Foto propiedad Juan Martínez de SalinasTengo un amigo que siempre dice que el trabajo perfecto no existe y estoy de acuerdo con él. En todas las organizaciones en las que trabajemos encontraremos, tarde o temprano, cosas que no nos gusten. En una tendremos algún compañero indeseable, en otra será un jefe inaguantable, en la siguiente será el salario, el horario o vete tú a saber qué.

No podemos negar que casi todos los comienzos en una nueva empresa son idílicos, todo nos parece maravilloso y se magnifica, sin embargo, para poder hacernos una perspectiva real de esa compañía debemos dejar pasar el tiempo, de cara a tener la perspectiva real tras llevar trabajando ahí un plazo objetivo.

Muchas personas se sienten atrapadas en su trabajo porque no se sienten realizados, están desmotivados, amargados, infravalorados, etc. y desean por todos los medios escapar de ahí. Se piensan que cambiar de trabajo solucionará todos sus males. No obstante el huir de los problemas dejará patente que no han sabido asumirlos ni buscarles solución en esa compañía. Y no digo que sea fácil, sin embargo, en la nueva compañía seguramente encontrarán otras dificultades, problemas o circunstancias que les hagan volver a sentir la necesidad de escapar.

Una amiga mía dice que por muy bajo que esté el listón de vuestra antigua compañía, siempre puede caer más bajo en aquella compañía a la que vayáis de nuevo.

Todos tendemos a no saber valorar lo que tenemos bueno de nuestra empresa porque lo damos por hecho, lo asumimos y dejamos de valorarlo. Pensamos que en todas compañías existe eso cuando no es así. Tendemos a focalizarnos en lo negativo y quizás lo que debemos hacer es acostumbrarnos a convivir con ello. Siempre digo que el escaparse de una empresa es fácil pero no implica haber resuelto el problema. Por eso, recomiendo que antes de decidir pirarse del trabajo actual, se intente solucionar si es factible el problema que os hacen infeliz. Para ello debéis ser realistas y plantear esa dificultad de forma constructiva para intentar solucionarla.

A veces cuando tenemos un problema e nuestro trabajo actual tendemos a obsesionarnos con él, haciendo que nos paralice nuestras vidas profesionales e incluso las personales. Esto conlleva que idealizamos el resto de trabajos. Debemos sopesar los cambios profesionales y estar convencidos que son mejores para nosotros, buscando las razones objetivas. No puede ser el motivo principal el escapar de esa dificultad, del problema o de la persona que nos incomoda. No olvidemos que en la nueva empresa nos encontremos con otro problema diferente que nos produzca con el tiempo esa misma frustración. Está claro que determinadas problematizas corporativas no tienen solución, aunque la claves es plantarle cara y no huir. Imaginemos que vuestro jefe directo nos ha denostado en esa compañía y tras intentar solucionarlo de forma constructiva pidiendo un cambio dentro de la organización, ha sido peor. En este caso no debéis tolerar que os falte al respeto, ni os humille porque eso sería tirar la toalla de vuestra propia autoestima. En este caso lo mejor será que busquéis otras alternativas con cabeza que sean buenas para vuestra carrera profesional. Tenéis que ser fuertes y no dejar que esa otra persona consiga haceros creeros lo que no sois.

Conozco más de un profesional que esa desesperación, frustración o necesidad de escapar de ese trabajo les hizo aceptar la primera oportunidad profesional que les surgió. Recuerdo un caso de una persona que esa desmotivación profesional le hizo aceptar un trabajo inferior a lo que había estado trabajando hasta ese momento. Cuando pasaron unos cuantos meses estaba aburrido porque quería asumir más responsabilidades, sin embargo, su puesto no lo requería y no le dejaban hacerlo. Estaba convencido que había dado un paso atrás y ahora se sentía bastante peor de la situación laboral de la que había escapado.

Recuerdo igualmente una amiga que cambio de trabajo solamente por temas salariales. Estaba convencida que en su empresa anterior cobraba muy poco en comparación a lo que aportaba. Decidió aceptar un puesto de responsabilidad en su campo e otra organización solamente se dejó llevar por el considerable aumento de salario, sin sopesar que un mayor salario conllevaba más responsabilidades, sacrificios y esfuerzos. Al pasar 6 meses se le había olvidado que cobraba bastante más porque tenía que meter muchas horas, asistir a reuniones imprevistas, viajar mucho fuera de sus ciudad, etc. Tenía su vida personal abandonada. Ella había dado prioridad a lo profesional al aceptar un aumento salarial y cargo de responsabilidad en otra compañía. Tras estar dos años en esa posición decidió dimitir porque no podía con ese estrés. Decidió dejar de tener trabajo porque no midió bien los esfuerzos que conllevaban ese cambio profesional.

Está claro que solamente se equivoca el que se arriesga. Yo he sido el primero que me he equivocado con cambios que he decidido hacer en mi vida profesional, sin embargo, no huía de nada, asumí los riesgos y pensé que ese cambio me traería algo positivo con el tiempo aunque no saliese como esperaba. Y efectivamente me permitió evolucionar hacia caminos que de otra forma no hubiese explorado.

No hay que añorar lo que hemos dejado y para ello debemos de tener clara la decisión que tómanos sin huir de situaciones que nos superen.

¿Por qué te equivocaste al cambiar de trabajo? ¿Huiste o buscabas mejores oportunidades profesionales?