Todas las personas, a lo largo de nuestras vidas, intentamos cambiar muchas cosas y pretendemos hacerlo de un día para otro. Suele ocurrir que las buenas proposiciones se abandonen a la primera de cambio, buscando excusas de lo más divertidas.

Vamos que para cambiar nuestros hábitos, rutinas y acciones preestablecidas de forma mecánica, hace falta mucho más que la intención de querer hacerlo porque no olvidemos que pensarlo no cuesta esfuerzo, sin embargo, el intentarlo y conseguirlo conlleva esfuerzo, disciplina y constancia durante un tiempo determinado. ¿Quién no ha intentado en alguna ocasión aprender un idioma, ponerse en forma física, mejorar una competencia u otra cosa y ha abandonado a la primera de cambio? Yo, el primero. Y no puedo echar la culpa a nadie más que a mí mismo por no estar plenamente convencido y sobre todo por no tener asumido el esfuerzo y el tiempo que me llevaría conseguirlo hacer. No es cuestión de pegarse los primeros días como un loco, haciendo solamente eso y después, olvidarse para siempre porque eso aun hace que nos encontremos más reticentes para volverlo a intentar. Es conveniente trazar un cronograma en el tiempo de forma progresiva al que  acudir así como vayamos asumiendo esas nuevas acciones en nuestras vidas. Normalmente, se empieza de más para ir a menos y eso es el error en el que todos caemos. Los cambios no son inmediatos porque el esfuerzo que nos conlleva al final es gratificante debido a que nos hace valorar más nuestra propia evolución.

Por ello, se debe establecer una planificación con sentido común que nos permita ir haciéndonos a los nuevos hábitos, sin que nos suponga una verdadera tortura y más, si es algo que nos cuesta. Por supuesto, para cambiar nuestras rutinas no ayuda nada el lanzarnos mensajes destructivos o pesimistas del tipo “Yo no valgo para eso” “Se me da fatal” u otro tipo de lindezas que hacen que nos lo creamos y nos resignemos porque es mucho más fácil que ponerse a intentarlo y acabar consiguiéndolo.

Así que si no quieres cambiar, no cambies, sin embargo, asume tu responsabilidad plena en ello y no eches balones fuera porque eso no te ayuda nada. El caer en la desesperación es lógico pero con volverlo a intentar, asumiendo y teniendo claro que fue lo que te hizo morder la arena en las otras ocasiones puede hacernos más fuertes en esta nueva ocasión. Los fracasos y los errores nos dan grandes lecciones siempre que sepamos aprenderlas.

¿Cómo habéis conseguido consolidar cambios en vuestras vidas? ¿Por qué has fracasado en el intento de cambiar algún hábito en vuestras vidas?