La fidelidad a la empresa siempre es un tema controvertido del que hablar y que posee muchos puntos de vista. Voy a intentar aportar desde otra perspectiva mi granito de arena sobre este tema.

Para comenzar voy a lanzar una pregunta: Una persona que abandona una organización ¿es infiel a la misma? La respuesta tiene varias respuestas posibles, sin embargo, yo pienso que no. La lealtad se debe demostrar en el tiempo que uno permanece en una empresa haciendo lo correcto, es decir, mirando por el bien de la compañía. Igualmente, esto se demuestra desempeñando las funciones encomendadas con profesionalidad y llegando a los máximos parámetros de productividad porque la organización se preocupa para que así sea, mediante un trato adecuado. Es decir, la empresa se preocupa por sus necesidades y por que adquieran su máximo desarrollo profesional.

El que una persona mire por lo mejor para él no supone ser desleal a la compañía para la que trabaja. En más de una ocasión, una organización no puede dar lo que determinados trabajadores necesitan y eso conlleva asumir las consecuencias que eso puede conllevar. Por ello, considero que ambas partes se digan las cosas claras desde el principio para evitar malentendidos. Los problemas surgen cuando se sabe la verdad y se oculta o no se dice de forma sincera. Cuando se van personas valiosas y con talento de una empresa es porque ésta no hace nada para retenerlas. En más de una ocasión, determinados jefes dicen “es una pena que se vaya fulano” y ahí se queda todo lo que hacen. ¿Por qué no intentan retenerlo? Eso supone arriesgarse y ponerse manos a la acción asumiendo que quizás no sea posible por parte de la compañía o que sea demasiado tarde. Lo que no se puede hacer es decirle a un trabajador que se contaba con él cuando ya ha presentado la carta de baja voluntaria porque eso se debería de haber dicho y demostrado antes. Cada cosa tiene su momento y no hacerlo cuando se necesita tiene sus riesgos.

En la actualidad, las personas necesitan más cosas de sus organizaciones, es decir, requieren un trato personalizado donde exista mucha comunicación. De la misma forma, las compañías y sus personas deben evolucionar en la misma dirección para que las cosas sigan en equilibrio y esto requiere de mucha flexibilidad por ambas partes.

Es lógico que los trabajadores en la actualidad pasen por un número diverso de compañías que les aportaran muchas experiencias, diversos puntos de vista, otras formas de tomar las decisiones y heterogeneidad de cosas. Igualmente conocerán muchas personas y se involucrarán en distintos equipos de trabajo que les hará interactuar, relacionarse y llegar a diversas formas de ver las cosas con los mismos recursos.

La diversidad es muy buena y debemos asumir que cada experiencia laboral puede tener fecha de caducidad sin que eso tenga que suponer rotura de los vínculos creados entre las partes. Sin embargo, para lograr esto supone que ambas partes asuman sus decisiones y sepan separar lo profesional de lo personal independientemente de que tengan cierta interrelación.

La fidelidad y la lealtad entre empresa y trabajador se deben demostrar mientras dura su estricta relación profesional que ya es pedir demasiado. ¿Todas las organizaciones comunican sus decisiones a sus trabajadores antes de tomarlas para intentar encontrar una solución? ¿Los trabajadores dan su máximo rendimiento en la ejecución de sus acciones? Lógicamente la respuesta a ambas preguntas es que no, porque la perfección no existe; somos personas y, como tales, nos equivocamos todos los días. Lo que es diferente es si leemos correctamente nuestros fallos y las decisiones que tomamos tras tenerlos.