Foto propiedad Juan Martínez de Salinas MurilloEl Siglo XXI nos tiene a todos excesivamente conectados al trabajo, debido a la multitud de medios tecnológicos que nos facilitan el poder acceder a los canales de nuestra compañía. Estar todo el día conectados a nuestro trabajo y a nuestra empresa no es bueno. Tenemos que saber desconectar y centrarnos también en nuestra faceta personal y familiar.  A veces, las personas excesivamente conectadas a su trabajo suelen carecer de vida personal y familiar a la que dedicarse llenando ese vacío con la única faceta existente en sus vidas.

Todos, pese a ser más o menos necesarios, tenemos que asumir que no somos imprescindibles ni en nuestro trabajo ni en nuestra compañía. Lo realmente necesario es vuestro puesto. Es decir, el día que os marchéis, vuestra compañía seguirá funcionando, sufriendo un poco la reincorporación de otra persona que tardará más o menos tiempo en hacerse con las tareas… pero sobrevivirá no os quepa la menor duda. Todavía hay quien se piensa (de forma errónea) que se hacen imprescindibles porque blindan su trabajo der tal forma sin permitir acceder a nadie, ni enseñar a nadie, ni dejar nada protocolizado. Sin embargo, de esto no tiene la culpa esa persona sino la compañía que lo permite.

Una vez asumido esto os debéis centrar en el trabajo en las horas que le estáis dedicando al día y antes de salir, centrar vuestra cabeza lo que tendréis que acometer al día siguiente y a partir de ahí dejarlo aparcado en vuestra cabeza. En determinados momentos, puede ser que os toque dedicar más tiempo al trabajo y llevároslo a casa pero debe ser en momentos muy puntuales. El estar siempre trabajando supone malacostumbrar a vuestras empresas y exigiros eso que habéis dado durante cierto tiempo. Vuestras compañías os reclaman esa dedicación porque lo habéis hecho sin que lo hayan solicitado. Esto significa que no se valora en absoluto y que en más de una ocasión ni se conoce esa dedicación.

Debemos saber que trabajamos para vivir y que no vivimos para trabajar. No por ello estoy diciendo que viva la vagancia. Está claro que tener un trabajo es muy importante pero no lo es todo en nuestra vida. Es una faceta importante la laboral pero no la más importante. A veces, nos hace descuidar otras facetas de nuestras vidas y no las valoramos hasta que nos quedamos sin ellas.

No olvidemos que a veces las urgencias laborales nos las creamos nosotros mismos mentalmente y no porque vuestra organización os lo haya solicitado. Todo puede esperar al día siguiente, no os preocupéis que si ocurre un cataclismo a nivel laboral os enterareis. Las empresas, los clientes, los jefes a veces consideran todo urgente y en la mayoría de los casos no lo son, simplemente reclaman vuestra atención y dedicación con palabras que enmascaren eso de lo que no es. De hecho, la palabra urgente, ya ha perdido su significado, por el mal uso que se ha hecho de esta palabra… Todo no es urgente. Normalmente, urgente es algo que ha sido gestionado de mala manera, tarde y mal y se exige a otro que solvente esa carencia que claramente no está generada por él. Pero será esa urgencia, la que “salvará el culo” a quien no haya hecho su trabajo de forma planificada.

Como nadie te va a decir que lo suyo no es urgente o importante habrá que aprender a dar prioridad a aquello que realmente lo sea. Las cosas deben avisarse con tiempo. Como decía antes, las urgencias suelen ser la mala gestión de tareas… que se dejan y luego hay que actuar rápido. Si un compañero o superior es consciente de que necesita tu ayuda desde digamos, el lunes de una semana, pero solo te dice que lo necesita el viernes a última hora… porque él lo tiene que entregar el lunes siguiente… algo ha ido mal. Ha tenido toda la semana para comentároslo y podríais haber ido adelantado trabajo. Vuestros tiempos de descanso son para vosotros y debéis de hacer que se respeten. Y en caso de esfuerzo en esos tiempos porque os los exigen, qué menos que obtener un agradecimiento o recompensa. Pero si ese esfuerzo parte de vosotros, no vais a poder reclamar que se valoren aunque fuera lo correcto. Veréis si se valoran o tienen en cuenta cuando pidáis un favor y saquéis a colación vuestra dedicación.

No desconectar de vuestro trabajo es muy agotador porque lleváis una mochila mental todo el día que os hace traspasar esa tensión a otras facetas de vuestras vidas. El darle más vueltas no os dará una solución inmediata. El desconectar os permitirá al día siguiente o cuando volváis coger el trabajo con ganas tras el descanso mental necesario. La mente tiene que descansar.

Por ejemplo, va bien marcarse como objetivo prohibido hablar de trabajo durante las vacaciones y también prohibidísimo acceder a los canales y herramientas de trabajo. Si antes lo habéis hecho, acometer estos nuevos hábitos os costará pero os aseguro que al final os acostumbrareis y no añorareis vuestros antiguos hábitos. Lógicamente esta desconexión debe quererse hacer.

Si vuestro puesto es necesario debéis dejar las cosas encargadas a las personas que se encarguen de vuestro trabajo durante vuestra ausencia. En caso de que nadie acometa esas funciones pues se quedará sin hacer durante un tiempo prudencial porque la compañía estima que se puede quedar sin hacer durante vuestras vacaciones. No se os puede exigir que os llevéis el trabajo a las vacaciones porque entonces no son vacaciones.

Es buena señal que volváis al trabajo tras la desconexión mental durante un tiempo de vacaciones y os cueste volver a coger el hilo laboral. La vuelta dará pereza pero al final lo cogeréis con ganas.

Sino sabéis desconectar de vuestro trabajo os tenéis que plantear por qué no sabéis hacerlo o por qué no queréis hacerlo. Los excesos en cualquier faceta de nuestras vidas no son buenos. Las cosas nunca son blancas o negras, es decir, también se admiten los grises y los claros.

¿Os cuesta desconectar de vuestro trabajo? ¿Qué recomendaciones dais a los demás para saber desconectar del trabajo?