cabecillas. No duda en criticar a quien haga falta, malmeter contra los demás. Son especialista en poner palabras en tu boca que nunca dijiste. Estas personas se rodean de una serie de acólitos que los manejan a su gusto, que les doran la píldora y que les cuentan muchos chismes.

Otra subespecie de compañeros son los “correveidiles”. Son cotillas de profesión y “formación”. Se enteran de todo, de lo que ocurre dentro, fuera y cerca de la organización. Su sitio de trabajo es cualquier zona de la empresa. El área que menos pisa es su mesa y entorno de trabajo, siempre está por ahí. Si tienes dudas de algo no laboral o personal de otros compañeros, él/ella lo sabe todo. Es de esas personas que si le confías un secreto no dudará en airearlo en cualquier sitio que este repleto de gente. Es más, no duda en rellenar las historias que desconoce, es creíble y tiene muy buena imaginación.

Siempre nos encontramos con el típico obseso sexual, con el despistado, con el “risitas” y tantos otros personajes. La empresa, cuanto más grande es, más personajes tiene. Como ya he dicho antes, en la empresa también se forman subtribus con diferentes personajes.

Lo peor es que nadie estamos exentos de podernos convertir en alguno de estos en un momento dado. Así que cuidado con intoxicarse de roles laborales. Lógicamente existen mezclas de varios de estos perfiles. Al final en el equilibro esta lo sano.

No dudes en analizar de forma objetiva qué personas son las que más te influyen en tus diferentes entornos. Si alguna persona no te aporta nada bueno para ti, tendrás que decidir qué hacer; al final es responsabilidad tuya ser curador de tu tribu. Los demás son importantes, aunque sin olvidarte de ti. Muchas personas se centran en los demás y se olvidan de cuidar de ellos mismos. Nunca puedes dejarte porque eso al final se paga caro.

¿Qué personajes me he olvidado de la tribu empresarial? Seguro que hay muchos más que conozcas. Compártelos conmigo.

Fuente imágenes: propiedad de Juan Martínez de Salinas