Todo ha saltado por los aires tras la emergencia mundial que ha generado el COVID-19. Hemos aterrizado de lleno en un momento incierto y no previsto por nadie; estamos todos viviendo un instante VUCA en toda regla.
Recuerdo las historias de mis abuelos maternos sobre la carestía, penurias, restricciones y dificultades extremas que les tocaron vivir durante la guerra civil española y la postguerra. Parece que aquello que nos contaban nos va a tocar vivirlo, en cierta forma, a nosotros. Nos toca quedarnos en casa por seguridad y responsabilidad. Cumplir las normas hará que podamos volver a nuestras vidas lo más rápido posible.
En el SIGLO XXI tenemos muchas comodidades y la vida es mucho más fácil que en otras épocas. La tecnología nos ha facilitado mucho la vida. Vivimos en un bienestar habitual en comparación con otros países.
Estamos acostumbrados a vivir en una certidumbre relativa a pesar de las dificultades diarias que todos tenemos, con independencia de nuestra situación.
El coronavirus hizo que todo lo conocido nos cambiase de un día para otro; ha dejado en el aire todos los planes posibles, es decir, proyectos, trabajo, reuniones programadas, viajes y demás cuestiones.
En mi caso, cuando he ido a comprar comida o cualquier otra cosa que necesitase, lo encontraba sin problema (o si no, me lo encargaban y a la mayor brevedad me llegaba). Soy previsor y siempre tengo productos de sobra en casa, por si se me acaba y no puedo ir a comprar; esto me ocurre con todos los productos menos, claro está, con los perecederos. Lo que ocurre es que no todo el mundo es (o puede ser) previsor y muchos son los que van sobre la marcha.
Estos últimos días he visto situaciones en las que el ser humano saca lo peor de sí mismo, gente corriendo, peleando y discutiendo por productos de todo tipo, sin razón aparente. Me toco ir a comprar los alimentos que necesitaba y la gente se llevaba carros llenos de leche, agua, papel higiénico (esta obsesión, todavía no la entiendo) y productos de higiene. Las autoridades nos dicen que no hay desabastecimiento, pero todos estamos viendo como las estanterías de los supermercados están vacías. Estas compras compulsivas y excesivas de productos están generando ese desabastecimiento temporal, que se repone al día siguiente o, en según qué productos, a los días. Pero los comercios de la alimentación no dan abasto. Debemos consumir de forma responsable y hacernos con lo que realmente necesitemos, pensando en el prójimo y no solo en nosotros, algo que estos días, está quedando en entredicho. Por un lado se ven acciones solidarias pero por otro lado, uno se siente en la jungla, rodeado de malas formas.
Uno de los días que me dejo marcado fue un día que acudí a un supermercado a primera hora de la mañana. Estaban a punto de abrir y, en ese momento, me llamó un familiar para ver si le podía comprar papel higiénico ya que no le quedaba nada. Le dije que me acercaba sin problema, al entrar en el supermercado cercano, empecé a visualizar gente corriendo que iban a los pasillos de la carne, el papel higiénico y los productos de limpieza. Llegué al pasillo del papel higiénico, donde se había establecido una fila para esperar turno, fila que la mayoría no respetaba, dando empujones, gritos, generando tensión e incertidumbre. Se me ocurrió indicar a unos “salvajes” que debían respetar el turno como los demás. Hubo quien, con sus malas maneras, respondió que a ella se la pelaba el prójimo y que ella quería papel y lo pillaba. Algunos salieron en mí (nuestra) defensa, aunque otros muchos miraron a otro lado.
La verdad es que este tipo de actitud me dejó marcado. Afortunadamente, no es algo mayoritario pero, sí que es cierto que estos días, creo que más de unos hemos experimentado este tipo de actuaciones llevadas por la histeria.
Igualmente, tampoco puedo entender que si se nos dice que por nuestra seguridad permanezcamos en casa, la gente se vaya a sus lugares de segunda residencia, al monte a andar, a hacer ejercicio… Vivimos una situación excepcional, no estamos de puente, de vacaciones, ni de tiempo de ocio. A mí, como supongo que le pasa el resto, también me cuesta no poder hacer mi vida con normalidad. Esta es una situación inusual, en donde piden nuestra colaboración pidiendo que nos quedemos en casa para frenar la propagación del coronavirus. Toca pensar por una vez en los demás y no solo en nosotros y nuestras necesidades. Si hacemos caso a las autoridades y a los sanitarios es factible que esta situación dure lo menos posible.
Por una vez dejemos de pensar solamente en nuestros intereses, necesidades y demás cuestiones. El mundo no gira a nuestro alrededor y debemos pensar y mirar más en el prójimo. Esto ha sido un toque de atención muy importante de lo vulnerables que somos. Por mucho, que queramos tener la vida controlada y que nada se nos descuadre. La vida nos recuerda de vez en cuando que nosotros somos insignificantes.
