El ambiente de trabajo es vital, como ya he comentando en más de una ocasión en este blog, para poder desarrollar vuestro trabajo con motivación, productividad, implicación y ganas. Lógicamente el ambiente de trabajo debe de cuidarse desde la cúpula corporativa, preocupándose por sembrar de forma continua para incentivar un buen clima real entre sus filas.

El problema es cuando impera en las organizaciones un clasicismo latente entre los trabajadores, entiendo por esto posturas inamovibles sobre lo que es lo adecuado para obtener puntos positivos dentro de esa compañía. Igualmente, en otras compañías está admitido todo, es decir, que todo vale tanto en el buen sentido como en el malo. Imaginemos en una empresa donde se permite que determinados trabajadores desempeñen la ley del mínimo esfuerzo para trabajar bastante menos de lo exigible y otros, por el contrario, trabajan a pleno rendimiento, obteniendo grandes resultados. El responsable es consciente de tal situación pero no obra en consecuencia. Aquí tenemos un caso donde se incentiva que los buenos trabajadores se “tumben a la bartola” tarde o temprano porque hagas o no hagas se te valora de la misma forma. Además, en vez de agradecer el esfuerzo de los que trabajan de forma excepcional, se les carga de más trabajo para llegar a objetivos en compensación de lo que no hacen los que están dedicados a la buena vida.

Normalmente, los que menos hacen suelen ser los que más se quejan de que no tienen tiempo para nada y a mi me gusta matizar que les falta tiempo para producir y les sobra tiempo para estar ociosos.

Un buen gestor de equipos, en este caso, debe de tomar cartas en el asunto para atajar el problema de raíz y dejarse de poner parches que no solucionan nada.  No se puede optar por tomar el rol de que “no pasa nada” y que las cosas se solucionaran por si solas. Debe existir una adecuada distribución de la carga de trabajo en la totalidad del equipo de trabajo. Si unos carecen de trabajo y otros no llegan a lo que tienen, algo falla. Todos deben poner de su parte para que reine la armonía dentro de los equipos de trabajo y se debe de dejar claro que los problemas, roces, malentendidos y situaciones complicadas deben hablarse, matizarse y solucionarse para que no vuelvan. Lo peor es cuando estas situaciones se llevan a lo personal porque se enquistan de tal manera que ya no tiene solución alguna. Muchos equipos van a contracorriente, donde existe de todo menos unidad y esto se nota hasta en la decisión de la cosa más nimia que puede hacer que se alargue en el tiempo de forma indefinida y luego, a la hora de la verdad, cada cual hace lo que quiere o lo que puede porque nada queda claro.

Por ello, un buen gestor de equipos debe dejar libertad en la forma de acometer el trabajo y debe prevalecer alcanzar sus objetivos, sin embargo, debe exigir que se le presenten reportes de lo efectuado, realizado y conseguido para tener seguridad de a qué se dedica el tiempo. El problema es cuando determinadas personas de los equipos de trabajo no llegan a los objetivos y tampoco se tiene constancia de a qué dedican el tiempo; aquí tiene más responsabilidad el que lo consiente que el que lo hace. El permitir que personas del equipo no hagan nada es una falta de respeto hacia los que trabajan y denota falta de profesionalidad del que da vía libre para ello.

Se debe juzgar a las personas por lo que hacen en su trabajo y no por lo que desarrollan en su tiempo libre.

Es curioso escuchar entre los trabajadores “que menos trabajan” la frase “¡Uf! ¡Cuánto trabajo tengo… y no llego!”. Suele dejárselo claro a su entorno, que ya lo conoce, pues sabe que dedica gran parte del tiempo a hablar con otros en vez de terminar esas tareas que dice que tiene pendientes. Suelen ser los reyes de la apariencia. Y son precisamente este tipo de personajes los que enrarecen el buen ambiente laboral.

Cada persona debe poner de su parte para ayudar a que el ambiente de trabajo sea el adecuado, sin embargo, la parte principal depende las personas que dirigen las compañías a nivel estratégico ya que con sus acciones u omisiones marcan el devenir climático en sus filas.

El ambiente de trabajo es posible cambiarlo tras un minucioso análisis y plan de choque para modificarlo. Es decir, requerirá mucha inversión de tiempo en hacer protagonistas del mismo a todas las personas que componen la empresa.

¿Qué opinas de trabajar en un ambiente clasista? ¿Qué puedes hacer para mejorar el ambiente de trabajo en tu organización?