Recuerdo que hace 20 o 30 años cualquier electrodoméstico te duraba toda la vida; es más, muchas veces los cambiaban las familias por mejorar lo que tenían, aunque el viejo electrodoméstico seguía funcionando. Esas televisiones grandes que ocupaban un montón y duraban más, con la UHF y VHF como las dos teclas para apretar y cambiar de canal, esas primeras televisiones de color, que viví en mi infancia y era todo un espectáculo en tu comunidad; muy pocos disponían de televisores de color en los primeros tiempos. 

Pero la vida cambió, cuando estos electrodomésticos ya no se fabricaban para durar toda una vida, sino que se empezó a aplicar la obsolescencia programada (vida util de un aparato); el cambio de estos aparatos no se suele hacer ya por acceder a nuevas funcionalidades, sino que se estropean rápidamente, y el arreglo es más caro que comprarse la versión actualizada. Estamos inmersos en una sociedad consumista, donde se necesita que se consuma constantemente y queramos cambiar al último modelo incluso antes del tiempo en el que se estropearían.

Lo malo es que no es algo que se haya quedado en el ámbito textil o de electrodomésticos. Estamos en la época del cambio constante que llegó con el siglo XXI, aunque se venía fraguando de forma silenciosa desde hace tiempo. En el ámbito profesional, estábamos acostumbrados a que las cosas perdurarán de por vida. Sobre todo, los conocimientos, las formas de hacer las cosas, las tareas de los puestos de trabajo y las necesidades de los clientes de un producto o servicio. Si alguna persona cliente necesitaba algo diferente, le miraban con cara rara, diciendo “eso no lo tenemos”, extrañados incluso. Cuando han ido surgiendo nuevos segmentos o tendencias que hacían vislumbrar que ese sector o actividad, debería dar un giro de 180º hacia esa nueva innovación o tendencia. Los que no supieron o no quisieron verlo, por lo general, su empresa o proyecto desapareció, porque miraron a otro lado y no quisieron cambiar; pensaban que el mercado y el cliente se adaptaría a su empresa, cuando esto nunca ocurre. La fidelidad a la empresa y a sus servicios cada vez es más complicada.

El mercado laboral está en la cuarta revolución y, aunque nos resistamos, la evolución hacia dónde va es imparable. Los puestos de trabajo hace tiempo que parece que se crean o destruyen, pero en realidad, se transforman o adaptan a las nuevas necesidades; si no son capaces de adaptarse, se dejan de necesitar esas posiciones en las empresas, porque nadie las pide o quiere ya esos productos o servicios que prestan esos empleados. A día de hoy, los puestos de trabajo sufren una obsolescencia natural acelerada; cada año se piden nuevos requerimientos y conocimientos, que vienen provocados por las necesidades de los clientes. Es más, ya es una certeza que el 80% de los niños que están ahora en etapas primarias de educación van a trabajar en puestos de trabajo que a día de hoy no existen; serán la evolución o la transformación de puestos de trabajo actuales hacia otra necesidad, que para nada se parecerán a los de ahora.

Si miramos a la actualidad, en el mercado laboral español se sigue pagando por tiempo invertido a la semana (40 horas desde el siglo XX); en otros países se implantó antes. Pero la tendencia debería pasar por pagar por resultados alcanzados u objetivos cumplidos. Ahora, lanzo una pregunta: ¿realmente todos los puestos de trabajo necesitan invertir 40 horas a la semana para llegar a sus objetivos? y a colación de esta me surge otra ¿Estáis seguros de que en las empresas el trabajo de cada puesto está bien organizado?

Al final, no podemos compararnos con personas que trabajan de algo muy diferentes a nosotros. Un comercial, una enfermera, un fontanero, un director financiero, igual no tienen por qué dedicar el mismo tiempo de trabajo; debe ir acorde a los objetivos que deben cumplir. Va siendo hora que cada puesto de trabajo lleve asociadas a cada tarea que realiza un objetivo a alcanzar.

