Categoría: Blog

¿QUÉ ES LO QUE MÁS TE CUESTA DE LA FORMACIÓN ONLINE?

En época pre-Covid19, lo habitual era impartir la formación de forma presencial en donde tenías ese contacto con las personas que asistían a tus clases. Era un contacto físico y real con tus alumnos, esencial para poder interactuar de una forma más dinámica. La clases magistrales de discurso único hace tiempo que resultan soporíferas. Los alumnos exigen mucho a sus formadores, poniendo en duda lo que comentan, rebatiendo, participando y poniendo en práctica lo transmitido.

Una de las cosas que más me ha sorprendido es que, frente a una audiencia limitada de forma presencial, los webinars amplían mucho más el número de personas a las que puedes acceder. Uno de los webinars que he impartido estos días de confinamiento, estuvieron  más de 300 personas que, pese a no verles la cara, ves sus ventanas digitales, que impone, aunque te olvidas rápidamente de la cámara y te sientes raro porque parece que estas hablando para ti  y sabes que tienes alumnos que están muy lejos y muy cerca a la vez. Para aquellos que estén acostumbrados a los grandes eventos, supongo que no les sorprendería, pero mi experiencia ha sido siempre con grupos más reducidos. Pero me ha quedado claro que el número de oyentes no es lo importante, si no si el ponente sabe mantener la atención de todos ellos.

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¿CÓMO PODEMOS EQUILIBRAR LA OFERTA Y LA DEMANDA DE EMPLEO?

Aún recuerdo en mis etapas formativas que eran totalmente memorísticas. Si bien mi carrera universitaria era claramente de letras, era necesario aprenderte todo como un loro, una vez expulsado ese conocimiento en el correspondiente examen, eso se desvanecía de tu memoria. Si bien esto ha mejorado, seguimos siendo un país donde se hacen memorizar demasiadas cosas. Cuando hoy en día tenemos todo el conocimiento disponible a dos clics. Con esto no quiero echar por tierra el conocimiento en sí, pero creo que lo realmente importante debe ser cómo son capaces de aplicar los alumnos esos conocimientos, las conclusiones a las que llegan, la capacidad de saber relacionar, el tener su propia opinión tras evaluar todos los puntos de vista y las opiniones posibles. Debemos ir hacia clases más participativas en donde se analicen situaciones reales que se van a encontrar a la hora de desempeñar esas actividades o profesionales.

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¿QUÉ ESPERAS DE MÍ COMO JEFE/A?

Independientemente de que los jefes sean promocionados internamente o sean seleccionados de fuera, suele ocurrir que se olvidan de lo más importante bajo mi punto de vista: antes que jefes, son compañeros. El equipo tiene que sentir que eres uno más, debes compórtate tal y como eres. Muchas veces, los jefes cambian su carácter, su forma de hablar, incluso de vestirse, pues el estatus parece que les obliga a cambiar. ¿Se es más jefe por cambiar la forma de ser? Claramente, no. Pero es más habitual de lo que parece. Suelen caer en grandes errores, marcando distancias para evitar rumores, favoritismos y otro tipo de cosas. Un líder tiene que ser equitativo y muy empático, es decir, ponerse en los ojos de los demás para saber analizar cómo perciben otros sus comportamientos.

Un líder tiene que ser en primer lugar humano y buena persona; esto conlleva dialogar con las personas de su equipo de forma habitual para tener claro que necesita de ellos y viceversa.

Igualmente para que un departamento de diferentes personas funcione tiene que existir confianza de unos con otros; es cuestión de tiempo, de trato y cooperación. Tenemos que ver que la otra persona intenta relacionarse con nosotros y ganarse nuestra confianza. Un jefe o líder tiene que dedicar mucho tiempo inicial a conocer a sus personas a nivel profesional y personal. Es bueno establecer reuniones periódicas para ir contando lo que va sucediendo y que los demás compañeros sepan lo que cada uno hace; esto hace mucho más equipo que los organigramas o las relaciones de puestos de trabajo con las funciones.

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