En estos momentos de recesión constante en España debemos cuidar más que nunca  a nuestros empleados y clientes.

Algunas compañías piensan que las personas que se han quedado en sus plantillas tras los recortes de personal asumirán todo sin rechistar. Dan por hecho que en estos momentos prima tener un trabajo por encima de todo. Está claro que en la actualidad, tener un trabajo es un tesoro y se debe conservar. Sin embargo, las empresas no pueden abusar y dar mucho más trabajo a las personas que todavía están con ellos. Ni se les puede exigir hacer horas extras constantes sin remunerar. Tampoco se les debe amenazar con que pueden perder el trabajo si no hacen todo lo que se les exige. Se debe cuidar, escuchar y fidelizar al trabajador más que nunca. No olvidemos que un trabajador insatisfecho y quemado supone que es un trabajador desmotivado que rinde mucho menos en su trabajo y que, por ende, realiza su trabajo mucho peor. Si pretendemos que los trabajadores que nos quedan arrimen el hombro más que nunca debemos corresponderles en consonancia y demostrárselo. Se debe cuidar a las personas de nuestras compañías y eso exige preocuparnos por ellas, ver como están, cómo se encuentran, saber sus necesidades, etc.

El hacer lo contrario supondrá que los trabajadores aguantarán mientras no les quede más remedio, sin embargo, a la mínima posibilidad, no dudarán en dejaros tirados e irse a otra oportunidad que les surja.

Igualmente el tratar mal a los trabajadores supone que estos lo pagarán con los clientes con los que se relacionan directamente y no olvidemos que los clientes son los que nos dan de comer a los trabajadores y a la empresa.

Los clientes juzgan por lo que ven y si un empleado les trata mal o no les soluciona su problema, se van descontentos con la empresa y hablarán mal de ésta; las personas que trabajan en una compañía representan a ésta para lo bueno y lo malo.

Con independencia de que una persona siga trabajando en nuestra empresa, no significa que no la tengamos perdida. Algunos empleados se resignan y rinden lo mínimo necesario sin aportar nada ni tener ilusión por lo que hacen. Estos empleados están dando una imagen negativa de la compañía y no transmiten ilusión por la que hacen. Y mucho menos se sienten identificados por su compañía. De hecho, esos trabajadores no van a recomendar su compañía ni lo que producen porque ellos son los primeros que si pudiesen se irían de la misma.

El tener contenta a la plantilla no es solamente cuestión de condiciones laborales y salariales sino que es cuestión también de trato, reconocimiento, agradecimiento y valor al trabajo que desempeñan. Las empresas deben contar con la opinión de sus personas para lo bueno y lo malo. Antes de cambiar o implementar un nuevo procedimiento, se debe contar en su modificación con los principales afectados o usuarios del mismo. Cuando en la gran mayoría de las compañías se hace al revés, se elabora, comunica y aplica sin involucrar en su elaboración con todas las partes implicadas.

Las personas que trabajan en una empresa quieren contar con el apoyo de las mismas cuando lo necesitan de veras y no de forma genérica e impersonal. Por ello, las políticas deben adaptarse a las circunstancias de cada persona y a sus necesidades dentro de unos mínimos coherentes.

En tiempos de penurias, la comunicación entre personal y empresa debe ser más fluida y habitual pero la práctica dice que suele ocurrir al revés, es decir, ante malas noticias la cúpula directiva hace “mutis por el foro” y no comunica absolutamente nada, generando malestar y sobre todo, los temidos rumores.

Para conservar a nuestras personas y conseguir que estén contentas, las cúpulas directivas tienen que poner de su parte y demostrar que sus personas son lo más importantes y no solo de palabra.

¿Qué podemos hacer para no perder a un empleado? ¿Cómo podemos conseguir recuperar la motivación de un trabajador?