Es muy triste, indignante y lamentable lo que ocurrió hace unas semanas con el suicidio en España de Verónica tras haber circulado en su entorno laboral un vídeo íntimo suyo. Cada uno en su vida privada puede hacer lo que quiera. Me es indiferente como llegó ese vídeo a canales de sus compañeros de empresa. Todos, en alguna ocasión, hemos mandado por error un mensaje de WhatsApp a una persona para lo que no iba. Que te llegue ese material no justifica que lo difundas con cualquier persona, sin pararte a pensar la repercusión que tiene esa acción en la persona protagonista de ese material. No me vale que me digáis que no os parasteis a pensar en eso. Nos hemos vuelto una sociedad insensible donde cada vez empatizamos menos con el prójimo.

Lo más triste llega cuando Verónica comunica a su departamento de recursos humanos lo que está ocurriendo para solicitar ayuda y ver si se puede parar pero le comunican que es un tema de su vida personal y que no pueden hacer nada. Está claro que es un tema privado pero desgraciadamente, se ha convertido en tema laboral, desde el momento que ese video circula de un móvil a otro entre sus compañeros de trabajo. La presión llego a tal punto que en una empresa la mayoría de trabajadores se acercaron gradualmente hasta el puesto de Verónica para conocer a la protagonista del video. Ella estaba angustiada porque el video llegase a su marido, cosa que ocurrió. Ese vídeo pertenecía a otra época de su vida en que no estaba casada. Superada por la presión, la vergüenza y la situación no vio otra salida que quitarse del medio. Culpables todos los que vieron, pasaron, visitaron o simplemente no hicieron nada por parar su difusión.

El derecho a la intimidad es un derecho de la persona, con rango de derecho fundamental, que viene contemplado en el artículo 18 de la Constitución Española. La intimidad es la potestad de toda persona para decidir y controlar la información de carácter privado que un tercero puede conocer, difundir o manipular. Este derecho también viene regulado en el artículo 4.2 e del Estatuto de los Trabajadores y el artículo 8 del Convenio Europeo de Derechos Humanos.

El artículo 4.2 del ET dice que, en la relación de trabajo, los trabajadores tienen derecho: al respeto de su intimidad y a la consideración debida a su dignidad, comprendida la protección frente al acoso por razón de origen racial o étnico, religión o convicciones, discapacidad, edad u orientación sexual, y frente al acoso sexual y al acoso por razón de sexo.

El artículo 197. 7 del código penal ya pena la difusión de vídeos sin el consentimiento del protagonista aunque se lo hubiese mandado anteriormente con consentimiento. “Será castigado con una pena de prisión de tres meses a un año o multa de seis a doce meses el que, sin autorización de la persona afectada, difunda, revele o ceda a terceros imágenes o grabaciones audiovisuales de aquélla que hubiera obtenido con su anuencia en un domicilio o en cualquier otro lugar fuera del alcance de la mirada de terceros, cuando la divulgación menoscabe gravemente la intimidad personal de esa persona.” La única pega es que el código penal deja claro que en los delitos contra la intimidad sólo pueden ser perseguidos, si existe una denuncia de la persona agraviada, cosa que no hizo Verónica. Se deben endurecer las penas y que se pueda puedan perseguir estos delitos a pesar de que no existe denuncia previa del afectado.

Está claro que desde el momento que el vídeo llega al ámbito profesional se está invadiendo la intimidad y dañando la dignidad de Verónica. Ahora es momento de depurar responsabilidades respecto a su empresa y a sus compañeros. Que alguien mande por error un vídeo intimo no da derecho a quién lo recibe a difundirlo y publicarlo. Si la difusión se hubiese parado desde el primer momento, hubiese sido un incidente menor que llega a pocas personas y no a la gran mayoría de las personas de esa empresa. Tolerancia cero ante este tipo de comportamientos. Espero que se haga justicia y la inacción de la empresa y el comportamiento de los compañeros de Verónica tenga el castigo merecido.

Si uno recibe un vídeo de otra persona que conoce por error debe pararlo ahí para cortar la cadena. Si uno es un poco humano se para a pensar si debe difundirlo o no. ¿Qué pasa si ese video hubiese sigo protagonizado por ti, tu pareja, tus hijos, tus sobrinos o alguien de tu círculo íntimo? Hubiese sido igual. No podemos ponernos dignos solamente cuando el tema nos afecta directamente y cuando no nos afecta el volvernos maliciosos e hipócritas.

Esto me hace reflexionar respecto a que nos dejamos hacer fotos y vídeos con nuestros teléfonos o con los de otras personas cercanas en un momento determinado sin pararnos a pensar el recorrido que pueden tener esas fotos o vídeos e carácter más o menos íntimo. No olvidemos que las relaciones humanas pueden mutar, aunque esto no es excusa para, en venganza, sacar a la luz pública esas fotos o videos íntimos. Esto ya está siendo un drama con el acoso escolar en colegios con los dispositivos móviles. No podemos caer en el tópico de que un vídeo de carácter sexual, en manos de un hombre, no puede evitar mandarlo, eso es una majadería. El vídeo lo vieron, mandaron y comentaron tanto hombres como mujeres. Estamos en un momento en el que todo vale y ese es el gran problema. Debemos saber dónde está el límite. Se deben retomar valores básicos de respeto, educación, cortesía e intimidad que se han perdido. Lo más triste es que este vídeo fue movido por personas pertenecientes a personas de diversidad generacional.

Ante situaciones de esta índole en pleno siglo XXI queda constancia de que tenemos que seguir educando en valores, respeto y derechos individuales entre nuestras personas. Tenemos que inculcar a nuestros menores y al resto de la sociedad que cuando recibimos vídeos intimidatorios de otras personas deben saber cortarlos con independencia de que lo conozcan o no. Cualquiera nos podemos ver involucrados en una situación de este tipo que vulnere nuestra intimidad. Cada persona, con su vida puede, hacer lo que quiera y, nos parezca bien o mal, no somos quienes para dañar al prójimo. Si esa persona no está haciendo daño a nadie, ¿que más te da lo que haga? Muchas personas ahora irán de dignas y de vidas inmaculadas. Todos hemos hecho cosas en nuestras vidas de las que luego nos hemos arrepentido. Las vidas perfectas de Instagram no se las cree nadie. Parece que tenemos que mostrar lo perfecto que nos va todo. La vida es bella e imperfecta.

Ahora a todo el mundo le parecerá fatal lo que ha ocurrido con Verónica y que ellos no lo hubiesen hecho. Sin embargo, pregúntate a ti mismo ¿qué hubieses hecho tú si te hubiese llegado un vídeo intimo de alguien de tu empresa que no te cae demasiado bien? Lo más triste es que la mayoría de personas no se pararon a pensar en las consecuencias de sus actos y mucho menos se pusieron en el lugar de Verónica. Debemos saber diferenciar entre lo que es correcto y lo que no.

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