Estos días solo hablamos de la crisis del Covid-19. Pero no debemos olvidar de los problemas pre-Covid. Uno de ellos, bajo mi punto de vista es que el mundo empresarial y el mundo académico en España están muy alejados. Existe un claro desequilibrio entre los perfiles profesionales que necesitan las empresas y el perfil que tienen las personas que salen al mercado laboral cada año. Podemos seguir debatiendo sobre esto, aunque lo realmente importante es incidir en ¿qué podemos hacer para revertir esto?

Los planes de estudios en España siguen siendo muy rígidos y basados, en gran medida, en desarrollo de conocimiento teórico. Falta en algunas carreras, creo, ese acercamiento a la realidad laboral a la que se enfrentarán los egresados de esos estudios. Los cambios son costosos y burocráticos. Así siempre van por detrás de la celeridad de la evolución empresarial actual. Algunos grados universitarios con elevado desempleo siguen teniendo un volumen elevado de plazas. Está claro que uno debe estudiar aquello que le llame a nivel vocacional, aunque sin perder de vista las salidas profesionales de esos estudios.

Para empezar nuestros ciclos formativos en España van vinculados a una normativa, aunque deberían estar abiertos a la globalidad empresarial cambiante. Siempre he pensado que la universidad estaba orientada a que sus egresados se quedaran en la propia universidad, con esos cursos tan centrados en la teoría.

Un grado universitario, para ser algo más que un desarrollo académico, debería pasar por identificar las salidas que tienen dichos estudios. Deberían existir unas asignaturas obligatorias de nuevas tendencias, competencias y opciones laborales impartidas en parte por profesionales en activo que se dedican a esa actividad, profesión o sector. Todos los ciclos formativos deberían ya tener formación en competencias digitales, en programación, en 3d, en inteligencia artificial y en las nuevas necesidades del mercado laboral.

Pero creo que quien imparte las asignaturas, suele ser personal que está haciendo sus estudios (seguramente muy interesantes) pero que no ven la importancia de desarrollar el potencial de sus pupilos. Algunos de ellos no ha “tocado” una empresa privada quedándose en la propia universidad habiéndose licenciado.  Sin querer criticar, no se me malinterprete, algunos de estos profesionales aún son demasiado academicistas, faltándoles ese enfoque de necesidad y realidad laboral, quizás porque las titulaciones no estén debidamente enfocadas al mundo laboral.

Esta crisis nos ha demostrado que debemos usar las nuevas tecnologías más de lo que lo hemos hecho hasta la fecha. Si bien es cierto que la educación en España hace tiempo que está abierta a nuevas metodologías y formas de aprendizaje (flipped classroom), no es algo globalizado.

Las empresas deberían estar más involucradas en impartir sesiones prácticas de aquellos módulos que serán necesarios para la vida real no académica. Deberíamos ir hacia plataformas formativas online con píldoras, casos prácticos, foros de debate, resolución de dudas, desarrollo de competencias, etc.

Parte de las asignaturas deberían ser elegidas por los alumnos en función de sus fortalezas y apetencias. Aunque para esto debemos permitir que todas las personas que están en etapas educativas sean capaces de averiguar en qué son buenos. Está claro que deben existir unas asignaturas centrales mínimas que para cada tipo de estudio son precisas. Todas las demás materias se deben trazar por el alumno.

Aún recuerdo en mis etapas formativas que eran totalmente memorísticas. Si bien mi carrera universitaria era claramente de letras, era necesario aprenderte todo como un loro, una vez expulsado ese conocimiento en el correspondiente examen, eso se desvanecía de tu memoria. Si bien esto ha mejorado, seguimos siendo un país donde se hacen memorizar demasiadas cosas. Cuando hoy en día tenemos todo el conocimiento disponible a dos clics. Con esto no quiero echar por tierra el conocimiento en sí, pero creo que lo realmente importante debe ser cómo son capaces de aplicar los alumnos esos conocimientos, las conclusiones a las que llegan, la capacidad de saber relacionar, el tener su propia opinión tras evaluar todos los puntos de vista y las opiniones posibles. Debemos ir hacia clases más participativas en donde se analicen situaciones reales que se van a encontrar a la hora de desempeñar esas actividades o profesionales.

Creo que la universidad no puede ser una extensión del colegio o instituto. Debe desarrollar ese conocimiento desde la práctica y es el momento de que la empresa y la universidad remen juntos.

Y para ello, debemos también replantear el tema de las prácticas en empresas. No puede tratarse unas prácticas como el obtener una persona que se come todos los marrones que los trabajadores de una empresa no quieren hacer. Muchas veces nos encontramos al becario haciendo tareas aburridas, meramente burocráticas, que nunca hay tiempo para llevar a cabo… Carecen de esa extensión de formación que sería lo deseable. Indudablemente, todo trabajo tiene labores poco atractivas, pero soy de la opinión que no debe ser simplemente lo que haga un becario. Y ahí, es donde fallan las prácticas. Deberían ir acompañadas de un programa de formación, donde se nombrase un mentor dentro de la empresa, que fuera el que dirigiera el proyecto del becario en la misma con objetivos de aprendizaje.

Las empresas deben ser realistas y coherentes, no podemos pretender que los perfiles profesionales cambien de forma constante. Los conocimientos caducan y se quedan obsoletos con una rapidez tremenda. Además, no podemos olvidar que el sector empresarial debe invertir más en reciclar a sus profesionales, guiando que tipo de planes formativos precisan para que sus personas estén al día en competencias y conocimientos. Se debe valorar a las personas por lo que aportan, saben y consiguen. Digo esto porque no podemos permitir que nuestra fuerza laboral de 45 años o más se vea en la calle, simplemente por tener el concepto que se han quedado obsoletos. Si lo están, tan culpable es el propio trabajador como la empresa. En unos años, el volumen de profesionales de esta edad será mucho más mayoritaria que las personas de edades entre 20 y 30 años. Como todos sabemos, la natalidad está bajando en Europa y España, donde las cifras son bajísimas. Es por ello que habrá que ser consciente que debemos contar con ese colectivo en las empresas.

Ya va siendo hora que el sector empresarial y el sector educativo tengan foros de gestión, discusión y decisión comunes. Se debe de trabajar para que las personas que salen al mercado laboral tengan opciones reales de desarrollar su carrera profesional con garantías.

Lógicamente, las personas también tenemos que asumir que estar al día de nuestra actividad, sector o profesión, en parte, es responsabilidad nuestra. No podemos depositar toda la responsabilidad en las empresas y en la educación. Digo esto porque algunas todavía nos encontramos con aquellos que responsabilizan de sus carencias a los demás. Uno debe preguntarse ¿qué estoy haciendo para mejorar mi perfil, conocimientos o empleabilidad?

Por supuesto, no es un tema sencillo, sin embargo, el tiempo va pasando sin conseguir que esa fractura entre oferta y demanda mejore. Ya existen miles de ofertas de empleo que se quedan sin cubrir, porque no existen personas disponibles en el mercado que sean capaces de desarrollarlas con garantías. Esto es muy triste. Es por ello que debemos comenzar a mover ficha ya.

¿Cómo podemos equilibrar la oferta y la demanda de empleo?

Fuente imágenes: propiedad de Juan Martínez de Salinas