Muchas personas se dicen a sí mismas constantemente frases del tipo: “yo soy así y no puedo cambiar”, “todo lo malo me pasa a mí”, “no valgo para nada”, “todo me sale mal, así que es mejor no intentar nada”…

Todos hemos tenido días de bajón, de no sentirnos bien y no tener ganas de hacer nada con nuestras vidas. Pero al mismo tiempo todos sabemos que no podemos residir en este estado mucho tiempo. Debemos salir de ahí cuanto antes y el creo que todos somos conscientes de que cambio debe partir de nosotros mismos.

Nunca es tarde para cambiar lo que no nos guste de nuestras vidas. Nadie negará que cualquier cambio no es difícil porque nos supone esfuerzo y hacer las cosas de otra forma diferente. Nos cuesta dejar hábitos inadecuados para nuestra salud entre muchas otras cosas. Lo más fácil es residir en el “somos así” pero eso no tiene otro nombre que “resistencia al cambio” y lo malo es que os habéis acostumbrado a vivir en ese estado de queja y amargura constante. El primer paso supone asumir que queréis cambiar y poneros a ello. Lógicamente, en ese proceso, es normal que en más de una ocasión recaigáis en los viejos hábitos porque los tenéis muy interiorizados; no pasa nada, es cuestión de seguir perseverando.

Debéis creer en vosotros y vuestras posibilidades y eso supone transformar vuestro lenguaje interno. Tendréis que deciros lo mucho que valéis, lo mucho que tenéis que aportar, lo bien que estáis haciendo las cosas, los logros que estáis consiguiendo. Esto conlleva desechar todas las frases negativas que os lanzáis de manera inconsciente sin pensarlo, tipo “no valga para nada”, “no me merece la pena”, etc., son frases de resistencia al esfuerzo y al cambio.

Querer cambiar es de personas valientes porque habéis dado el paso de salir de vuestra zona de confort y comenzar nuevos caminos que os lleven a los cambios esperados. El comenzar un proceso de cambio supone equivocarse en el mismo, A la primera, no nos saldrá perfecto ni podremos evitar tener debilidad. Tenemos que conseguir vencer a nuestro dialogo interno negativo. Cuando tengáis una voz cercana que os diga que ese cambio que estáis intentando hacer no vale para nada, es sintomático de qué vais por buen camino porque ven que os pierden y que seréis un ejemplo de que si uno quiere, se puede cambiar.

El hacer siempre lo mismo nos es muy cómodo pero no nos ayuda a avanzar en absoluto y nos hace estancar y hacer que vayamos como un barco a la deriva. La vida supone arriesgarnos, probar cosas nuevas y buscar nuevas vías de colaboración que nos llenen. Cuando una puerta se cierra, tenemos que buscar nuevas ventanas y puertas que se nos abran y eso supone ir a por ellas para llamar y ofrecernos con seguridad y mostrando el trabajo que ya llevamos a nuestras espaldas.

Estoy seguro de que algunos de mis lectores estarán pensando qué fácil es hablar, porque yo no tendré sus problemas ni sus circunstancias. Seguramente no pero, como todos, puedo tener otros problemas o circunstancias que hay que resolver.

En más de una ocasión, me he quejado de lo oxidado que estaba en mi capacidad idiomática en el idioma inglés y siempre tiraba balones fuera y con eso ya calmaba mi ego de autocompasión. Eso sí, no hacía nada para revertir ese situación. El año pasado, decidí ponerme manos a la obra, sin pensarlo en exceso, porque era algo que tenía que hacer. Conseguí estar todo el año con ese objetivo, trabajando para seguir adelante. Puedo decir que he avanzado poco a poco y paso a paso. Se van notando los avances aunque soy consciente de en qué tareas debo centrarme para avanzar más. Por ejemplo, tengo que dejar de tener miedo a equivocarme hablando en ese otro idioma y olvidarme de que los demás se puedan reír. Como me dice un amigo, la clave es que nos entiendan aunque no lo digamos perfecto. Por otro lado, tengo que ser más constante y dedicarle un rato todo los días para notar más los avances, algo que espero conseguir. La cuestión es no tirar la toalla y no dejarnos vencer por la pereza, la pena y la compasión. Nadie dijo que fuese fácil, sin embargo, merece la pena intentarlo para mejorar en una competencia necesaria.

Todos, a lo largo de nuestras vidas, hemos comenzado algo que al final hemos terminado por abandonar sin ruido alguno para que los demás no se enterasen. El tema es que haciendo esto no solucionamos nada y solamente nos engañamos a nosotros mismos. Normalmente, a los demás les da igual si sigues con ese cambio o si lo has dejado.

Yo cada vez estoy más convencido que los cambios nos hacen sentirnos vivos y va muy bien arriesgarse. Por supuesto, el riesgo conlleva que a veces las cosas no salgan como esperamos. Si siempre hacemos lo mismo, obtendremos lo mismo de siempre y eso nos hará caer en una rutina soporífera. Está claro que solo se equivoca el que lo intenta. Siempre que caigamos tendremos a alguien al lado para decirnos “Ya lo sabía yo” “Te lo dije” y frases de ese tipo que te dicen el tipo de personas que son. Eso sí, cuando alcancéis el éxito con los cambios acometidos seguro que no os dicen nada.

El querer cambiar supone querer mejorar como personas. No permitáis que nadie os diga que no podéis, que no valéis y/o que es tarde para algo. Nunca es tarde para nada y cuanto antes comencéis antes acabareis y después veréis como era más fácil de lo que pensabais. No hay nada peor en esta vida que la pereza que nos hace no querer avanzar ni hacer nada no porque no podamos sino porque nos hemos creído que no se puede. Cuanto menos hacemos menos queremos hacer. Los límites de la cantidad de cosas que podemos hacer al día nos los marcamos nosotros mismos. Es cuestión de que lo penséis y os pongáis manos a la obra.

¿Por qué tenéis miedo a cambiar? ¿Qué excusas os ponéis para seguir haciendo siempre lo mismo?