Retomo una serie de post sobre funciones y competencias precisas para diferentes profesiones. Hoy quiero abordar el rol necesario para la profesión de orientador/técnico de empleo. Hace un tiempo, Enrique Cejudo escribió un post sobre las competencias necesarias para las personas que ocupan esta profesión. Después, Maxi Peñas escribió otro magistral post sobre la orientación laboral a lo largo de la vida. Os recomiendo la lectura de ambos. Voy a tomar su guante para intentar dejar mi granito de arena sobre la orientación profesional y las competencias necesarias para desempeñar adecuadamente esta profesión. Aunque aviso, en este post, me he alargado un poco.

Me gustaría empezar comentando que creo que hace falta dar valor a la profesión de orientador laboral, es decir, profesionalizar esta actividad. Parece que cualquier persona puede realizar estas funciones, que bajo el punto de algunos, podría reducirse a dar cuatro consejos, recopilar varias direcciones genéricas para buscar empleo y dar recomendaciones carentes de valor.

Al menos en Aragón, los orientadores laborales de las diferentes administraciones son aquellos que aprueban las oposiciones del cuerpo específico de técnicos medios y/o técnicos superiores de gestión de empleo de la DGA. Es un sistema de elección que nada tiene que ver con las aptitudes en la materia propia del trabajo, sino que se trata de aprobar unos requisitos más bien jurídicos. Si revisas el temario, tan solo un tema trata la orientación profesional y/o laboral desde un prisma muy básico y general. Como suele pasar en las pruebas de funcionariado, el temario está cargado de normativa específica, de programas y subvenciones y de otros temas necesarios. No se toca nada en esos temarios sobre cómo trabajar con los usuarios, los diferentes tipos de colectivos que atendemos, tendencias de empleo, recursos disponibles, cómo buscar información para preparar talleres, competencias transversales necesarias, capacidad comunicativa, técnicas de persuasión y de motivación, cómo ayudar a las personas a conocerse mejor para saber lo que quiere, cómo trazar una estrategia de búsqueda o definir con él un itinerario personalizado de inserción. No digo que la normativa no sea necesaria, sin embargo, las personas necesitan que les ayudemos a encontrar soluciones a sus diferentes necesidades. El orientador debe ser un facilitador. Y como siempre digo, aquello que no me gusta, siempre se puede cambiar.

También soy de la opinión que al mundo de la orientación le falta una necesaria especialización, es decir, orientadores formados y preparados para diferentes tipos de colectivos y/o usuarios. No tienen las mismas necesidades una mujer víctima de violencia de género, que un inmigrante, que un egresado, que una persona sin formación básica y podría seguir. Al final, un orientador tiene que atender a todo tipo de personas y, no lo neguemos, es imposible estar al día de la diversidad de recursos. Tenemos un montón de programas genéricos que aportan poco valor al usuario. Bajo mi punto de vista, se debería de hacer una comparativa al final de cada programa, para identificar si esa persona ha mejorado sus opciones de empleabilidad. Otra carencia en los servicios de orientación es la falta de seguimiento de los usuarios para analizar su evolución tras la finalización de su itinerario.

Una carencia habitual es el tiempo. Se debe dotar de tiempo para que el orientador pueda formarse y preparar sus sesiones. Muchas veces, la formación que reciben es demasiado genérica y no les aporta valor. Aunque también a veces no comunican el tipo de formación que precisan.

A veces, me he encontrado con orientadores que están anclados en el pasado, es decir, se niegan a conocer las nuevas herramientas o tendencias en la búsqueda de empleo. No puede ser que un orientador recomiende a un usuario estar en la red profesional LinkedIn y cuando éste le pregunte dudas, le diga que él no la conoce ni la ha probado. Es una incoherencia.

A día de hoy, el perfil de orientador es heterogéneo, es decir, lo puede ocupar cualquier persona con un título de grado universitario; da igual que sea ingeniero, veterinario, licenciado en derecho o en psicología… También he de añadir que las titulaciones más relacionadas con las personas, por sí solas, no garantizan que desempeñen mejor la profesión de orientador laboral. Debería haber un debate para identificar qué titulaciones son las más adecuadas o si debería existir una propia. Por lo general, también las formaciones de posgrado en orientación profesional siguen siendo muy teóricas y poco prácticas. Es recomendable que un orientador tenga experiencia laboral en el mercado laboral para saber qué opciones existen ahí.

Tenemos que buscar a personas que tengan vocación por ayudar a otras personas y conseguir, así, centrarles en lo que quieren hacer. Desgraciadamente, algo estamos haciendo mal (o no tan bien) en la orientación educativa y profesional. Muchos jóvenes están muy perdidos respecto a lo que quieren hacer. Muchas veces, un par de orientadores tiene que dar servicio a una multitud de alumnos. La orientación que se da es muy genérica, sin centrarse en las necesidades de cada persona. Lo único es que, muchas veces, el propio orientador no puede atender todas las horas que precisa cada persona. De la misma forma que pasa en medicina con los doctores, es fundamental que un orientador tuviese asignados un número de usuarios manejable, a los que hiciera un seguimiento durante un periodo indeterminado.