Además de sus tareas, es habitual que, en ciertas empresas, se deleguen esporádicamente o con cierta regularidad, tareas extra. Esto conlleva que sus tareas principales queden relegadas a un segundo plano, e incluso no se lleguen a cumplir. Lo correcto es repartir de forma adecuada el trabajo, teniendo en cuenta la carga de trabajo.

Ha llegado el momento de que cada persona de un paso al frente y no ignore la realidad. Nos tenemos que preocupar por nuestra formación y, por ende, por nuestro reciclaje; estaría fenomenal que lo hagan las empresas, aunque no podemos dejar nuestro futuro profesional en sus manos. No olvidemos que las empresas nos contratan porque nos necesitan; en el momento en el que ya no se requiera lo que sabemos hacer, buscarán las empresas en el mercado a gente que sepa hacer lo que necesitan ahora, solo se acordarán de reciclarnos cuando no encuentren a personas con esas competencias en el mercado.

Tenemos señales en el día a día de que nuestro puesto de trabajo tiene los días contados con la carrera que está en marcha de automatización y digitalización. Si tu profesión es la de, por ejemplo, conductor y acabas de empezar a trabajar en ello o no, va bien que vayas especializándote en saber manejar los coches autónomos, que necesitarán personal especializado que supervise esto y los maneje. Si no haces esto, me temo que tu profesión, está en peligro de extinción y debes reciclarte para aprender otros conocimientos, que te ayuden a dedicarte a otra profesión. Debes de analizar el presente y el futuro cercano de tu puesto de trabajo y su encaje en el mercado laboral y su evolución. Incluso, ver qué se está haciendo en tu sector en otros países. Al final, lo que se hace en un país, si funciona, termina extendiéndose por el mundo global en que vivimos.

La transformación actual es voraz en todos los segmentos de actividad y por tanto en todos sus puestos de trabajo. La tecnología lo está cambiando todo y toca adaptarse y transformarse o quedarse fuera de juego, te parezca bien o mal. El mercado no pregunta; solo quiere que le des lo que necesita. Los clientes tienen unas necesidades diferentes y toca cubrirlas si no quieres desaparecer. Hace 40 años poca gente manejaba un ordenador; hace ya años que es una necesidad; si no lo haces eres un analfabeto digital, que lo tiene complicado en el ámbito profesional y en la vida diaria para realizar gestiones que ya son online y digitales, porque ya no se lleva lo presencial, algo que se ha acelerado con la pandemia.

Hace poco me comentaba un amigo que tiene una empresa de marketing digital, que una chica estaba interesada en hacer prácticas en su empresa. Ella les hizo llegar su CV, dejándoles su currículum por debajo de la puerta de su oficina. Era un CV básico, que tampoco mostraba muchas habilidades de diseño. Sin duda, demostró esta persona interés, aunque dejó en duda sus habilidades en marketing digital. Bajo mi punto de vista, debería de haber usado otra estrategia más adecuada al puesto para mostrar su interés y, por ende, mostrar su candidatura para el puesto. O, aun optando por dejarlo de forma física, debería haber sido lo suficientemente interesante como para que causará la impresión adecuada. No obstante, creo que esa forma de buscar empleo ya no funciona en la mayoría de los casos y esa persona debería cambiar su forma de buscar oportunidades. Sigue actuando como funcionaba el mercado laboral hace 25 años.

Estoy fijo y tengo trabajo para toda la vida… El concepto es bonito… Está claro que a todos nos gusta vivir en una falsa seguridad laboral y mirar a otro lado.  No obstante, la realidad nos despierta de golpe y luego sufrimos grandes aprietos por no haber ido poco a poco haciendo esos cambios que se requerían en nuestros conocimientos y competencias para no quedarnos sin opciones en nuestra profesión.

Ahora, si querer deprimir a nadie, sino todo lo contrario… me gustaría preguntaros algo, para que os activeis. ¿Cuánto tiempo de vida le queda a tu puesto de trabajo?

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