Un tema muy en boga es el liderazgo y, como suele pasar, tenemos opiniones para todos los gustos. Hace unos días, en un debate, la idea que se transmitió fue que el liderazgo es algo de otra época. Mientras tanto, vemos infinidad de documentación donde se diferencia al jefe del líder.

En parte, estoy de acuerdo con que el liderazgo ha muerto. El título puede ser un tanto dramático, aunque eso sí, quizás podría matizarlo un poco mejor: LA MUERTE DEL LIDERAZGO tal y como lo conocemos. Y es que si tenemos que recurrir a unas personas o varias en las organizaciones para que den las directrices de qué hacer a las otras personas es que vamos por muy mal camino.

Las empresas deben transformarse en lugares donde se facilite el poder desarrollar nuestro potencial, ayudando al progreso de esa organización, proyecto o comunidad con la que te sientes identificado. Debemos pasar de hablar de liderazgo para adentrarnos en la era de los facilitadores, creadores e impulsores del desarrollo de las personas. Una empresa debe tener un núcleo de personas que determinen la estrategia global de hacia dónde ir y a partir de ahí, con los objetivos claros, que cada persona ejecute su trabajo de la mejor forma que sepa. Lo importante debe ser el resultado final. Debe dar igual las metodologías, estrategias, enfoques y trucos que utilice cada persona. Si en las organizaciones, proyectos o grupos necesitamos una persona para que nos diga no solo que tenemos que hacer sino el cómo hacerlo, es que algo falla. Es que nos hemos quedado en el siglo XX.

Ese es precisamente el problema: muchas organizaciones y personas se han quedado atascadas en el proceso de cambio. Son estructuras jerarquizadas, con equipos directivos poco dialogantes y nada abiertos a la evolución, con políticas caducas y con unos valores pocos integradores. Con esto las personas con una nueva forma de trabajar, pensar y actuar duran poco en este tipo de organizaciones. Esto no tiene que ver con la edad de las personas sino con su forma de ver y afrontar la vida y el trabajo. Para que las empresas cambien hacia el lugar adecuado tienen que comenzar por hacer las cosas de otra forma las personas que forman parte de esas organizaciones. Muchas personas dicen que ellos no pueden hacer nada, que sus empresas no les dejan. Para que el cambio llegue, es uno mismo el que debe cambiar, con pequeñas cosas que dependan de él y, así, ir ampliando el radio de acción.

En la actualidad, convivimos 4 generaciones, pero… la interactuación entre ellas ¿es la correcta? Desgraciadamente, aún falta colaboración e integración entre las personas pertenecientes a cada una de ellas. Se debe integrar a todas las personas con independencia de sus valores, forma de pensar, visión del trabajo y competencias que traiga. La falta de que los facilitadores no estén extendidos es porque nos dejamos llevar por nuestros estereotipos. Pensamos que las cosas deben ser como las hacemos únicamente.

Cada vez debe importar más en las organizaciones lo que cada persona aporta a la comunidad, proyecto u organización de la que forma parte. A partir de esas aportaciones, valor añadido y enfoques aportados iremos viendo el rol que ocupa cada persona en ese grupo. Las organizaciones deberían de evolucionar hacia proyectos internos donde cada persona trabajase con otras en un proyecto o en varios. Esto supone que veamos que cada persona debe trabajar en los proyectos o tareas que mejor le encajen. En las organizaciones actuales tenemos mucho talento desaprovechado porque ignoramos su potencial. No nos paramos a pensar si esas funciones son las más adecuadas para sacar todo el potencial de esa persona. Lo triste es que a algunas empresas les da igual. No podemos ignorar que, si esas organizaciones no se aprovechan de ese potencial, otras lo harán por ellas y tendremos una alta rotación. Ciertamente, todos trabajamos por dinero, pero también es necesario que nos sintamos desarrollados profesionalmente, pues de lo contrario, el talento migrará a otra empresa donde pueda avanzar. Debemos transformar las empresas en lugares flexibles donde experimentemos y dejemos que ocurran cosas. El hacer cosas no supone lograr el éxito a la primera. El que no hace nada no se equivoca. Debemos permitir que las personas prueben, desarrollen, interactúen, faciliten y disfruten en los proyectos, grupos o empresas.

Por supuesto, muchos estaréis pensando que esto es una quimera. Tenéis que encontrar la forma de introducir esos cambios en vuestros entornos profesionales. No será fácil y en muchas ocasiones os tocará hacerlo como algo experimental, lidiando con los agentes anti cambio existentes en todas las empresas o proyectos.

Cada vez nos enfocamos más en poder elegir a las personas con las que queremos colaborar en lo profesional. No solo por su potencial y conocimientos sino también por su actitud de afrontar las adversidades y por el sentido del humor con el que encajan los imprevistos.

Por supuesto, he trabajado en empresas donde me he sentido encorsetado, donde no me han dejado hacer y al final mi motivación se quedaba resentida. Al final esto me hizo más fuerte y me hizo el buscar personas y proyectos que respirasen y estuviesen seguras de ese nuevo enfoque profesional.

Debes olvidarte de estas frases: “las cosas son así”, “siempre lo hemos hecho así, por lo que no cambies nada”, “no depende de mí” o “Es lo que hay”. No permitas resignarte o que otros consigan que te rindas. Debes seguir luchando por encontrar los proyectos, las empresas y las personas que te encajen y te permitan desarrollarte en la forma que necesitas.

Con esto no me estoy refiriendo a encontrar personas iguales que tú, porque en la diversidad es donde uno encuentra lo que busca. Es bueno relacionarse con personas diferentes a nosotros. Lo bueno es que tengan predisposición a hacer las cosas de otra forma. Las emociones se contagian, así que debes buscar a las personas que tengan emociones positivas a pesar de las dificultades.

¿Qué tipo de guía necesitas en tus organizaciones, proyectos o grupos?

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