Estos días, más que nunca, tenemos que recordar lo importante para cuando volvamos a la realidad hoy añorada. Cuantos abrazos, besos, caricias, gestos agradables, palabras cariñosas y preocupación sincera hacia tus personas y tu entorno no has dado ANTES DEL covid-19 porque dabas todo eso por hecho y olvidas que tenemos que aprovechar el hoy, porque el mañana no sabes si podrás hacerlo. Cuida a tus personas siempre porque nunca sabes lo que puede ocurrir. Como siempre aconsejo, es momento de rodearse de personas que nos hagan crecer, que nos digan cuando se nos va la pinza, que nos quieran con nuestros ángeles y demonios y que estén siempre ahí a pesar de la distancia.
Esta crisis vital global me demuestra que la tecnología que tendría que ser nuestra aliada nos subyuga y no sabemos aprovecharla al máximo para que nos facilite la vida. Hemos visto como la mayoría de empresas no estaban preparadas ni logísticamente, ni técnicamente ni mentalmente para tele trabajar. Muchas personas, en su último día en la oficina, se fueron como “sálvese quien pueda”, llevándose la torre del ordenador, cogiendo archivos y demás cosas, sin saber si se llevaba todo lo que necesitaba. También están aquellos que se fueron con las manos en los bolsillos, con una sonrisa de oreja a oreja, pensando que se podía ir de vacaciones, sin entender el concepto de teletrabajo. Son muchos los que necesitan empezar por la lección 1 de lo que supone trabajar desde casa.
Esperemos que de este parón las empresas asuman que el teletrabajo y el trabajo flexible son buenos para todas sus personas y para la cultura organizacional actual. Tele trabajar no significa estar desconectado de tus compañeros; las tecnologías que usamos u otras más potentes orientadas al ámbito profesional nos permiten estar en contacto con los demás de forma permanente. Creo que una de los grandes conceptos que saldrán de esta crisis es que las empresas entenderán que se puede llevar a cabo el teletrabajo sin problema. Aquellos que lo llevan haciendo, como aquellos que lo hemos empezado a hacer, hemos podido comprobar que hacemos más horas, pero no por ello, protestamos. Tenemos la responsabilidad de realizar ciertas tareas y… las hacemos, sea en 8 horas o más. Este será otro de los aprendizajes de lo que supone el teletrabajo y como controlarlo.
También el COVID-19 nos ha enseñado que tenemos que poner en el centro a nuestros clientes, usuarios o personas que necesitan nuestra ayuda o atención. Tenemos que empatizar más con los demás. Si no te pones en el lugar de las personas que te necesitan, difícilmente podrás ayudarles. Los problemas tienen nombres reales y no son un número más. Muchas veces, nos aferramos en lo que queremos nosotros y no en lo que necesitan los demás. Toca escuchar mucho más, no dar muchas cosas por supuestas y recordar que fuera de tu ombligo existe mucho mundo por explorar.
También es vital contrastar las fuentes de información, a los medios y a nuestros dirigentes les encanta algunas veces pensar que ellos tienen la razón. Lo que llevo peor es que se piensan que somos ignorantes y que nos creemos lo que nos dicen. Tenemos obligación de buscar la letra pequeña de los grandes titulares que nos dan estos días sobre las miles de medidas que están haciendo por la ciudadanía.
Pero no todo es malo. Estos días me han enternecido descubrir que tenemos miles de héroes y heroínas anónimas, con independencia de cuál sea su profesión. Muchas personas se la están jugando todos estos días para que nosotros tengamos unos servicios que ni valoramos ni agradecemos fuera de situaciones excepcionales como esta. Los exigimos porque lo damos por hecho. Para que tengamos derechos y servicios, otros muchos trabajan duramente y de forma silenciosa y desde aquí aprovecho para aplaudirles y agradecerles su esfuerzo.
Está claro que estos días son duros para todos, estamos desubicados, descentrados, nos cuesta mantener las rutinas, tenemos preocupación y miedo. Somos una montaña rusa de emociones. Toca templarse y ser fuertes. Mantener nuestras rutinas es nuestra mejor medicina para cuando toque volver a nuestra vida sin confinamiento.
La vuelta a la normalidad será dura para todos y tendremos que ayudarnos unos a otros más que nunca para superar las consecuencias económicas y de otra índole que vendrán. Eso sí, no olvides, que antes de pedir debes estar dispuesto a ayudar a los demás sin esperar nada a cambio.
¿Qué te ha sorprendido para bien o para mal estos días?
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