Las competencias transversales son cada vez más necesarias. Por ejemplo, un orientador tiene que ser empático, es decir, ponerse en el lugar de los demás; esto no significa que le dé la razón sino que se ponga en su situación para entender su contexto bajo su prisma.  A veces, algunos orientadores olvidan que tratan con personas que tienen necesidades, dificultades y carencias propias. El estar sin empleo es muy duro. Algunos orientadores olvidan la realidad del mercado laboral actual.

Un orientador necesitará tener capacidad de escucha activa, es decir, que permita a la diversidad de personas que atiende hablar para conocer sus necesidades, problemas y opciones. Esto supone estar centrado en la otra persona sin importar lo que el orientador piense de su interlocutor. Aquí entra otra competencia muy precisa que pasa por no juzgar, no sacar conclusiones antes de tiempo y dar oportunidad a las personas. Estos profesionales deben tener, además, mucha iniciativa para probar nuevas cosas, métodos, talleres, recursos, etc. A veces olvidamos lo importante que es esto. Otra competencia muy necesaria es la creatividad, buscar soluciones originales y distintas para las diferentes necesidades y problemas de cada uno de sus orientados. Esto requiere que un orientador busque otras formas de pensar para llegar a conclusiones diferentes. Además, necesitará gran capacidad comunicativa, saber trasmitir nuestras ideas, saber dirigirse a diferentes tipos de personas, saber explicar las cosas de múltiples formas.

Es fundamental que un orientador tenga competencias digitales. Deberán ser capaces de buscar información relacionada con el empleo, el mercado laboral, nuevas tendencias, herramientas, etc. Se precisa también que sepan contrastar la fuente de la que viene esa información para darle veracidad. Un problema actual es que existen muchas noticias falsas y debemos saber diferenciar el trigo de la paja. Es necesario que estos profesionales sean usuarios avanzados de herramientas informáticas y de INTERNET. Es por ello que habrá que estar al día de nuevos recursos, probarlos, clasificarlos y saber para qué tipo de personas van dirigidos. Un orientador deberá saber cuáles son las tendencias actuales respecto al perfil profesional, es decir, ayudarles a elaborar su CV, sin olvidar que está en decadencia. Necesitamos comprender que las personas que buscan empleo tienen que ser capaces de verbalizar y demostrar que son capaces de ayudar a solucionar a los grupos de interés a los que se dirigen. No podemos buscar trabajo de todo.

Un buen orientador no puede mirarse el ombligo solamente. Deben ser conocedores del mercado laboral internacional, nacional, autonómico y local. Es preciso tener esa visión global y, por otro lado, específica. Es bueno saber qué precisan las empresas, qué se ofrece, qué va cambiando en la oferta y demanda, qué franjas salariales se mueven en cada momento en el mercado, qué perfiles profesionales son los que más se precisan, qué estudios tienen mejores salidas profesionales, etc. Necesitamos que estén al día de nuevas tendencias. Igualmente es necesario que conozcan las relaciones laborales más utilizadas en este mercado laboral cambiante, precario y de contratos con fecha fin. Las relaciones laborales para toda la vida han pasado a mejor vida; ya no es lo que más se lleva.

Por otro lado, los orientadores tienen que fomentar su capacidad de relación. Deben potenciar su red de networking. Es necesario que un orientador conozca y se relacione con los diferentes agentes implicados en el mercado laboral. Tienen que salir de la oficina y acudir a foros, eventos, empresas y a centros educativos. Muchas veces un orientador carece de contactos de valor en las empresas, startups, universidad, educación, investigación y otros sectores.

Es necesario analizar si la información que proporciona un orientador aporta valor y son útiles. Cada vez más, se exige una mayor atención.

Un orientador debe disfrutar con su trabajo y tener grandes dosis de motivación y positividad. Además tiene que saber ver la realidad con objetividad, aunque con un toque positivo. No se pueden cambiar muchas veces las circunstancias de las personas que atendemos, aunque sí ayudarles a encararlas con otra actitud. Es bueno que cada vez reciban más formación para poder ayudar a las personas conocerse, descubrirse y reinventarse.

Por supuesto, este post pretende ser un punto de partida en el que todos podáis aportar valor y vuestra opinión. Lo que tengo claro es que en pleno siglo XXI, la era del conocimiento, la profesión de orientador sigue anclada en el siglo XX. Importan aún demasiado los números, las estadísticas y demás variables. La inserción de las personas que atendemos es lo más importante, sin olvidar que debe ser inserción real, un contrato de un mes si no tiene posibilidad de continuidad no soluciona nada.

Debemos escuchar más a las personas que acuden a los servicios de orientación para conocer qué opinan; igual de importante sería identificar las razones por las que las personas no acuden a los servicios de orientación a pesar de poderlos requerir. Esto nos permitiría poder cambiar muchas cosas que no funcionan y continuar con otras que están dando resultado. Todavía me pone de mal humor ver como hay quienes sacan sus fotocopias con los bordes gastados y siguen utilizando información vieja.

¿Qué rol debe tener el orientador laboral? ¿Creéis que hay espacio de mejora a lo que se ofrece en la actualidad?

* Fuente imágenes utilizadas https://unsplash.com