Queda constatado que la juventud española de los últimos años es, sin lugar a duda, la que más cualificada está en su salida al mercado laboral. La gran mayoría tiene una carrera universitaria más un master o postgrado, por no decir varios. Igualmente, tienen cursos específicos que puedan precisar para el área profesional al que se quieren dedicar. Visto así, se los deberían de estar rifando las empresas y ningún de ellos debería tener problemas para encontrar trabajo. Desgraciadamente, no es el caso. Está claro que a mayor formación se tiene mayores posibilidades de empleabilidad.

Me surgen unos cuantos interrogantes respecto a este panorama idílico. Si esto es así ¿Cómo es posible que gran cantidad de titulados universitarios esté ocupando puestos muy por debajo de sus posibilidades? Igualmente, pregunto: A mayores estudios ¿corresponden mayores salarios? Es evidente que no porque el sueldo medio de las personas con estudios universitarios, hoy en día, está por debajo del umbral mileurista.

En estos momentos, el paro golpea duro y fiándonos de las encuestas que, como siempre, son datos relativos más de 4.000.000 de personas están sin trabajo en estos momentos, desde mi modesta opinión, rondaríamos más los 5 millones. Por supuesto, que el porcentaje mayoritario afecta a las personas con baja cualificación, sin embargo, también es elevado el número de personas cualificadas que están sin trabajo. No tenemos más que ver cómo para unas oposiciones de grupo C, D o E, para las que se precisa la educación secundaria obligatoria, el graduado escolar o el certificado de escolaridad, abundan los candidatos con titulación universitaria. Y uno se pregunta ¿a qué se debe esto? Muchos se preguntarán cómo es que no tienen trabajo de lo suyo. Pero claro, yo me pregunto ¿Qué trabajo es el adecuado para un licenciado o diplomado universitario? Todo es muy relativo y depende como se mire.

Creo que también debemos de plantear la cuestión de si las titulaciones universitarias están acordes a la mano de obra que las empresas precisan en estos momentos. Personalmente, soy de la opinión de que en muchos caso no es así. Se debe casar y equilibrar la oferta con la demanda. Las universidades van por un lado y las empresas por otro, cuando deberían ir ambas juntas por el mismo camino, colaborando estrechamente en adaptarse el uno al otro porque se precisan.

Tenemos estudios excesivamente teóricos donde la experimentación y la práctica brillan por su ausencia. Los idiomas obligatorios en todas las carreras desde el primer curso inexistentes, cuando la internacionalización de las empresas es hoy por hoy, una realidad. Luego se debe formar en competencias especificas que van a precisar en el mundo laboral como son la innovación, liderazgo y muchas otras. Se deben enfocar como en esos estudios pueden acometer esas competencias para ayudar a sus futuros empleadores. Igualmente determinadas asignaturas vivenciales tienen que darse en todas las carreras para que puedan adquirir una visión global necesaria.

Hoy en día, multitud de carreras universitarias crean todos los años promociones enteras que van de cabeza al pozo. Entonces, en esos estudios, deberíamos de plantearnos ¿Qué debemos cambiar para conseguirle dar la vuelta? Nada hacemos pasándonos la pelota de unos a otros sin ponernos manos a la obra para cambiar las cosas con ganas y decisión.

Está claro que más de un universitario, por decisión propia, decide que no quiere trabajar en profesiones cualificadas. Es algo respetable. Sin embargo, me niego a pensar que los miles de jóvenes preparados que hoy ocupan puestos muy por debajo de sus posibilidades, estudiasen con tanto esfuerzo para eso. No podemos olvidar que algunos de ellos pensaban que con estudiar una carrera o dos másteres ya tendrían todo solucionado. Y esa es una visión equivocada porque luego uno debe seguir trabajando y esforzándose más que antes.

Desde la empresa y la universidad se debe hacer mucho más por la innovación, el desarrollo y la investigación para generar nuevas oportunidades. Es lamentable en las precarias condiciones en que viven muchos jóvenes investigadores con ideas en nuestro país y al fin muchos deben desistir porque de ganas no se vive.

No olvidemos que cuanta mayor sea la cualificación, no garantiza mayores posibilidades de colocación. Uno puede formarse en muchas cosas que si eso no se precisa en el mercado, se quedará a dos velas, teniendo que buscarse la vida de múltiples formas para poder subsistir. Se debe potenciar igualmente la calidad de la formación porque no olvidemos que, hoy en día en España, a cualquier cosa se la llama grado o master. Y por ello, tenemos múltiples aspirantes a un “master del universo” donde en vez de intercambiar cromos se cambian títulos. Un buen programa no tiene sólo que ver con la calidad de los ponentes sino también de los materiales y metodologías usadas.

Lo único positivo es que estas personas, elevadamente formadas, tienen muchos caminos laborales muy inferiores a su preparación. ¿Estos trabajadores sobrecualificados quitan los trabajos destinados a las personas menos formadas?

Pienso que es hora de que todos nos replanteemos las cosas y nos pongamos a reflexionar porque tenemos los indicadores negativos en estos aspectos y que son preocupantes según la OCDE.