Del liderazgo se lleva hablando desde hace mucho tiempo. Pero tenemos que diferenciar entre jefes y líderes. ¿Es lo mismo? Desgraciadamente, no.

Para empezar, no olvidemos que todas las personas antes de ser jefes y/o líderes fueron empleados. Cuando uno promociona y adquiere puestos de responsabilidad con personas a su cargo olvida rápidamente que él estuvo en una posición de no responsabilidad. Por otro lado, el ascender profesionalmente y tener personas a tu cargo no conlleva que tengas que cambiar tu comportamiento con las personas de tu empresa. Debes seguir comportándote igual. Digo esto porque hay quienes, cuando se les nombra jefes, cambian radicalmente. A partir de ese momento, solo comen, hablan y se relacionan con otros jefes o personas que tienen responsabilidades, cuando antes lo hacían con todo tipo de personas y es más, con algunos colegas tenían amistad. Si el cambio de posición cambia tu forma de actuar, desgraciadamente, no entiendes nada. Antes que ser jefe o líder eres una persona. Tienes que seguir comportándote igual que antes. Puedes ser jefe ahora y seguirte llevándote fenomenal con las personas con las que ya te relacionabas, con independencia del cargo que tengan esas personas. ¿Qué más da que no sean jefes? Si cambias por un ascenso te estás retratando como persona con pocos aspectos favorables hacia ti.

También es cierto que la promoción conlleva ciertos cambios de funciones y no siempre uno está formado para acometerlas con éxito. Ciertamente, una promoción debería conllevar un asesoramiento de cómo acometer ciertas actividades, sobre todo si es la primera vez que se gestiona personas. No es tan fácil como llegar y ponerse a dar órdenes.

El ascender profesionalmente es bueno, aunque supone tener más responsabilidades. Gestionar personas no es fácil. Antes de nada, debes de ponerte en su posición, aunque no los entiendas en el fondo. Para comprender a tus personas debes ver su mundo desde su prisma, para comprender su forma de ver el mundo corporativo. Otra cosa es que estés de acuerdo con él. Lo único es que pocos líderes saben empatizar con sus personas, tienden a juzgarles antes de entenderles. Entender a tus personas supone estar dispuesto a escucharles sin juzgar.

La delegación también es un aspecto que muchos jefes deben aprender a hacer para ser líderes. Un jefe no puede hacer todo, por lo que deberá delegar a aquellos que tiene al lado. Pero no puede ser algo del tipo: “Oye tú, haz esto que yo no puedo”. Eso no es delegar. Es emplumar algo que posiblemente no tengas ganas de hacer tú mismo. Un líder expondría la tarea y buscaría encontrar con su equipo la mejor manera de llevarla a cabo.

Imaginemos que Pedro y tú lleváis 15 años trabajando en el departamento comercial de la empresa YUZIRA. Los dos aspirabais al puesto de Director Comercial, aunque al final tú fuiste el seleccionado. Es lógico que Pedro se alegre por ti, aunque a la vez se sienta decepcionado y dolido por no ser el elegido. No puedes pretender que lo asuma a la primera. Ponte en su lugar, escúchale y ten paciencia. Tú, en su lugar, estarías igual o peor. La elección se ha basado en bastantes aspectos. Lo único es saber si esta elección se le ha explicado a Pedro de forma adecuada. En la mayoría de las ocasiones no. Esto genera muchos problemas. Tú, como nuevo Director Comercial, debes brindar tu ayuda a Pedro y convertirlo en tu aliado, porque conoces su potencial. Si inicias una guerra, lo arrinconas, le das lo que no te apetece hacer, no le encaminas y no confías en él, perderéis ambos pero también la organización. Pedro terminará por irse. Tanto tú como la empresa debe escuchar a Pedro sin juzgarle. Tendréis que integrarlo más y darle más responsabilidad para que no se sienta abandonado. Si Pedro se siente escuchado y valorado, se involucrará, aunque no fuese el elegido.

Ponerse en el lugar del otro requiere ser valiente y paciente. Supone acoger a la otra persona para conseguir acercar posturas. Esto conlleva en mirar el mundo desde sus zapatos, con independencia de que estos no sean objetivos. Muchos líderes pretenden imponer su criterio en vez de hacerlo entender, estando dispuestos a cambiar aspectos en función de la opinión de su equipo. Imponer está reñido con empatizar. Ser empático no es fácil porque conlleva asumir que no siempre tienes la razón. Desgraciadamente, nos han educado para ser el ombligo del mundo; queremos tener siempre razón y no sabemos competir de forma sana ni adecuada.

Un buen líder tiene que ser, antes de nada, buena persona, de lo contrario, está claro que tu estilo de liderazgo no será exitoso para ser recordado por tu equipo de personas.

Un buen líder debe escuchar mucho antes de hablar. Los demás tienen cosas que decir, aunque para que lo hagan, les tienes que demostrar que estás dispuesto a contar con ellos y con sus ideas. Esto lo debes demostrar con hechos y no solo con palabras. Hay quienes les encanta escucharse, sin embargo, realmente debes plantearte qué aporta lo que estás diciendo en cada momento. Si no aporta nada de valor puedes omitirlo. Si en alguna ocasión pretendes transmitir un mensaje y consigues el efecto contrario, asume que debes cuidar tu lenguaje y la forma de llegar a tus personas. Si todos entendieron lo contrario, algo te falla y debes trabajar en ello. Debes rodearte de personas que te digan lo bueno que tienes y también aquello que debes mejorar. Huye de las personas que te doran la píldora todo el rato. Quiero personas en mi equipo que me incomoden y que quieren siempre que dé lo máximo de mí. Necesitamos que otros nos digan lo que no queremos escuchar. En otras ocasiones, necesitamos personas que nos hagan ver nuestro potencial porque creen en ti mucho más que tú.

Escuchar tiene que ver con focalizar toda tu atención en la otra persona y su mensaje, desconectando todas tus otras alarmas y sonidos internos y externos.

Un buen líder es una persona que se quiere rodear de grandes personas y grandes profesionales, que asume que destacan en otras cosas muchos más que él. Buscar a personas menos brillantes que uno mismo, es sintomático de ser mediocre. Es bueno tener personas más buenas que tú en muchos aspectos. Debemos asumir que ser bueno en todo es inviable. LA DIFERENCIA es bella. Una persona diferente destaca; una persona igual que millones de personas jamás destacará si no busca sus diferencias y las potencia.

¿Te ves capacitado para ser un líder? ¿Te has planteado si eres un líder o te quedas en tan solo un jefe? ¿En qué eres diferente como líder y como persona?

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