Hace un tiempo leí dos artículos que me gustaron y ha llegado la hora de comentarlos: el primero es de Andrés Pérez Ortega titulado ¿Y si te valorasen sólo por lo que aportas? y el segundo es de Enrique Dans titulado trabajar…. ¿menos?. Sobre todo, me ha hecho recapacitar sobre nuestras relaciones contractuales actuales.

Para empezar, no debemos negar que el mercado laboral español es poco flexible en lo que respecta a fórmulas contractuales y forma de prestación del trabajo.

El Real Decreto Legislativo 2/2015, de 23 de octubre, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley del Estatuto de los Trabajadores regula en su artículo 34 todo lo referente a la jornada de trabajo. Se establece que la duración máxima de la jornada ordinaria de trabajo será de cuarenta horas semanales de trabajo efectivo de promedio en cómputo anual, a falta de pacto en los convenios colectivos o contratos de trabajo.

Con la normativa en la mano, en las relaciones laborales por cuenta ajena nos pagan por nuestro tiempo, independientemente de que el intercambio de la retribución conlleve que durante ese tiempo realicemos determinado trabajo en beneficio de la empresa. En las empresas, en bastantes ocasiones, no se aprecia en exceso el valor añadido que aporta cada persona, es decir, el extra que algunas personas ponen a la hora de desarrollar su trabajo. A la mayoría de los trabajadores que desempeñan las mismas funciones se les paga igual o así debería ser, con independencia de la ratio de productividad individual que aportan al beneficio empresarial. El salario no va vinculado a la productividad, excepto en algunos puestos de trabajo y en un porcentaje determinado del salario (normalmente pequeño). Si miramos a otros países europeos vemos como se potencia que cada vez las personas trabajasen menos tiempo pero aporten más. Por el contrario, en países subdesarrollados aún tienen jornadas abusivas al tener mano de obra barata y a la impunidad de la normativa laboral de esos países, utilizada por algunas organizaciones en su beneficio.

Los futuros de las relaciones laborales tienden de forma global en un futuro cercano hacia figuras contractuales más relacionadas con la prestación de servicios, es decir, se te pagará por lo que aportes y no por tus horas de trabajo. Todavía nos encontramos con empresas que controlan exhaustivamente la presencia en el puesto de trabajo de sus empleados, pero no evalúan su sus resultados. Las consecuencias las podemos ver claramente: Mucho “pajareo” sin productividad.

No pretendo que todos los trabajadores sean autónomos, sin embargo, en las relaciones laborales por cuenta ajena se debe poner más hincapié en la productividad de cada persona y no tanto en el tiempo de prestación de tu trabajo. Lo realmente importante para una empresa es que cada persona cumpla sus objetivos o metas asignadas. Debe importarnos menos cómo lo consigue y el tiempo que invierte. Lógicamente esto hará que las remuneraciones no tengan que ser iguales entre las personas que desempeñan el mismo puesto de trabajo en una organización, dependerá de la productividad objetiva de cada persona. Como ya he dicho antes, el gran problema actual es que muy pocas empresas miden de forma objetiva la productividad de cada persona y con esto me refiero al valor que aportan a la empresa en cumplimiento de tareas, beneficio aportado… Muchas veces la productividad se mide con parámetros subjetivos, de Fulanito esta todo el día trabajando sin hablar porque lo dice su responsable y Pepito aporta menos porque hace más pausas, toma muchos cafés y fuma, por lo que está claro que trabaja menos. Esto son percepciones, porque muchas personas son verdaderas especialistas en aparentar todo el trabajo que tienen. ¿Acaso no encontramos en nuestros trabajos aquellos que vociferan a los cuatro vientos la cantidad ingente de trabajo que tienen, pero nadie sabe lo que hacen? Ni se les ve con estrés, ni siquiera, realizando ese “tanto” trabajo que tienen.

Debemos tener herramientas que nos permitan saber la productividad real de cada trabajador. Esto comienza por centrarnos más en objetivos, diarios, semanales, mensuales, semestrales o anuales a conseguir por cada persona marcados en función del tipo de puesto y de empresa. Las personas somos más autónomas de lo que aparentamos. A veces, los altos índices de desmotivación de los trabajadores españoles vienen propiciados por la poca autonomía a la hora de desempeñar sus tareas. Las personas que contrata cada empresa tienen como objetivo que les ayuden a solucionar determinados problemas y les ayuden a conseguir determinados beneficios. Y es muy triste escuchar la frase “a mí no me pagan por pensar” o “a mí no me pagan por enseñar.” Muchas empresas potencian que sus personas se conviertan en este tipo de “monstruo”, porque posiblemente las empresas no dejen claro cuáles son los objetivos de hacer dichas labores, y posiblemente, sean exigentes en esos punto “presencialistas”. Para evitarlos, se les debería permitir que desarrollaran nuevas ideas que vayan en beneficio de la organización. Sin embargo, algunas empresas aun piensan que las cosas deben seguir igual porque siempre se ha hecho así. Soy de la opinión que esto viene propiciado por la crisis de líderes adecuados a las necesidades de las empresas del siglo XXI.

Está claro que esta forma de pensar dista mucho de lo habitual en las relaciones laborales actuales. Se debe dar prioridad a la flexibilidad y esto conlleva compararse menos con el prójimo, cosa muy tendente en el mercado laboral español. Las necesidades de cada persona son diferentes y las empresas tienen que intentar adaptarse a ellas para conseguir personas más motivadas y productivas. Además, no podemos negar que los trabajos manuales están comenzando a ser desempeñados por maquinas por lo que será necesario que la sociedad empiece a reciclar a las personas que desempeñan esos trabajos, hacia conocimientos técnicos y de las nuevas tecnologías.

¿Qué opináis al respecto?

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