La crisis en la que nos encontramos y particularmente agónica en el mercado español debería suponer que nos enseñaría a hacer las cosas de otra forma. Quedarnos de brazos cruzados sin hacer nada no nos sacará de la situación actual. Si queremos obtener resultados distintos debemos hacer las cosas de otra forma, nos guste  o no.

Determinadas empresas que vivían de forma caótica y contradictoria han desaparecido, sin embargo, aun siguen subsistiendo muchas que de forma inexplicable, continúan. ¿Por qué? Quizás la respuesta este en que no hay nada mejor en el mercado que preste esos productos o servicios.

Muchas empresas no están aprendiendo nada de esta crisis y siguen siendo improductivas en aspectos importantes. La crisis les está llevando a implantar políticas de ahorro. Y lo hace en cosas nimias que les hace quedar mal con su personal mientras siguen haciendo gastos desorbitados en cosas innecesarias causadas por una mala gestión.

Las empresas de este tipo suelen ser desorganizadas en la cúpula. Empresas o directivos que toman decisiones contradictorias, hacen que los trabajadores que estén a su cargo vivan en una anarquía que les genera una incertidumbre vital a no ser que aprendan a convivir con ella. Si las ventas van mal, se exigen ventas, no importa a qué precio… mientras que al día siguiente, se exigen beneficios.

Si dichos cambios son constantes lleva a un cierto desconcierto, falta de motivación y a no tener objetivos claros.

Las personas que dirigen estas compañías viven en la desorganización más absoluta y se piensan que el mundo de las personas que forman parte de su equipo debe girar a su alrededor. Su verdadera pasión es perder el tiempo y hacérselo perder a los demás, sin asumir cuál es el problema principal.

Estas empresas sobreviven por sus buenos profesionales que aceptan ese entorno y se acostumbran a capearlo. Aunque obviamente esto les desgasta de una manera brutal a la vez que hace que se desmotiven con cierta facilidad. Quizás la situación laboral actual les hace replantearse cualquier “escapada” y empiezan a vivir pensando que… no están tan mal.

La falta de objetivos en la cúpula hace tomar estas decisiones oscilantes, queriendo con ello, encontrar resultados a corto plazo, sin pensar en los objetivos a medio y largo plazo de la empresa.

Esa inconcreción la trasladan también a las reuniones, donde se omite el hilo conductor de las mismas, haciendo sesiones maratonianas, con poco resultados y decisiones.  

Supuestamente estamos en una época en que se debe creer más que nunca en el talento de las personas y cuidarlas para que saquen todo su potencial. Sin embargo, con este tipo de políticas corporativas poco se puede hacer más que sobrevivir y esperar que no te toque abandonar el corral de seguridad en el que vives.

Personalmente pienso que hay empresas que en vez de estar aprendiendo algo de esta crisis están desaprendiendo conductas y hábitos que son vitales, abusando de los malos momentos que vivimos. El problema radica en que las estructuras corporativas sobre la que están asentadas muchas empresas están caducas y necesitan reinventarse para comenzar de nuevo. Por supuesto, sus cúpulas directivas están intentando postergar estos cambios lo máximo posible para poder seguir viviendo del cuento más tiempo. Sin embargo, el tiempo corre y las cosas tarde o temprano comenzarán a mejorar y eso hará que sus personas vuelen por si solas.

¿Tu empresa ha evolucionado en la cúpula, sigue comportándose como lo hacía antes de la crisis o ha empeorado?